Magia Ibarburense en formato de CD: Ultramarino

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Foto: Florencia Veres

El Trío Ibarburu: Andrés en el bajo, Nicolás en la guitarra, Martín en la batería, junto con Juan Pablo Di Leone en armónica y flauta se mandaron tremenda presentación del disco “Ultramarino” en la Sala Hugo Balzo, el día 29 de julio. Tocaron todos los temas de este último disco y también algunos de “Huella Digital”.

El aplauso del público al terminar el primer tema, y el segundo, y el tercero, duró lo que normalmente dura un aplauso al final de un concierto. Su música es algo descomunalmente bella a lo que se le agrega un cariño enorme por parte del público. Son queribles por su calidez y por esa sencillez y humildad que no deja de asombrar.

Entre el 29 de julio y hoy, 25 de agosto, una sucesión de hechos me fue impidiendo escribir esta reseña. Hoy finalmente encontré el momento perfecto. Sin embargo constaté, con gran desilusión, que la grabación ayuda-memoria en la que confiaba para este relato trasnochado decidió no existir.

Ante esta circunstancia, me quedan dos opciones: una, dejar la página en blanco; la otra, hacer una reseña del disco en sí. Con cierto atrevimiento, opto por la segunda, con la esperanza de animarlos a buscarlo y escucharlo, porque es, de veras, un disco esencial y demasiado hermoso como para pasar por esta vida sin conocerlo.

El universo “Ultramarino” está constituido por 9 galaxias, que se llaman: Membrana, Komora, Otro mar, Neurology, Mandala, El zorro, Nuevas cuerdas, Snorkel y Para rumbear mi camino. En los nueve temas se oye algo nuevo, que complementa perfecto lo que ya conocíamos de ellos: un saboreo más pausado de los sonidos y una maestría muy particular en cuanto a cómo los sonidos comparten y conviven en ese espacio multidimensional. Hay menos urgencia y hay en general menos cantidad de sonidos que antes y un arte aumentado en cuanto a la creación musical en su totalidad.

Membrana es una composición de Nicolás que tiene una magia increíble. Lo más sano para hacer con la música es sentirla y no describirla, pero haré mi intento de explicar lo que en esta canción me hizo sentir especialmente feliz. Este tema podría tomarse como ícono de lo que constituye a estos músicos y sus influencias. La canción tiene en igual medida carácter de candombe, de folclore y de jazz, y es en cinco tiempos. Además, tiene un ritmo marcado y simultáneamente una melodía dulcísima que comparten entre la guitarra y la armónica. En la entrevista que pudimos hacer antes del toque, contaron que no fue una búsqueda consciente la de conjugar todos esos elementos; la aventura de Membrana sí estuvo guiada por los cinco tiempos pero el resto emergió simplemente porque es su esencia, y ya sabemos que solo puede surgir a la superficie aquello que se posee en el interior. En este tema Nicolás toca guitarra eléctrica, también con ebow, y acústica. Los sonidos que logra él con sus guitarras y la combinación de ellos con la armónica de Juan Pablo son un deleite melódico, que cala tan profundo que emociona muchísimo. A su vez, la conjunción de Nicolás con Martín en especial pero también con Andrés en cuanto a la intención de cada apoyo, de cada corte y de cada arreglo es perfecta. El si se quiere “contraste” entre el agudo de la armónica y las guitarras y la profundidad de los toms de la batería es algo bellísimo. Eso y que ninguna nota topa a ninguna nota. No hay ni por un instante una insistencia ni petulancia por parte de ninguno de los instrumentos. Cada nota está en su sitio, compartiendo el espacio ese, multidimensional, y juntas, en perfecta armonía de presencias, crean esta belleza extraordinaria. Me parece especialmente llamativo que las frases musicales están verdaderamente co-construidas por todos los instrumentos. Algunas son rematadas por el redoblante o algún tom de la batería, otras por el bajo. Por supuesto que la guitarra y la armónica también, pero eso es más esperable. Lo de que frases que comienzan dichas por la guitarra o la armónica terminen de decirse por el bajo o la batería es algo que me resultó maravilloso. Hay una musicalidad aquí que supera cualquier cosa que yo haya escuchado en mi vida.

Komora es una composición de Andrés, extraordinaria. Arranca con el charleston de la bata y la guitarra y por esos instantes una siente, auténticamente, que no hace falta nada más. Suena hermosa esa dupla hasta con algo tan minimalista. Luego se transforma en la antesala perfecta para que cuando entra el bajo, una casi se quede sin respiración. Cuán bello suena ese bajo. ¿Y cómo puede a la misma vez ser el ritmo y ser la melodía, haciendo tan hermosas ambas funciones? Otra cosa que se disfruta desde el primer instante es el balance de la batería en los dos canales. Está muy bien grabado y no sé si es solo por mi chifladura natural pero que la batería se administre de esa manera entre el canal derecho y el izquierdo a mí me dio la sensación de algo cuatridimensional (las 3D que conocemos tan bien y una dimensión extra que incluye esa otra cosa que se genera en este disco). El diálogo entre la bata y el bajo en este tema es impactante al comienzo. Después entra con más garra la guitarra de Nicolás y una ya no sabe cómo hacer para poder absorber todo eso y no perderse detalle. Nicolás solea y el mundo se detiene. A eso hay que agregarle que el bajo y la bata siguen haciendo una magia impresionante y auténticamente dan ganas de pasar el tema en cámara lenta. Entonces los demás achican un poco y Andrés se manda un solo hermosísimo. Y cuando ya se siente que aquello es demasiado, Martín nos regala un solo de su instrumento mágico y el mundo no puede ser más perfecto. El charleston en este tema me deleitó. En esta pista Agustín Ibarburu toca “monotron”, que lamentablemente yo no pude diferenciar. Me recuerda a la época en que, decenas de años atrás, no era capaz de diferenciar el sonido del bajo. El observador crea su mundo según los recursos que tiene. En lo personal por ahora me faltan recursos para poder identificar al monotron.

Otro mar es súper alegre, súper para arriba. El candombe sigue diciendo presente y fusionándose con el jazz. En la tapa dice: “Cuando nos juntamos en Praga por primera vez, Nico completó este tema una noche en el jardín”. Seguramente estaban muy felices por el rencuentro porque lo que se siente al escucharlo es una alegría emocionada. Martín toca batería, tambor piano y chicos. ¡Cómo suena! Es como si hubiesen diecisiete músicos y no uno. Candombe que podríamos bautizar como “Candomartín” o “Martímbe”: fresco, alegre, bailable, contundente, con su ingrediente pop y jazz a la vez y con una profundidad esencial que lo identificará siempre. ¡Belleza de la vida musical uruguaya! Nicolás produce perfección sonora, que auténticamente acomoda células y almas a su paso. Las notas que surgen de su guitarra tienen una convicción total y un cuidado muy bonito. Siento como si una mano firme me agarrara, con delicadeza, y me llevara a conocer mundos nuevos. Y Andrés la descose con ese bajo que es también firme, creativo, melódico, increíblemente poderoso, siendo a la vez dulce y sensible. Qué sé yo… por momentos es demasiado el éxtasis que genera este disco.

Neurology es un tema con gran densidad de notas. Lo loco del asunto es que a pesar de tener muchísimas notas a una velocidad importante, el aplomo del que hablaba al principio sigue presente. Encontrar aplomo en un candombe tan rápido debe ser cualquier cosa menos fácil, pero no da la sensación de que les resulte un esfuerzo ni nada parecido. Creo que se puede decir sin riesgo a equivocarse que estamos siendo testigos de algo muy especial que hacen estos tres seres de luz. Una amiga muy querida, a quien le agradezco con el corazón exaltado y agradecido que me haya regalado esta joya de disco, me dijo el día de la presentación: “En un futuro los van a estudiar como un fenómeno musical”. Es muy probable que tenga razón. Yo agrego: el fenómeno está sucediendo ahora. Si recién los estudian en el futuro es por ese empecinado gesto de idiotez que los seres humanos desarrollan frente a los artistas especiales. Pero volviendo a Neurology, me resulta algo insólito cómo pueden tocar tantas notas a esa velocidad y que ninguno pise a ninguno, que cada nota tenga su razón de ser y su lugar específico, y que cada uno de los tres pueda contribuir como lo hace a la creación de una pieza tan pero tan hermosa. Creo que el mejor resumen es que es un tema para pirar, para gritar, para saltar de la alegría.

El quinto tema del disco es Mandala. Aquí, Nicolás toca guitarra acústica, Andrés un bajo fretless y Martín el cajón. Este es un tema más manso que Neurology, como para que no nos estalle el corazón (gesto que se agradece), pero el detalle es que igual, a medida que van pasando los segundos, el corazón empieza a desbordarse, a pesar de la inicial aparente inocencia de Mandala: el sonido del cajón es demasiado bonito como para no sentir alteración, y la guitarra y el bajo tocan unos unísonos de esos que te desgarran el alma a fuerza de belleza. Por momentos vuelven a hacer esto impresionante de que la guitarra arranca una frase y el bajo la termina o viceversa y ¡pffff! No hay palabras ni que se acerquen a explicar la sensación física que se vive escuchándolo. Alineación circular y vibración total, quizás. Con Mandala me permití observar en qué centros energéticos sentía más cada instrumento y si bien hay momentos en que la guitarra resuena solo en los chakras superiores (al principio, sobre todo) y momentos en que el cajón resuena claramente en el tercero, tengo la impresión de que es el bajo el que los junta a todos en un efecto mágico que a partir de unos poquitos segundos de haber empezado el tema hace que los siete centros se sensibilicen de un modo supremo e increíblemente disfrutable.

El zorro tiene un fraseo archioriginal y genial y es el tema en el que escuchando el disco, me pongo a llorar cada vez. Me encantaría saber si fue el mismo en el que pianté el lagrimón (que después no podía detener) en el concierto. Todo es perfecto: las melodías tocadas por el bajo son impresionantes, el sonido y la penetración en las células de la guitarra es de morirse y la batería tiene indudable influencia divina. ¿Cómo puede Martín oír todo eso en su alma? Y después, ¿cómo lo plasma así?… es demasiado. Esta galaxia tiene un groove tan gozado que da gusto estar vivo un ratito extra solo para poder escucharlo una vez más.

En la tapa dice que Nuevas cuerdas fue un experimento sonoro grabado de a partes, un poco acá y otro poco allá. La verdad que no hay manera de darse cuenta de que fue grabado así. Podrían estar los tres en la misma sala. Lo que más me sorprendió es que tiene un dejo de tristeza y es extraño que un experimento grabado por partes pueda transmitir esa emoción de esa manera, con una unidad muy potente. Pero bueno, aceptemos que no todo en la vida tiene explicación.

La galaxia 8 se llama Snorkel y es un tema de Nicolás Ibarburu y Nicolás Varela. Está grabado con Martín en cajón, Andrés en bajo fretless y Nicolás en guitarra acústica. Con este tema en particular me pasa que al escucharlo, lo veo a Martín tocando el cajón en el concierto. Es una demencia lo bien que toca, cómo genera matices asombrosos con esa caja de madera, y el sonido tan increíblemente dulce que produce. Y como me sucede a veces, la realidad es que en este tema se me nublan los sentidos para los otros instrumentos. Por instantes noto la belleza del conjunto pero en primerísimo plano tengo al cajón y tan empecinadamente que finalmente opto por dejarla por esa y admitir que ese sonido de mano y madera me pudo tanto que por más que puedo sentir una guitarra hermosa y un bajo bastante juguetón, me voy con el ritmo y sus matices perfectos, que dicen tanto.

Y así llega, sin anestesia, el final de un disco que una no querría que terminara nunca. El último tema se llama Para rumbear mi camino. Martín en la batería, Andrés en bajo y cellos, Nicolás en guitarra acústica, R. Jochmann en piano y Juan Pablo Di Leone en armónica. Es un tema lleno de sensibilidad. Tiene una mezcla de optimismo y nostalgia. Tiene una melodía hermosísima extrapolada con la dulzura del cello y la armónica, y una delicadeza zarpada del piano y de la guitarra. Yo no creo que sea a propósito que se oyen los dedos de la guitarra desplazarse sobre algunas cuerdas en algún momento, pero ¡qué efecto bello tiene eso en mí! En cuanto al cello, amo tanto su sonido en esta creación mágica que va desde acá un pedido especial a incluir más a este instrumento en futuras creaciones del trío. Del minuto 2:20 en adelante hay una creación conjunta entre el piano y la batería que eriza el alma y me hace encargarle al Universo que por favor me permita ser música en la próxima vida. Dudo que haya sido pensado pero bien podría haberlo sido: el final de este tema es de esos que te obligan a ponerle play de nuevo al disco. Es un final que queda suspendido, como diciéndote: “no tenés otra que volver a escucharme”. Y supongo que es por ese final que este disco no se ha movido de mi reproductor en un mes.

A esta joya la podría haber grabado el sello ECM perfectamente. Que estos seres estén tocando en Montevideo es un capricho del destino que bien haríamos en agradecer a conciencia y aprovechar a ultranza. Desde este rinconcito yo les digo un tímido “gracias por existir, Ibarburus… y por las múltiples dimensiones que nos regalaron con Ultramarino. Es enorme la admiración y el agradecimiento”.

Foto: Patricia

Foto: Patricia

Foto de portada: Florencia Veres.

Hablemos de música ultramarina: Entrevista a Trío Ibarburu

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El 29 de julio, en la Sala Hugo Balzo del Sodre, a las 21 horas, el Trío Ibarburu estará presentando su nuevo disco, titulado “Ultramarino”. Sepan desde ya que no se lo pueden perder por nada, nada del mundo.

Al saber que las puertas cósmicas se habían abierto para que pudiera entrevistar al Trío Ibarburu, pensé que era prudente escuchar algunos de los temas del disco nuevo. Claro, puede ser que haya sido una decisión atinada desde el punto de vista de la responsabilidad de ir a hablar de algo conocido, pero fue completamente imprudente en lo que respecta a mantener mi centro emocional. Para cuando llegué a hacer la nota mi contacto con la tierra era efímero y me llevaban en andas la fascinación, la incredulidad, el asombro y especialmente la admiración, que si bien son todas emociones muy positivas y disfrutables, a la hora de entrevistar no son la compañía más conveniente. Entonces, la invitación es a leer una entrevista que tiene como trasfondo vibratorio un estado alterado.

Si bien —como sabemos— el trío está formado por Nicolás Ibarburu (guitarra), Andrés Ibarburu (bajo y cello) y Martín Ibarburu (batería y percusión), en esta entrevista no pudo estar presente Martín. Es así que lo que leerán a continuación es una conversación con Nicolás y Andrés. Sin embargo, con una pregunta en particular sentí que hacía falta incorporar la voz de Martín, así que lo contacté después y pude agregar una respuesta de parte suya.

Patricia Schiavone: ¿Cómo son las composiciones del disco?

Nicolás: Son de Andrés y mías, mitad y mitad.

Andrés: Pero también cada uno desarrolla mucho su parte. Por ejemplo, en los temas que son míos hay cosas que son de él o hay cosas que son de Martín. Ninguno compuso una partitura, nota por nota. Es como una idea original y un concepto.

Nicolás: Y después cada uno desde su instrumento, juntos, construimos el sonido del trío.

PS: ¿Pero en algún momento se escriben los temas?

Nicolás: Bueno, sí, los temas están escritos.

Andrés: Claro, a mí me gusta más escribir, porque como estudio música clásica estoy como más acostumbrado y me siento como más cómodo. Nico labura más de memoria… y también escribe algunas cosas. Que tampoco es todo, ¿no? Son como algunas referencias de algunas partes. Porque es un concepto. En general dicen que eso es del jazz pero la música folclórica en general tiene eso, ¿no? Por ejemplo, cuando un guitarrista te dice: “Yo sé un tango”, lo que él tiene es como una especie de esqueleto, de guía. Después cuando va a tocar, sobre eso él va a elaborar algo. Un buen músico de tango se espera que sea así. En el jazz es como muy típico tener un cifrado, los acordes y la melodía pero en esto no es tan así. Hay cosas que están muy arregladas y muy armadas y hay cosas que son mucho más libres.

Nicolás: Claro, hay partes que están arregladas y luego hay partes que se rellenan con improvisación. Eso es lo que hace también que cada toque sea diferente al otro. Este también es el objetivo de este encuentro: tocar con mucha libertad, improvisar mucho y dejar salir cosas del momento pero siempre con un laburo de arreglos y de composición, de experimentación para buscar el sonido y hacer rendir los temas, que ahí es donde ponemos todo de todos.

Andrés: Además, el disco está grabado con esa técnica. Está la composición, entonces hay como una parte que está armada, pero todo lo que está improvisado en la grabación del disco es así. No es como cuando se graba un disco pop, que se graban varios solos y después se elige uno. Acá es como grabar un disco de jazz: cada uno toca su solo y su improvisación y queda lo que queda. Hay una espontaneidad en lo que queda grabado. Creo que según la música se usan diferentes criterios.

PS: Pero entonces, Andrés, o tienen invitados, o vos tenés un clon que toca bajo y tocás cello a la vez.

Andrés: Eso sí. Hicimos lo que se llama “overdub”, que es que el mismo músico toca de nuevo otro instrumento. Hay temas que tienen dos guitarras o tres guitarras, en los que Nico toca varias veces. Eso sí lo hacemos. Hay temas en que Martín toca la batería y después toca los tambores o percusión.

Nicolás: Pero siempre sobre una toma en la que tocamos los tres juntos a la vez. Y después le ponemos algún adorno, alguna cosa. Te podés dar ese lujo porque es un disco de estudio. Si fuera un disco en vivo, no podés.

PS: Escuché “Para rumbear mi camino”.

Nicolás: Esa es una canción que hicimos con un amigo. Él le puso la letra, la música es mía, y nosotros hicimos una versión instrumental.

PS: ¿Y quién toca el piano?

Andrés: Un amigo que vive en República Checa pero en realidad es Eslovaco. Se llama Tomas Jochmann. Yo he hecho mucho con él allá. Es muy delicado. Es uno de esos pianistas que disfrutan mucho tocar el piano acústico.

PS: En el tema “Membrana”, ¿pusieron voluntad explícita en que ese tema fuera de jazz y a la vez de candombe, y a la vez de folclore y tuviera toques de pop/rock o surgió así porque ustedes llevan todo eso adentro?

Nicolás: Y… yo creo que es eso último que dijiste. Porque se va dando naturalmente y vas volcando cosas. Pero sí, ese tema en particular tiene una cosa medio folclórica, que también es un candombe, pero está en 5, o sea que no es un candombe tampoco… pero tiene aires así de candombe, de repente los fraseos… pero es un ejemplo de bastantes corrientes convergiendo ahí en un punto. Hay varios temas así en el disco.

Andrés: Es que también esas fusiones que decís en la música está bueno cuando suceden espontáneamente, ¿no? Cuando un grupo empieza a hacer algo y vos decís: “Ay, pero esto ¿qué es? Es esto… Entonces viene un crítico y dice “esto es una mezcla de tal y tal”. Pero cuando uno dice “voy a mezclar esto con lo otro…” como que no se puede hacer así. En realidad te sale naturalmente y a la hora de describirlo, ahí empezás a encontrar cosas. Pero la música no piensa ella en sí misma “soy un candombe”, por ejemplo.

Escuchar “Membrana

 

PS: ¿Me contarían cómo nació ese tema?

Nicolás: Sí, Membrana fue una música que yo armé en casa, que después obviamente cuando la tocamos juntos floreció y salieron un montón de cosas más y quedó mucho más lindo el tema, por el tratamiento que siempre les hacemos a las canciones con el trío. Pero fue así, una exploración en eso del 5, buscando un poco… de esas charlas que siempre tenemos con Andrés y con Martín. A veces nos quedamos explorando cosas así, de compases irregulares… mismo en algún almuerzo. Y fue un poco en ese espíritu, explorar por ahí, y salió Membrana.

PS: Qué pena que no está Martín, porque yo me pregunto en este tema “Membrana” cómo será que le habrá surgido tocar eso que toca. Vos lo escuchás y es un candombe, pero a la vez es jazz por la llevada en el plato, por el feeling general. Y sin embargo el tambor ¡es pop!

Nicolás: [risas] Claro. Ahí va.

Andrés: Creo que también está bueno que a nosotros nos pase eso porque es lo que es nuestra cultura. Como latinoamericanos somos una mezcla de muchas culturas, de muchos pedazos de muchas culturas: tenemos cosas de los indios, de los negros, de los españoles, de los italianos… entonces me parece que es lógico que pase eso que vos decís que salgan cosas de muchas vertientes.

PS: ¿En qué encuentran que este disco se diferencia del anterior?

Andrés: Son propuestas completamente diferentes. Para grabar el otro disco lo que hicimos fue encerrarnos en una casa preciosa que nos prestaron en Punta del Este, llevamos el estudio armado y nos quedamos solos con los instrumentos cinco días. Nos grabamos nosotros. Que por eso tiene ese nombre “Huella Digital”, porque es una cosa que tiene mucho que ver con nuestra identidad. Yo nunca había hecho eso de grabar sin técnico. No había nadie por fuera. Limpiábamos nosotros, comíamos la comida que teníamos adentro de una heladera. Sí nos fueron a visitar amigos e hicimos algún asado pero a la hora de laburar, estábamos solos. Sin ni siquiera un técnico. El coloque de ese disco es la concentración de nosotros tres solos. Lo hicimos también por una cuestión histórica, de que veníamos por mucho tiempo acompañando a otros músicos. Ellos nos dieron lugar para nuestra creatividad: Jaime, Rada, etc. pero claro, ellos tienen una personalidad tan grande, y además nosotros tocamos con ellos desde muy jóvenes, entonces como que decidimos arrancar de lo que éramos nosotros sin ninguna influencia externa.

Y este otro disco es una cuestión bien diferente. Porque este es un disco que hicimos mientras yo vivía allá y ellos acá. Por eso se llama “Ultramarino”. Es como a través del mar. Yo vine de visita y grabamos. Después fueron ellos de visita y grabamos allá. Después hicimos algunas cosas por internet.

PS: ¿Cómo la llevan que Andrés viva en Praga?

Nicolás: Bueno, con internet es más fácil, porque tenemos contacto permanente y fluido.

Andrés: Hoy nos acordábamos cuando Martín estuvo en Holanda, que había que llamar por teléfono, encontrar al otro, valía una fortuna. Y además, claro, la comunicación en ese contexto se vuelve una cosa súper concreta. Uno no podía ponerse a contar anécdotas, y ahora con Skype sí. Dejás la computadora en la mesa y es como si fuera una ventana.

PS: ¿Qué es notoriamente diferente cuando tocan entre ustedes tres y cuando tocan con otra persona?

Nicolás: Sin duda que tenemos muchas horas de vuelo y mucha experimentación, camino recorrido juntos, que eso suma muchísimo a la “conecta” pero creo que donde más la siento reflejada es más que nada en proyectos jazzeros de improvisación, donde vos tenés que soltarte para tirar una idea nueva o diferente y al mismo tiempo saber que podés volver con familiaridad, sin irte al carajo y caer en cualquier lado. En ese sentido tenemos mucha conexión y entonces cada uno de nosotros puede abrir diferentes momentos musicales o frases o cosas y siempre estamos enganchados igual. Me parece que eso se da más —por lo menos para mí— que en cualquier otro proyecto en que haya estado.

Andrés: Para mí también. Y agregaría una cosa más. Que hay cosas que siempre hay que estarlas hablando entre los músicos, o explicando, o escribiendo y entre nosotros pasa mucho que hay mucha cosa que directamente no se dice, que es mucho más claro si lo tocás que si lo decís. Incluso nos ha pasado también —pasó el otro día— de tener alguna discusión personal por una cosa extramusical y como que tocando resolvés de alguna manera el problema. Es medio misterioso.

Nicolás: Y sí, se mueven muchas cosas. Con la música se mueve todo, ¿no? La espiritualidad, los sentimientos. Eso es lo lindo también.

Andrés: Se acomodan cosas que por ahí hablando no se acomodan tan fácilmente. Tocando hacés algo que el otro lo entiende, o vos le entendés algo al otro y se crea una conexión y se disuelve ese conflicto. Pasa. Y creo que también pasa con el público. Cuando vas a ver un concierto, a veces se te resuelven cosas.

PS: Les traje algunas palabras y quisiera saber a cuál de ellas la asocian más con este disco: Libertad – Felicidad – Plenitud – Paz – Evolución – Amor

Andrés y Nicolás (a la vez): Evolución.

Nicolás: Todas las palabras están. Pero me parece que al ser un tercer disco tenés que priorizar el crecimiento, la evolución. Este es un disco más evolucionado a nivel de búsqueda, buscamos por otros lados, de intentar otros climas, otras instrumentaciones, que por ahí no están en los otros dos. Por eso me identifiqué con esa palabra. Evolucionar no quiere decir hacerlo más complejo o cargarlo de elementos. A veces es al revés. Evolucionar es vivir lo que estamos viviendo ahora, que es la música con un océano en el medio, como dice Andrés, y siguiendo en esas búsquedas que van a estar más allá de la distancia. Este proyecto es eso: cada vez que nos veamos, vamos a juntarnos a tocar y explorar.

PS: Yo encontré una madurez especial en esos temas que escuché. Un aplomo que me pareció nuevo y como si la fuente fuera más el corazón que la cabeza. “Neurology” tiene muchas más notas pero igual tiene una solidez especial. ¿Cómo surgió?

Nicolás: Ese tema es de Andrés.

Andrés: Ese tema yo lo hice porque quería que tocáramos un candombe rápido con el trío. En ese sentido fue como una cosa que busqué. Pero después también le encontré… A veces la composición es un proceso muy misterioso y es muy diferente para todo el mundo. Pero hay veces que es como te dijo Nico de Membrana, que es como que encontrás algo. Y otras veces tenés algo y construís arriba de eso, sin haber tenido un motivo inicial. Es como que vos lo proyectaste. En el caso de este tema fue más así, de ir a buscar un candombe rápido para tocar juntos. Después el nombre… el que ponía nombres así era Charlie Parker: Ornithology, Anthropology… que en realidad es para ponerle un nombre, usando una palabra que te gusta como suena. En mi caso también tiene el significado de que mi mujer es neuróloga y también tiene que ver con cosas que yo hablo con ella, que es interesante, de cómo funciona el cerebro, señales que se pasan de un lado para el otro, impulsos eléctricos que se van conectando, se hacen como redes.

PS: Supongo que es difícil verse como si no fueran hermanos. Pero les pregunto, ¿qué admiran más uno del otro como músico?

Nicolás: Yo admiro su curiosidad de siempre, de seguir estudiando y explorando mucha música. Nosotros, con Martín, como hermanos menores, toda la vida nos beneficiamos de esa curiosidad. También su originalidad. Me parece que es quien le da el mayor toque de originalidad al trío. Tiene la visión musical diferente a lo estándar.

Andrés: ¡Muchas gracias! Yo lo que más admiro de Nicolás es directamente la genialidad. Cuando algo es especial y es muy difícil entender por qué es especial, ¿viste? Hay cosas que vos ves y están buenas, otras mejores y peores, pero hay otras que son geniales. Ya no tienen medida, ya no se puede calificar o medir. No es analizable. Está como más allá de lo que se entiende o lo que se explica. Que eso también es otra cosa de la música, ¿no? Cuánto entra el lenguaje, cuánto entra la racionalidad y cuánto viene del corazón y cuánto viene del espíritu. Pero la genialidad tiene como algo más, como un sello especial que ta. Que uno lo reconoce pero no sabe explicarlo.

PS: ¿Y qué admiran de Martín?

Andrés: Es una persona que domina el sonido como si fuera… no sé, un barco, un avión, que tiene ochocientos cincuenta mil botoncitos y cosas y el tipo lo hace volar como si fuera una seda, todo, sin chocar contra nada, todo suave, todo perfecto.

Nicolás: Martín es el caso de esos tipos que te hacen sentir que tocás bien. Y en realidad es porque estás tocando con Martín. Aparte que tiene una musicalidad y una administración del fraseo y de las notas que es como muy refinado. Es como que te prende el Rolls Royce y te saca a pasear por la rambla. Te hace sentir como que estás en algo elevado. Es tremendo.

Andrés: Totalmente.

Nicolás: Y también creo que la búsqueda del proyecto, que siempre mencionamos, que tiene al candombe, es esencialmente por Martín, porque Martín es el que hace todas esas adaptaciones del candombe en la bata. Me parece que es el que lleva la parte más importante, más trascendente de esa búsqueda. Y creo que Martín —dicho mismo por Osvaldo, incluso por Hugo—, es como el continuador de esa búsqueda del candombe en la batería. Como muchos bateros, ¿no? Pero sin duda Martín es uno de los referentes en ese aspecto.

Andrés: Sí, en este trío es fundamental. Pasa mucho por ahí. ¡Realmente todo sale con una facilidad! No tranca nada. Al revés, impulsa todo. Y cualquier idea es como que se despliega, sin chocarse contra nada, ¿viste? Todo se vuelve fluido, limpio, cómodo, flexible.

PS: A mí me emocionó que en uno de los temas que escuché hay frases que las inician ustedes dos pero las termina Martín con la batería.

Nicolás: Sí, total.

Andrés: Sí, realmente es una cosa muy increíble. Como un lenguaje del ritmo que no es el típico lenguaje del ritmo que es simplemente acentuar. Hay momentos en que realmente habla con el ritmo. Eso también lo hace en el solo de Huella Digital. Todo el significado está ahí. No hace falta ningún acorde, ninguna melodía. El mensaje está todo en el ritmo. No hace falta colorear eso de ninguna manera; no hay que agregarle nada.

PS: Y vos, Andrés, hay momentos en que llevás la melodía y está buenísimo.

Andrés: Eso es algo que hacemos, que nos rotamos… que dos aguantan a uno. No hay puestos fijos.

PS: ¿Eso surge naturalmente? ¿No está planificado?

Andrés: Sí, son cosas que se dan. Es que ahora estamos como descubriendo todo eso porque nos ponemos a pensar pero en verdad son cosas que pasan solas. No hay necesidad de entender exactamente qué es. Ahora que vos lo preguntás, decís: “Claro, pasa esto”, pero en verdad simplemente pasa.

PS: Después de la entrevista, Martín Ibarburu respondió telefónicamente a mi consulta: ¿Qué admirás de Nicolás y Andrés como músicos?

Martín: Muchas cosas. Como guitarrista, para mí es el guitarrista. Yo aprendí a tocar con él. Mi idea de lo que es tocar la guitarra es lo que toca él. Y lo que me pasa es que conecto con mucha cosa de toda la vida. Cualquier composición de él o solo que haga, o hasta a veces escucharlo acompañar, me conecta con un montón de cosas que hemos vivido juntos. Lo escucho tocar y es como… como eso. Es como una mezcla de admiración con algo muy familiar que siento con él.

PS: ¿Como mellizo sentís que tenés alguna conexión distinta a la que podés sentir de repente con Andrés?

Martín: Es diferente, sí. Pero con Andrés igual me pasa algo parecido, porque aprendimos a tocar juntos. Cuando pienso en una manera de tocar el bajo, es Andrés. Yo toco con muchos bajistas y hay muchos que son excelentes pero siempre tengo que estar pendiente de ensamblar con ellos. Con Andrés no pienso en eso, es como algo muy visceral, de una conexión muy profunda que me parece que viene por el lado ese, de haber aprendido a tocar juntos.

Y los admiro profundamente a los dos como músicos, como compositores. Tienen eso, hacen parecer fácil cosas que no son tan fáciles. Yo me doy cuenta, tocando con otra gente, que no es tan fácil (él se ríe… y yo también, porque pienso en cómo Nico y él dijeron lo mismo uno del otro).

Andrés por ejemplo tiene una cuestión de su fraseo muy salada, muy profunda, como que la agarra por lugares que te sorprenden pero con una conciencia salada, con un piso muy grande en su improvisación. Tiene eso.

Y Nico tiene esa capacidad de tocar cosas difíciles. O aunque toque cosas muy sencillas, las hace sonar mejor. Tiene una capacidad para armar voicings, para elegir cómo armar acordes, cómo tocarlos. De repente puede ser una composición súper sencilla y el tipo siempre le encuentra la vuelta para ponerle algo, un chispazo. Eso de Nicolás me genera mucha admiración.

PRESENTACIÓN DEL CD ULTRAMARINO

La presentación del disco contará con un invitado especial: Juan Pablo Di Leone (en armónica y flauta). A continuación comparto los detalles de día, lugar, hora, entradas, para que nadie quede sin la oportunidad de ir a vivir esto:

Viernes 29 de julio a las 21 horas.

Sala Hugo Balzo (Auditorio del Sodre)

Mercedes y Andes.

Entradas: por Tickantel

Foto de portada: Valentina Romano

Entrevistadora: Patricia Schiavone

Entrevista publicada también en Cooltivarte