Juan Pablo Chapital charla con Gustavo Etchenique

Hola, amigos:

Charlas del músico Juan Pablo Chapital con diversos músicos uruguayos. En esta primera edición el gran Gustavo «Cheche» Etchenique cuenta los inicios, sus influencias y sus historias como baterista y percusionista, desde fines de los años 60.

 

Chapital adelantó que próximamente nos acercará a Pitufo Lombardo y a Leonardo Amuedo. Las charlas son los días miércoles, a las 21:00 horas, en el Instagram de Juan Pablo Chapital

Imperdible esto.

Exaltación musical con Taddei e Ibarburu

Primero aclaro: Hoy necesito exorcisar un poco la locura. O sea, esto será desordenado. Es que a la locura no se la exorcisa con orden, amigos míos. Además, hoy pinta no mendigar libertad sino tomarla.

 

LPM, ¡qué genio que es NICO IBARBURU!!!!!!

Ustedes dirán: “¿Recién te das cuenta?”
Y les responderé: “No, no… pero de alguna manera, sí”. Porque lo de hoy fue diferente… al menos adentro mío.

¡El corazón casi me explota hoy con Nico! Escucharlo hoy fue algo MUY mágico.

Alternó temas instrumentales con temas cantados de una forma tan bien sentipensada que sucedió orgánico, fluido, cómodo y tremendamente emocionante… con momentos de éxtasis absoluto, durante los cuales deseé ser argentina y pertenecer a un público un poco más participativo. Y eso que yo siempre agradezco ser uruguaya y pertenecer a un público silencioso y atento. Pero hoy… hoy fue hoy y hubiese querido oír a toda la platea cantando “Si te escucho cantar” y “Mapa Tesoro”, o a todos haciendo la clave de candombe que solo nos animamos 3 o 4, y despacito, a desembuchar. Es que sépanlo: hay veces que participar de la gozadera en forma activa es una cuestión de vida o muerte. Si todavía no les ha tocado esa emoción desbocada, les faltan unos cuantos shows musicales por ir a ver o algunos cerrojos internos que abrir.

Este musicazo increíble, que tenemos la suerte demencial de poder escuchar en vivo en este paisito, hoy se mandó el mejor show que yo haya visto de él desde que empezó a cantar en vivo. Alineadísimo, gozándose la vida, nos deleitó con una voz duuuuuuulce a más no poder, con una ternura infinita, y con una cualidad de sonido de voz que se zarpó de hermosura.

Pero a ver, ustedes que no estuvieron ahí, déjenme ver si puedo explicarles esto: ¿Vieron que Nico siempre fue un genio absoluto con la guitarra? Pero genio, genio, posta, de veras, de esos que no hay dos iguales. Imagínense un toque en el que todo el tiempo había un balance perfecto de su canto, realmente mágico, conmovedor y deconstructor de almas, con pasajes insólitamente geniales y maravillosos en la guitarra. La emoción solo aumentaba. Y cuando creías que ya no dabas más, aumentaba más todavía. De pronto cantaba y sentías que el amor era demasiado. Y cuando estabas en medio de esa operación cardíaca, él agarraba carretera con el guitarrón o la guitarra eléctrica y fa, en serio, ¡muy fuerte!

¡¡¡El PRI-VI-LE-GIO que tenemos de poder verlo en vivo!!! Es uno de los grandes regalos de haber nacido en este país y vivir en este tiempo. De verdad. Yo lo vivo así.

Otra cosa muy impresionante de esta noche en El Solís fue que ¡en una noche vimos y escuchamos a los dos mejores bateristas uruguayos!!!!! Gustavo Cheche Etchenique y Martín Ibarburu. ¿Cómo se sobrevive a esa emoción? No muy bien; ya se estarán dando cuenta.

El gigante de Martín Ibarburu. Martín me hace feliz cuando lo oigo tocar. Es como si él tuviera la llave de mi centro cardíaco con sus ritmos y con su redoblante. Y con sus platos, y su tom de pie. Hasta hace unos años la felicidad para mí era un helado de dulce de leche. Ahora la felicidad es, sin lugar a dudas, escuchar en vivo a Martín tocando la batería. Listo. Todo el resto del mundo se puede autodestruir y a mí no me importa nada si Martín está tocando. Hoy, para variar, hizo lo que quiso con su instrumento. Hoy me llamó mucho la atención, además, su especial cuidado, todo el tiempo, de no tener nada de protagonismo [que con algunos seres de la audiencia es bastante imposible que lo logre] y para apoyar al hecho musical fenomenal que estaba pasando ahí. Su pulcritud y perfección son casi indecentes. El buen gusto y la flexibilidad para atravesar fronteras musicales son para pellizcarse infinitas veces. Hoy, por ejemplo, volvió a hacer eso de tocar en un mismo tema algo que tenés que catalogarlo de candombe, jazz, pop y folclore, todo a la vez, y que suene formidable. Nadie sabe cómo logra lo que hace. Estamos los que lagrimeamos escuchándolo, porque emociona más de lo sostenible sin algún tipo de liberación.

En el piano, Manuel Contrera, que es maravilloso. Ya saben que yo no puedo discernir como para contarles qué hace, pero lo que sí noto es que su elección de notas no es la típica… te lleva a lugares que otros no te llevan, y eso está buenísimo. Lo que sí puedo identificar es que tiene ese no sé qué de la nueva generación de músicos grossos. Hay algo que seguramente sea una elección de determinados intervalos y vaya Dios a saber qué, que insólitamente los identifica. Una escucha sin saber quién es y puede fácilmente decir: tiene menos de 30 años. Y por suerte eligió tocar el piano de cola del Solís, que amamos tanto. La participación del piano en ese todo pulsante, es un ingrediente que hace que toda la música sea más cercana y más íntima.

Fernando “Pomo” Vera es un músico que me intriga pila y algún día espero poder escuchar separado del resto de los otros instrumentos. Elige un registro que a mis oídos un poco les cuesta escucharlo… simplemente porque se ve que soy medio sorda de esa frecuencia, y vaya si lo lamento. Pero pongo un esfuerzo importante para identificarlo y lo logro la mayoría del tiempo. Cuando lo escucho bien, ¡me dan unas ganas de subirle el volumen que no puedo explicarles! Lo que toca es buenísimo, groovero a más no poder y con la misma impronta anímica de los Ibarburu, con todo ese aire entre notas, con toda esa comodidad con la que tocan ellos y hacen su magia. Se nota además que con Martín se llevan impresionante musicalmente… como que se adivinan uno al otro, y entonces se da esa química que cuando sucede en una base rítmica lleva al tren con maestría.

Para cerrar, dos veces el público se puso de pie para aplaudir a Nicolás, Martín, Pomo y Manuel. Dos veces. Eso en Uruguay significa mucho.

 

En este desbarajuste exorcístico en el que ando hoy, voy a terminar contándoles sobre la primera parte del toque: ROSSANA TADDEI y su banda. No, no es una crónica, es un relato desordenado. Un compartir de algarabía. Un saltar regocijada por la maravilla de show al que tuve el buen tino de ir.

Inicio del show: Un ritmo de rock y Rossana de espaldas al público en actitud rockera a full. Y ahí arranca, esta monstruita increíble, esta capa del arte del escenario.

Hoy más que nunca, quizás por la charla que habíamos tenido pocos días atrás, noté cómo su atención estaba en cada momento, en cada detalle, en cada músico, en cada movimiento suyo. Si fuera algo completamente preparado, el asombro sería total. Siendo que es algo no tan preparado y más improvisado, una no da crédito. Y a la vez se divierte estrepitosamente, e improvisa magias de todo tipo.  ¿Cómo hace? Y bueno, siendo ella y con sus dotes artísticas despegadas.

Rossana tiene tremenda comodidad para cantar cualquier cosa y un dominio rítmico apabullante. Y ella juega y se divierte. Y juega y se divierte más, y más, y más.

Vestida de rockera sexy (muy sexy), mostrando sus impresionantes piernas largas, con medias de gata y una minifalda de cuero negra, embrujó durante todo el show, demostrando que el rol de la mujer encima de un escenario es exactamente el que esa mujer quiere que sea. En este caso yo la interpreté poderosa y seductora, inteligente y muy atractiva, tremenda música, tremenda compositora, tremenda cantante y tremenda artista, con todas las letras.

Los temas “Fábrica” y “Destellos”, que me intrigaban, me parecieron geniales. La letra de “Fábrica” es brutal. Es que esta mujer tiene todo lo que un artista desearía tener: comodidad total en el escenario; diálogo fluido con el público; se va hacia los graves y agudos como quien se toma un vaso de agua; su timbre de voz que te envuelve y hechiza; su movilidad en el escenario; interactúa de manera relevante con los otros músicos; sus letras son obras de arte en sí mismas; sus musicalizaciones son originalísimas y maravillosas. Y encima es simpática y divertida, y se le ocurre chivear con la voz en el momento más inesperado… y eso hace bien. Te abre una puertita a que tú también te tomes libertades y disfrutes de la vida.

¡Rossana también tiene una banda de genios, de capos, de músicos cracks!

Para arrancar, tiene a Cheche, que no es de este planeta, y que es de los mejores bateristas que un cantante puede tener, porque está realmente por dentro del canto, de la letra, de la intención profunda del asunto. El gigante de Cheche Etchenique tiene esa habilidad, que no todos los bateristas tienen, de hacerte bailar [bueno, somos uruguayos y estábamos pegados con Novopren a las butacas, así que en vez de bailar como era debido, ahí estábamos cabeceando, moviendo las piernas, los dedos, las manos y hasta los dientes… pero no bailamos… ¡grrrr!]. Retomo. Decía, si le ponés atención a la batería, Cheche tiene gran parte de la responsabilidad de que tengas muchas ganas de saltar de la butaca. Él con sus miles de subdivisiones, su habilidad para tocar una música integral, completa, entera, íntegra, redondita en la batería, su relojito bestial, su sensibilidad infinita… sus patrones delicatessen, tan melódicos como rítmicos, su rock and roll apabullante, su candombe intravenoso… Cheche, ¡que es uno de los dos mejores bateristas de este país! [por no decir “del mundo”, que siento que lo es también… pero ahí me van a decir que soy una exagerada y no… aquí estoy mostrándoles mi siempre cabal mesura y centramiento a la hora de escuchar música] le puso a la noche eso que sólo él sabe. Porque los musicazos de este calibre aportan una impronta tan personal que no es reproducible, que va por un carril completamente distinto que su dominio técnico. Sí lo que logra hacer tiene todo que ver con su conocimiento musical, ese que hace que él sea parte profunda e importante de cualquier canción en la que participe. Pero hay un plus, una cosa personal, que es lo que hace que te emocione tanto escucharlo. Es una de esas antenas que te conectan con la divinidad. Solo queda hacerle reverencias cada vez que una se lo cruce.

Para seguir, cuenta con Santiago Montoro, que le puso tantísimo rock, finura y sabores exquisitos a los temas. El sonido de Santiago mata. Sus notas matan. Su alegría en el escenario mata. Su capacidad para meter 2 notas en el ángulo o despacharse con tremendo solo gozado mata. Al igual que Manuel Contrera, tengo la impresión de que sus elecciones musicales son distintas, inteligentes, muy muy interesantes [si supiera de notas, podría quizás contarles más, pero no sé].

Luego, a Alejandro Moya. Hoy se sentía notoriamente la complicidad, musical y también humana, de Moya con todos los músicos. Sus líneas de bajo dicen muchas cosas, cuentan historias con muchos personajes, arman una base sobre la cual es imposible decir bobadas y solo queda generar algo valioso y significativo.

El otro integrante de la banda, Gastón Ackermann, desde mi punto de vista hoy jugó un papel primordial con la trompeta. Tocó el teclado, pero me resultó difícil escucharlo pues el volumen no estaba muy bien balanceado, al menos desde donde yo estaba sentada. La trompeta fue esencial para darle al show de Rossana un matiz de carácter atrapante, sólido, con un cuerpo especial, de madurez y decisión.  Además, la textura del sonido de la trompeta combinaba perfectamente con la textura de la voz de Rossana. Había una amalgama mágica entre esos dos sonidos. Nota: se mandó un solo absolutamente espectacular, que no aplaudimos mucho solo por no romper el hechizo. [Ah, déjenme decir que a Cheche lo aplaudieron por un solo pero a Cheche habría que haberlo aplaudido también por todos los contratiempos, por los hi-hats de sonido mágico, por los fills aplanadores, por los patrones de métrica insondable… y por todo lo demás].

En fin… esto no iba a ser una reseña. De alguna manera no lo fue y fue más un exorcismo. Y como no lo fue, puedo darme el gustito de mandarles ¡abrazos gozados!!!

 

Fotos: Ivonne Morales

 

 

 

 

 

 

Santiago Montoro presentó su álbum Jardín en un show impecable

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Santiago Montoro presentó su álbum «Jardín» en un show impecable, con una calidad de sonido fantástica y con el volumen perfecto, lo que permitió apreciar el todo y cada parte de la mejor manera.

Sus canciones tienen una particularidad fascinante: son obras de arte musicales, con un entretejido sonoro muy, muy cuidado, muy pensado también, con características rítmicas si se quiere extrañas, a veces muy variables, y sin embargo uno se abstrae muy fácilmente de la «cocina» de la cosa y se descubre acompañando el show entero con la cabeza, el pie, o inclusive sintiendo la necesidad de bailar algunas de las canciones. Desde mi punto de vista esto habla de una cuota extra de arte musical.

Este álbum tiene cinco canciones que son musicalizaciones de poemas de Eduardo Nogareda. El resultado de esa combinación del arte de un poeta más el arte de un músico dio en este caso un producto que se siente natural y que fluye con comodidad y belleza. En esta presentación Nogareda participó leyendo algunos de sus otros poemas otorgándole al show un toque diferente, disfrutable y muy cómodo.

El concierto fue dinámico. Santiago iba presentando cada tema con una simpatía muy especial y entregando una cuota de energía y alegría que se sintió genial. Lo acompañaron varios músicos que iban alternando su participación:

Gustavo Etchenique en batería

Antonino Restuccia en bajo eléctrico y contrabajo

Álvaro Fenocchi en coros

José Luis Yabar en guitarra

Rafael Hofstadter en teclado

Sebastián Cannavo en violín

Camila Montoro en voz

Rossana Taddei en voz

Todos los músicos jugaron un rol súper importante y súper creativo en este show. No hubo nada que pudiera ser prescindible.

Cuando uno ve tocar a Antonino Restuccia, quizás porque aparenta una gran calma, parece que lo que toca es muy sencillo. Pero la música de hoy tenía todo menos sencillez y su contribución con el bajo fue espectacular, haciendo una yunta perfecta con la batería.

Los coros de Álvaro Fenocchi complementaron súper bien el canto de Santiago. Él también tocó un tema en bajo eléctrico y estuvo buenísimo.

La participación de José Luis Yabar en guitarra fue muy exquisita. Los sonidos de las guitarras de él y de Santiago se complementaban hermosamente y no hubo ni por un momento ninguna nota, de ninguno de los dos, que no fuera una necesidad musical. Además, verlos mientras tocaban, transmitía gran aplomo y confianza.

Rafael Hofstadter tocó órgano en un par de temas. Santiago contó que su participación en el álbum fue muy importante, pues se ocupó del master. Creo que su participación en estos temas les dio un carácter diferente, que completa la propuesta general del álbum.

Para mi gusto fue genial el ingrediente dado por Sebastián Cannavo en el violín. Los sonidos del violín de Sebastián y la guitarra de Santiago formaron una combinación muy, muy hermosa. Y entre otros, tocaron juntos un tema que a mí me gusta especialmente: «Sin paz».

En varias canciones participó Camila Montoro, la hija de Santiago, en la voz. ¡Canta muy bonito! Y le puso un toque de ternura muy hermoso. Entre otras canciones, cantó en «Carta para un Fantasma», que es un tema que a la primera escucha ya te atrapa por completo.

 

Otra invitada de lujo fue Rossana Taddei, quien cantó con Santiago el tema «Paraguas», del cual es co-autora, que es parte del CD anterior de Santiago, llamado «Trampolín». Fue espectacular la inyección de fuerza que le metió Rossana a ese tema y el solo de guitarra que «tocó» con la voz. Es una artista increíblemente talentosa, que brilla de una forma extraordinaria sobre un escenario.

Tener a Cheche en la batería son palabras mayores. Destila musicalidad a un nivel imposible de explicar con palabras. Me limito acá a comentar dos aspectos que me hicieron volar la cabeza. En primer lugar, cómo a través suyo fluyen las polirritmias transformándose en ríos cristalinos tan fácilmente abrazables para seres occidentales acostumbrados al 4/4. Lo otro que me hizo pellizcarme fue el arte que tuvo para en un tema en particular (puedo errarle pero me parece que su título es «Náufrago») inyectarle una tensión rockera y aguerrida a la música, ¡tocando con escobillas y a un volumen bajo! La emocionalidad genial de esa canción estuvo dada principalmente por el carácter de la guitarra y la maestría de Cheche en trasladar una intención rockera a un sonido relativamente contradictorio con esa intención. Una genialidad más de las de este ser extraterrestre. Y por supuesto estuvo presente lo que ya hemos presenciado tantas otras veces: su sonido impecable, sus unísonos perfectos, su amor al Hi-hat, sacándole un sonido hermosísimo, sus combinaciones nuevas que suenan a patrones perfectos y su perfección en el tiempo, en los remates y en cada fill. Admiración total.

Hoy se notó mucho que el show estaba liderado por un productor musical. Cada sonido estaba en su lugar exacto, con el volumen exacto, con la cualidad exacta. Dicho así quizás pueda parecer acartonado, pero para nada. Santiago se divirtió, conversó, bailó… me atrevo a decir que se gozó todo, presentándole al público sus canciones bellas, interesantes, nada predecibles y muy, muy hermosas. Su voz tiene un brillo precioso; toca la guitarra con una impronta archi personal, archi interesante y archi movilizante; y se entrega con cuerpo y alma al acto de creación.

Mi recomendación a los lectores es que si saben que toca Montoro, vayan a escucharlo, porque se van a sorprender y los va a movilizar. Su álbum digital «Jardín» se encuentra a la venta en Bandcamp, en el siguiente enlace: https://santiagomontoro.bandcamp.com/album/jard-n

 

Si te interesó leer esto, quizás te interese leer esta entrevista a Santiago Montoro.

 

 

Rossana Taddei: ReUnión. Treinta años de música.

Entró Rossana Taddei al escenario, sola con su guitarra, y al sonar la primera nota comenzaron unos de los aplausos más largos que he oído al comienzo de un show. Treinta y cinco segundos de aplausos sostenidos son muestra de que el público que llenó El Solís la aprecia mucho.

La iluminación fue intimista toda la noche. Un escenario casi a media luz nos mantuvo muy atentos a cada sonido que partía desde ahí.

Rossana Taddei

Como les decía, el show arrancó con Rossana sola. Ya desde el comienzo cantó toda una canción haciendo magia con unas luces verdes que movía y hacía desaparecer a la vez que cantaba con una voz super dulce. Rossana para mí representa la conjunción perfecta entre una mujer muy bien plantada en el mundo y una niña traviesa y divertida.

Luego se fueron agregando los diferentes músicos que la fueron acompañando en formato de dúo, trío, cuarteto, quinteto y sexteto: Gustavo Etchenique, Herman Klang, Alejandro Moya, Santiago Montoro y Alejandro «cubano» Reyes.

Como suele hacer, Rossana invitó en varias oportunidades a que participáramos en la creación de sus canciones. La primera invitación fue a chasquear los dedos y crear el sonido de una lluvia de domingo, apasiguada. El resultado del tema «Llueve» fue realmente bonito.

Entre canciones nos regaló, como nos tiene acostumbrados, sus anécdotas disparatadas y alegres, que le dan un dinamismo bien interesante al show.

Fue escuchando «Luz que llega» que me impresionó algo que me sorprendería todo el resto de la noche: Ella canta con total comodidad cualquier tipo de nota a la vez que toca (cada vez mejor) la guitarra. Al mismo tiempo, levanta pierna derecha, levanta pierna izquierda, levanta hombro izquierdo, etc. como señales para que el público produzca sus partes previamente establecidas (por ej., caballos, vacas, gaviotas). Y en otras canciones pone y saca cosas de su baúl mágico, tira papelitos picados, le tira burbujas a Cheché, toca una corneta, toca un timbre, silba como los dioses, etcétera, etcétera. Y está atenta a que si el músico que tenía que entrar está enchufado, o si tiene que presentar a otro… es un disparate de despliegue de gestión, arte, creatividad, musicalidad y humor que hipnotiza.

 

Rossana y Gustavo

 

burbujas

El viaje musical abarcó una cantidad enorme de ritmos y estilos. Hablando desde una perspectiva más cerebral, es admirable el dominio de ritmos tan variados y que todos le suenen tan pero tan hechos a su medida. Hablando desde mi perspectiva completamente personal, cuando el viaje hacía escala en el rock and roll, me resultó monumental. Creo que la primera escala de ese tipo fue con el tema «Prímulas rubias». No sé por qué diablos ese tema me tocó tanto. Quizás por la anécdota que contó Rossana antes sobre esa canción… no lo sé, pero terminé lagrimeando.

Al sonar «Imposibles» (de Fernando Cabrera), lo que se siente por encima de todo es la libertad extraordinaria que despliega Rossana cantando, en todo: las notas (agudas y graves), los ritmos, las velocidades y los efectos especiales que va metiendo mientras tanto, como ser trompetas cantadas, shakers producidos con la boca y más. Eran otra vez Rossana y Cheche, solos los dos, sonando como si fueran una banda gigante.

La esperanza y la alegría que me llegan a través del tema «Uruguay/Lo dedo negro» son algo impresionante, así como el deleite de escuchar la percusión candombera por parte de Gustavo Etchenique, tan impecable, tan sentida y tan musical. Bien dicen los bateristas que Gustavo tiene un reloj en la cabeza. Qué gustazo fue tener la oportunidad de escuchar unos compases de Gustavo solo, tanto en este tema como al comienzo del siguiente. Él toca y al público se le moviliza todo.

Pero no fue solo Gustavo el que impactó. Cada uno de los otros músicos aportó algo archipersonal a los temas en los que participaron: Alejandro Moya se lució con su bajo toda la noche. Fue un placer escucharlo contribuir como lo hizo a ese todo mágico que fue este show. Tremendo ritmo y muy buen sonido. Herman Klang, desde el teclado, aportó notas magníficas que generaron en más de una ocasión un clima atrapante. Santiago Montoro siempre me llama mucho la atención tocando con Rossana porque lo que él toca le da una polenta estupenda pero con gran personalidad musical. Anoche, además, colaboró con unos coros geniales en un par de temas. La voz de él con la de Rossana queda buenísima. Y el aporte de Alejandro «cubano» Reyes es monumental por donde se lo mire, o mejor dicho, se lo escuche: rock and roll a tope y con un buen gusto sublime. Desde acá me saco el sombrero porque todos los músicos se pasaron anoche. Temas como «La Celestina» fueron fantásticos, donde a pesar de haber mucha nota de varios músicos, cada una tenía su razón de ser, su lugar, su magia.

Alejandro «cubano» Reyes, Santiago Montoro y Alejandro Moya.

 

Herman Klang

La ruta polifacética recorrió temas de los diferentes discos y etapas y nos mantuvo a todos atentísimos todo el tiempo. En mi opinión, la experiencia de treinta años de música quedan evidenciados en dos aspectos: la soltura y libertad de la que hablé más arriba para jugar con las notas que se le antoja y con toda la parafernalia extramusical y por otro lado la sabiduría de elegir solamente los sonidos y notas que realmente aportan a la música y ni uno más. Eso es algo que suele no suceder en los comienzos de la carrera de un artista y que hacen una gran diferencia en el efecto general de un toque.

Su musicalización de poemas me resulta una genialidad importante. Los poemas de Humberto Megget transformados en canciones, por ejemplo, son brillantes. Es muy misterioso que ella juega con sus sonidos extraños y una los recibe como una sucesión lógica de acontecimientos musicales. La guitarra de «cubano» Reyes en «Legión de girasoles» fue algo de alquilar balcones. Si recuerdo bien, fue en ese tema que Rossana se acostó en el piso a gozarse con esas notas. Fue un deleite.

Estuvo presente Teresa, claro. Acompañada por Herman, Rossana cantó tremenda canción lírica a la vez que manejaba al títere. Son esas cosas suyas que te dejan helada.

Más adelante sucedió algo hermoso: desde el público, con un micrófono que alguien le acercó, su mamá cantó con ella el tango Cambalache. Fa. ¡Qué preciosa la voz de su mamá! ¡Muy bueno estuvo eso! Me dieron ganas de un día verlas juntas en el escenario.

Pocos temas después Rossana y sus músicos se despidieron diciendo que nos esperan encontrar el 4 y 5 de setiembre en el Tartamudo. Así que ya saben… si alguien se perdió este show, puede ir agendando, cosa que de corazón le recomiendo. Rossana es una artista como pocas y tiene la buena costumbre de estar acompañada por músicos excelentes. Todo en sus shows es disfrutable, todo.

Esta crónica fue escrita para Cooltivarte.com, a quienes les agradezco la confianza que depositan en mí para narrar las maravillas musicales que pasan en esta ciudad.

Todas las fotos que aparecen en esta crónica son de Ivonne Morales (Jáibon Fotografía).

Sálvense ustedes: Herman Klang y Gustavo Etchenique

Llegar a un lugar nuevo genera cierta expectativa. Mucho más si uno está llegando algo tarde y nota, a medida que sube los escalones de una escalera con aire algo misterioso, que hay un silencio absoluto.

Así llegué a un espacio muy agradable a varios sentidos. Para el olfato, incienso. Para los oídos, Mandrake y El Príncipe. Para la vista, medias luces, vinilos, botellas, alfombras, espejo, velas y luces tenues de colores. Para el gusto, beberaje. Para el tacto y la cinestesia: almohadones, colchones, un puf.

Seres humanos todavía no había. Fue un acierto haber llevado mi acompañante fiel, mi Kindle, pues aproveché para leer, en ese ambiente que invitaba a la introspección, durante una hora y media, uno de los libros que tengo empezados. Mientras tanto, muy de a poquito, iba llegando más público a la que sería mi primera experiencia de exposición a la música de Herman Klang.

La primera vez que escucho a alguien en vivo paso buena parte del toque adaptándome a su manera de viajar. Si bien eso me sucedió en ocasiones, de alguna manera el paisaje no me era del todo extranjero, evidentemente por la presencia de Cheche, pero también por algo más que se le podría llamar «uruguayez musical». Hoy convergieron el candombe, la murga y el tango, y un montón de cosas no etiquetables pero reconocibles como nuestras.

Algo que leí hoy antes de que empezaran fue lo siguiente: «No busques el porqué. En el amor no hay por qué, no hay razón, no hay explicación, no hay soluciones» (de Anaïs Nin, Henry y June). Es evidente que en la música tampoco. Y aquí sería coherente que se terminara esta narración.

Pero como hoy no viene de coherencia la cosa, les cuento que había dos velas. Una bien cerca de Herman, adentro de un vaso con tallado vertical, encima de una mesa baja que estaba a la altura de y cerca de un parlante. Otra vela, también adentro de un vaso, una pizca más alejada. La vela que estaba más cerca se pasó toda la noche acompañando la música tanto con su llama danzante como con la sombra particular que reflejaba en la pared: una especie de teclado movedizo. La segunda vela estaba casi impávida. Apenas la movían algunas notas especiales. Con los humanos que estamos del lado del público es igual. Algunos dejamos el alma con cada nota que cruza el aire y otros somos más calculadores, quizás «robamos piques», y salimos a opinar sobre esto o aquello. Hoy estoy más cerca del parlante, así que aténganse a la ubicación.

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Me resultó fascinante que no hubo un tema que me llevara por el mismo lugar del otro. Cada uno requería partes diferentes de mí. Eso es muy interesante de experimentar desde el público. Cada pocos minutos uno se tiene que instalar en una nueva forma de escucha.

Me gustó un montón la relación de Herman con sus notas en el teclado, con la ejecución de esas composiciones que parecen muy complejas desde mi rincón de ignorancia consciente en cuanto a armonías y construcciones musicales. Y para ponerle el moño a esas genialidades, quién mejor que Cheche con su musicalidad apabullante.

Cheche ponía y sacaba partituras. Pero no eran la típica partitura de batero: Intro (tantos compases), Parte A (voz), fill, Parte B, etc. Eran las mismas partituras de Herman. Los apoyos de Cheche a las melodías, y también a las armonías, son algo extraterrestre. Estos dos seres de luz se mandaron unas series de compases tocados al unísono que a mí me dejaron el corazón al galope.

Para Cheche cada golpe es un sonido, no hay ninguna nota que no tenga una razón musical de existencia. Él está completamente por dentro de la canción todo el tiempo de una manera extrema, tanto que la batería parecía afinada con el teclado y con la voz, y con las notas específicas que necesitaría para acompañarlas. Claro que no era así, pero el arte de Gustavo es tal que parece que se hubiese comprado los platos afinados en la nota exacta para poder tocar ciertas notas. Hasta los aros parecían afinados, jua. Me río porque suena loco, pero juro que parecían.

Hubo unísonos que me emocionaron tanto que tuve que anotarlos para poder revivir la sensación: el High-Hat (HH) abriéndose apenas un poquito, apoyando el acento de las escobillas sobre el tambor. El HH con el splash. El HH con el bombo. El HH con el aro del redoblante. El bombo con el aro del redoblante. Y contratiempos que me hicieron emocionar.

Hubo candombes que me arrancaron el alma y la dejaron bailando encima de la vela. La versión de «La luna vino al candombe» fue de una belleza tal… Los dos se mandaron unas creaciones conjuntas en este tema que fueron una delicia. Cheche tocando con un hot rod en la mano derecha y con la mano izquierda, apoyando las melodías de una manera deliciosa y por momentos sonando a una cuerda completa de tambores, mientras Herman hacía magia (que lamentablemente no sé describir con palabras) con su instrumento.

Me vine de este toque profundizando algo que vengo observando en mí y en otros: El lugar desde el que surgen las cosas, en este caso la música. No siempre surge del mismo. Por momentos surge de la mente y es algo netamente cerebral. Por momentos viene del corazón (y llega al corazón sin pedir permiso). A veces nace más de las tripas y otras veces surge de un lugar más sexual, conquistador. Otras veces aparece muy plantada en la tierra. A los sonidos graves del cajón peruano tocado por Cheche en uno de los temas lo sigo sintiendo, dos horas más tarde, en mi plexo solar. Y así, cada canción o parte de canción me fue paseando por todos los estados y lugarejos energéticos. Tremendo viaje, que agradezco.

No estoy del todo segura de si hubo improvisación o no. Si la hubo, fue de una perfección indescriptible. Y si no hubo improvisación, entonces es igual de apabullante el efecto de libertad y comodidad que estos dos músicos lograron con algo muy ensayado.

En fin, me queda claro que quiero escuchar más de Herman Klang. Y que a Cheche lo seguiré yendo a escuchar y ver en cada oportunidad que tenga. Momentos musicales como el de hoy son un privilegio extraordinario que me alegro muchísimo de haber presenciado.

MINIMALmambo en Lalá café con libros

MINIMALmambo en Lalá café con libros

 

Foto: Ivonne Morales y Agustín Cuervo

Foto: Ivonne Morales

 

Noche ventosa pero estrellada a más no poder. ¿Que eso no es antagónico? Puede ser, pero a mí me sorprendió que ese viento no trajese nubes.

Lalá café con libros es uno de los rinconcitos encantadores de esta ciudad. Muy poquitas mesas, propuestas ricas y ¡libros! Sí, sí, libros. Qué genial. Una se siente a gusto ahí.

Y en ese lugar íntimo anoche hubo ese banquete musical pantagruélico: MINIMALmambo, la gigante banda de Rossana Taddei y Gustavo Etchenique (Cheche) que nos deleitó con sabores muy variados, recorriendo sus discos MINIMALmambo y Pescando en el cielo.

Rossana y su despliegue de dotes me volvió a hipnotizar. Mire que he visto a estos dos seres chiquicientas veces ya, y siempre quedo embobada y admirada de todo el arte que ella domina al ponerse detrás de un micrófono. Es admirable su simpatía, sus permanentes ocurrencias que emergen como a borbotones y con un humor fantástico, su comodidad extrema con la voz, sus agudos hermosos, sus graves íntimos, los arreglos musicales endemoniados que se manda con todo tipo de parafernalia: corneta, shaker, castañuelas, semillas, un timbre (sí, un timbre), y su guitarra, que a mí me vuelve a impactar cada vez por el ritmo arrollador que logra en sus acompañamientos. Un capítulo aparte son las musicalizaciones de textos de poetas varios. Anoche, además, nos dio una clase cultural al respecto de la tarantella y hasta nos recomendó ver esta documental: https://youtu.be/dyDXNUeJ5_s.

Yo me sigo pellizcando en cuanto a la bendición que significa tener la oportunidad de ver y oír a Gustavo Etchenique a una distancia de 2 metros, haciendo la magia increíble que hace al crear a dúo con Rossana. El despliegue de sabiduría percutiva es muy fuerte. En primer lugar, tiene un metrónomo adentro del cerebro, lo cual ya es una característica esencial para un batero pero él logra que eso termine pasando a segundo o tercer plano. La creatividad y la sensibilidad que tiene es de otro planeta. Anoche, a mi entender, llegó al colmo del baterista genio: En un par de compases utilizó la vibración de la bordona para acompañar la voz de Rossana. Y como a la bordona se le ocurrió ir bajando su “redoble” natural quizás un par de tiempos antes de lo necesario, él se las ingenió para estimular el parche de tal manera de que siguiera sonando ese par de segundos extra. Chapeau, Etchenique. Pero esto es un detalle más de los suyos. Lo que impacta es la solidez sensible, los matices de volumen, el groove –mejor dicho la infinidad de grooves–  y bue, cuando le llega el turno al candombe, la mínima uruguayez que corre por mis venas bulle llevándome al éxtasis musical. Anoche en particular al sonar el tema “Uruguay” cerré los ojos y aquello sonaba a una cuerda de tambores y un baterista. ¿Cómo? Qué sé yo, pero así era. Y tanto era así que nos enteramos de que algún vecino “se quejó porque había tambores en la cuadra”.

Si quieres, en este enlace puedes leer un intercambio con Etchenique donde cuenta cosas que me parecieron muy interesantes, sobre sus comienzos, sus maestros, etc. https://clubdebateristasdeluruguay.wordpress.com/2012/09/19/entrevista-a-gustavo-etchenique/  y la reseña de la clínica espectacular que nos regaló ese mismo año, junto a Carlos Quintana, también con la participación de Rossana:  https://clubdebateristasdeluruguay.wordpress.com/2012/10/07/resena-de-la-master-class-de-gustavo-etchenique/

En marzo de 2013 yo escribía: “Si tengo que describir el disco [MINIMALmambo] en pocas palabras, elijo: fresco, positivo, optimista, creativo, diferente, auténtico, profesional, original, imprevisible, MUSICAL. Si tengo que describir el show en pocas palabras, elegiría las mismas y le agregaría: divertido, interesante, íntimo, generoso y con una energía divina contagiosa que se queda instalada por días en la piel”.

Sigo pensando y sintiendo lo mismo, y agrego una mención a un complemento de índole más energética: la química que tienen ellos dos es tan pero tan bonita de presenciar. El pecho de todos se expande al sentir ese amor que fluye en el escenario. Supongo que ese ingrediente tiene mucho que ver con el efecto que tiene la música en el alma de quienes nos acercamos voluntariamente para ser hechizados. Este video muestra alguito de esa magia: https://youtu.be/JRnbbvIURNM

Anoche comentaron sobre sus próximos toques:

25 de abril en la IMM con banda. Quinteto con Herman Klang, Santiago Montoro y Alejandro Moya.

Y en formato Minimalmambo: 8 de mayo en Casa de la Cultura de Maldonado y 14 de mayo en El Galpón.

Mi sugerencia a corazón abierto es que vayan.

Posdata:
Documental disfrutable a más no poder sobre la grabación de “Pescando en el cielo”:
https://youtu.be/803xuYf0GpE

Hermosa locura baterística

El año pasado Martín Cruz, un baterista de muy buena trayectoria en Uruguay, armó un grupo de Facebook: Club de Bateristas del Uruguay. Y yo terminé ahí también no sé ni cómo. La cosa es que al ver la buena onda que reinaba en ese recinto virtual propuse reunirnos a intentar trasladar ese intercambio maravilloso a la «realidad real» ;), cara a cara. La idea había sido sugerida por varios antes, obviamente, pero los tres locos que encaramos subirnos las mangas de las camisas fuimos Martín, José Schmid y yo. Y de ahí en más hemos tenido instancias de euforia, de alegría suprema, de angustia, de stress, y de muchas emociones más.

Tuvimos la enorme suerte de contar con Paula de Kalima Boliche, que nos ofreció el lugar sin pedirnos absolutamente nada a cambio. Con el Pelado Meneses que nos hace los afiches con todo el cariño del mundo. Y con Agustín Cuervo, Josefina Tramontín y Simón Berton quienes han dedicado parte de su tiempo a sacar fotos y permitirnos recordar mucho más claramente estas instancias que han sido archi interesantes.

Arrancamos con la clínica de Martín Ibarburu, que superó por completo todas nuestras expectativas: se llenó, Martín estuvo horas pasando todos los piques imaginables, etc. El clima fue alucinante y salimos todos eufóricos.

Luego fue la clínica de Gustavo Etchenique. Gustavo llevó de invitado a Carlos Quintana y fue un goce aquello. Una clínica completamente diferente a la de Martín, que estuvo solo, pero igual de disfrutable y salimos en un estado de asombro y bobera que se parecía mucho a un estado de enamoramiento profundo.

Después Nico Arnicho dio la suya, con una generosidad absoluta. Nos contó y mostró qué había aprendido en cada uno de los lugares a donde fue a estudiar música (África, Portugal, Brasil, etc.) y pffff, salimos con el corazón repleto de agradecimiento.

La última clínica del 2012 la dio Mape Bossio. Salado profesor… enseñó cosas super útiles, con una buena onda maravillosa. De nuevo lo que más sentimos ese día fue agradecimiento… por todo, eh? Por Mape, por la gente que fue, por el intercambio generoso. Todo muy bello.

Empezamos el 2013 con una clínica de lujo. Albana Barrocas presentándonos una música que para un par de nosotros era completamente desconocida. Esa noche yo conocí a una persona música realmente maravillosa.

Y anoche, 10 de mayo, tuvimos la clínica dada por Fede Rabaquino, de la cual salí completamente extasiada. De su generosidad también (nos enseñó cómo hace sus trucos de palos, nos enseñó piques de lo que él toca, etc.) y de su alegría y creatividad contagiosas.

Creo que los músicos son seres muy especiales. Tienen una manera de andar por la vida bien particular: un poco inocente, un poco loca, un poco de otro planeta. Me siento muy afortunada de que a pesar de que mi vida profesional tomó rumbos muy estructurados, quizás involuntariamente o quizás no tanto, tengo esta oportunidad de compartir instancias mágicas con estos seres mágicos.

Los bateristas ven las reseñas de todo esto en el blog del Club, pero para mis amigos no bateros, les pongo aquí el link para que si quieren echar un vistazo de algo que me hace vibrar de manera muy especial, puedan hacerlo. http://clubdebateristasdeluruguay.wordpress.com/

(Estoy esperando parte de las fotos de anoche para hacer esa reseña, pero en breve estará arriba).

Está bueno que la gente con intereses comunes se junte y haga cosas, ¿verdad?

MINIMALmambo

Mañana miércoles 6 de marzo será la última oportunidad, al menos por un rato, de escuchar y ver MINIMALmambo… un show de Rossana Taddei y Gustavo Etchenique que me encanta. Y yo me boludeé mal y no fui todavía a buscar mi entrada a la Sala Zitarrosa, así que aquí estoy cruzando los dedos para que mañana todavía queden y pueda disfrutarlo una vez más. Ojalá.

Todo tiene su momento en la vida y a fines del año pasado me llegó el momento de gozarme con este dúo, al que nunca antes le había dado pelota. Había escuchado alguna cosa suelta de Rossana, había escuchado a Gustavo con Jaime… pero a ellos dos juntos, nunca. Y el año pasado después de la clínica de batería que me fascinó, fui a verlos al Tartamudo. Y lo mismo al viernes siguiente. Y me regalaron el CD, y a su vez yo también lo regalé (otro, no el mismo!), y ese CD ha sonado fácil un centenar de veces en mi casa. Y luego en Paullier y Guaná y luego en la rambla de Trouville, y así vamos… Y cada vez, me encanta.

Es mucho lo que me gusta de MINIMALmambo, tanto que varias veces he pensado en escribir esto y me he achicado por la enormidad de la empresa. Pero como mañana es este último show antes de que se vayan de viaje, lejos de Montevideo, creo que será mejor que resuma, pero que hable de una vez o se me quedará atragantado.

Si tengo que describir el disco en pocas palabras, elijo: fresco, positivo, optimista, creativo, diferente, auténtico, profesional, original, imprevisible, MUSICAL.

Si tengo que describir el show en pocas palabras, elegiría las mismas y le agregaría: divertido, interesante, íntimo, generoso y con una energía divina contagiosa que se queda instalada por días en la piel.

Algo que me llamó especialmente la atención: en este CD (y show) Rossana musicalizó al menos 3 textos de escritores uruguayos (Sara de Ibañez, Humberto Megget, Alfonsina Storni) , generándome un poco asiduo sentimiento de pertenencia, que me sorprendió. [Alfonsina Storni no era uruguaya, ver comentario corrigiendo bestialidad debajo de esta entrada].  La presentación de Rossana, además, me causó mucha curiosidad… aunque admito que todavía no busqué nada de todo lo que esperaba leer. Estas 3 canciones son obras de arte y desde mi punto de vista, una demostración de creatividad extrema, tanto por parte de Rossana como por parte de Gustavo, que colabora con su batería a construir el carácter perfecto para cada canción de este disco.

Rossana se arriesga con desparpajo casi en cada tema. Algunas veces con unos agudos impresionantes, otras veces simulando un instrumento de viento utilizando únicamente sus cuerdas vocales y su aparato respiratorio; otras veces improvisando con Teresa, un títere de características particulares (que no develaré, para no restar sorpresa al show).

Los temas de Rossana tienen todos los ingredientes necesarios para que a mí me gusten mucho: son algo románticos, optimistas, de lo más variados rítmicamente, con letras inteligentes y sensibles. Rossana tiene un ritmo impresionante tanto al cantar como al tocar su acompañamiento en la guitarra y Gustavo Etchenique la gasta con la batería, con su manejo de las escobillas, con su tiempo perfecto, con su sensibilidad para co-construir la canción como una totalidad compuesta de melodía, ritmo y letra. Pero no, no voy a hacer una deconstrucción ni de lo que hace ella ni de lo que hace él, entre otras cosas porque sería una atrevida.

Yo creo que queda muy poca gente sin haber escuchado MINIMALmambo al menos en Youtube (que no tiene NADA que ver con verlos en vivo!). Pero si queda alguien y duda si ir mañana o no, les pido que vichen algunos de los videos que hay en este canal de Youtube. Yo voy a compartir el tema Uruguay/Lo dedo negro, que me gusta mucho, porque me llena de esperanza… pero todos, realmente todos, son hermosos.

youtube=http://youtu.be/-Bn4zW8O4s4

Y Luz que llega porque el ritmo es divino, la letra es divina, y advierto: después de escucharla una vez, se instala ahí, en el algún lado del cerebro, y es imposible no encontrarse tarareándola durante días completos… así que escúchenla pero ya saben, je.

http://youtu.be/dZ2DUA1yOmM

Bueno, ojalá mañana encontremos entradas. Y en caso de que no, va por acá mi agradecimiento a estos dos seres especiales por las muchas horas de emociones (y hasta lágrimas) que me ha generado este disco y los shows que vi en el último tiempo. Que tengan muy buen viaje y experiencias bonitas. Acá los estaremos esperando cuando vuelvan.

Gustavo Etchenique

GUSTAVO ETCHENIQUE

Como verán, hoy me colgué con Gustavo Etchenique.

Bueno, aquí hay videos para todos los gustos en cuanto al tipo de música, y seguramente coincidirán en que el baterista/percusionista es un lujo.

http://www.youtube.com/watch?v=ZULwghlGTUU&w=640&h=390

http://www.youtube.com/watch?v=TSF5xhT9WyQ&w=480&h=390

http://www.youtube.com/watch?v=dZ2DUA1yOmM&w=640&h=390

http://www.youtube.com/watch?v=FuUedQEsr4w&w=480&h=390

http://www.youtube.com/watch?v=Cx-GwGVVRYA&w=640&h=390