Dany López presenta su disco Polk en la Sala Hugo Balzo mañana, 30 de setiembre. A continuación comparto la entrevista hecha para Cooltivarte.com el día viernes 25 de setiembre de 2015.
Detrás nuestro crepitaba una estufa a leña y por la ventana se veía la rambla fría y desierta de Piriápolis. La transcripción es tremendamente extensa, pero el contenido es demasiado jugoso como para cortarlo. Ojalá lo disfruten.
Siempre fuiste de escuchar un montón de música. ¿A pesar de estar trabajando en la música seguís escuchando mucho?
Escucho menos. Cuando era niño escuchaba todo el tiempo y ahora no; ahora escucho muchísimo menos. Escucho música cuando estoy trabajando y cuando la estoy haciendo con otros, con muchos otros. Por lo general la música que escucho es música que no escucha nadie, porque está siendo compuesta por quienes están haciendo sus discos; entonces tengo primicias. Eso es parte del rol del productor. Entonces yo escucho muchísimo esas músicas que aún no fueron escuchadas por mucha gente. Las escucho muchísimo, hasta el cansancio, porque es parte de mi trabajo. Y las crío desde que nacen, desde bebé. Las escucho desde que apenas las leo hasta que se vuelven más fuertes, grandes, y salen a correr por el patio, hasta que no sé… están en el liceo. Las escucho durante todo el proceso. Y estoy mucho rato en eso. Entonces mi oreja queda un poco cansada. Por ejemplo, no me pongo auriculares para salir a la calle porque quiero escuchar la calle y porque me gusta estar con las orejas destapadas, escuchar otro tipo de información. De repente escucho música en el auto. Pongo discos de alguna gente que me copa.
¿Cómo descubrís música nueva?
En una época descubrí mucho a través de Youtube o de internet por referencias de revistas. Seguía la recomendación y me lo bajaba como el peor de los piratas. Porque por un lado, eran discos que no encontrabas en ningún lado y por otro, si te gustaban mil discos no te podías comprar mil discos. No estoy defendiendo la piratería de un modo explícito acá porque sí soy un gran comprador de discos también. En una época compré mucho disco. En este momento soy muy curioso de la música. Cada tanto amigos me recomiendan que escuche algo, lo rastreo, termino bajando el disco, termino comprando el disco. Dependiendo de cuánto me guste el disco, lo compro.
Compro mucha música de acá. Hago una especie de campaña pro artista nacional… si me copa. Incluso compro música nacional aunque no me cope, también. Compro de alguna gente que me cae divino, no me copé del todo pero igual compro el disco, porque siento que están en un camino y yo capaz que no lo entendí del todo todavía, o capaz que no me copo pero está en un camino y el tipo va a llegar y va a hacer algo alucinante, y si yo estoy apoyando eso, está bueno. En mi discoteca tengo abundante música uruguaya.
Cuando decís “no la entendí todavía”, para entender una música no en la primera escucha sino después, hay que escucharla más veces. ¿Vos hacés eso de escuchar una música que no te termina de convencer pero que sentís que tiene alguna cosa para dar?
Sí. Hay músicas que son de un nivel de “horrendez” que te espantan de una patada en el pecho [risas]. Aun a esas las pongo en situación de duda socrática, digamos. Luego, hay algunas músicas con las que me pasó algo que no me conecté pero te dan un indicio de que pasa más. La experiencia me ha enseñado que por lo general son universos complejos, o bosques intrincados, que para entrarles hay que andar por algún sendero más difícil de encontrar. Entonces he descubierto cosas que me han fascinado de esa manera, porque adentro de ese bosque había algo increíble. Pero había que desmalezar ese bosque; entrar al universo. Hay muchos ejemplos así. Te digo con nombre y apellido, Fernando Cabrera es un clarísimo ejemplo de un bosque complejo.
¿Cabrera te gustó de una?
Vos sabés que me gustaron más algunas canciones pero me costó más acostumbrarme a la voz. Me costó mucho que no me gustara Cabrera por la música, porque las melodías son intrínsecamente hermosas. La voz me costó un poco más porque cuando empecé a escuchar a Cabrera estaba escuchando otras cosas de otros lugares donde las voces eran bien distintas.
¿Y hoy qué te pasa con la voz de Cabrera?
La amo. Tuve una especie de conversión. Como aquello de Saulo en Pablo del Nuevo Testamento, ¿viste? De detractor de la voz, en particular, a ser un fan. Me encanta que cante así y me eriza los pelitos cuando canta así. Y cuando me encuentro con gente que está afuera del bosque, hago el esfuerzo. Les digo: “Pero escuchá, porque mirá que cuando encuentres esto, es un tesoro”. Yo creo que eso pasa con muchos compositores. No soy tan Spinetteano pero reconozco que hay un mundo, un universo Spinetteano que hay que entrarle. Si no le entraste, bueno, seguramente te estás perdiendo de algo y no es un universo inmediato. Y hay mucha música así, que no es inmediata.
Bueno, como te decía, tengo esa cuestión con internet. Estoy seguro que democratiza la información. Entonces podés escuchar gente que en realidad sería imposible acceder… o sea, podés entrar en el under de cualquier lugar hoy y en el under pasan cosas buenísimas. Yo cada tanto converso con otros músicos que me dicen cosas como “No, lo que pasa que cancionistas como en la época de los Beatles no hay”. Hay. Están en un lugar de under al que es difícil acceder. Me encuentro con joyas alucinantes en ese universo sumergido. Hay autores de puta madre, que no los conoce nadie… pero genios totales.
¿Qué tiene que pasar para que nazca una canción nueva de ti? ¿Hay alguna especie de patrón? ¿Que, por ejemplo, tengas que estar en determinada circunstancia? ¿O se da normalmente con determinado instrumento musical?
Mirá, no soy un trabajador de la canción ni de la escritura. Debe haber infinitas maneras posibles de componer pero conozco laburadores de la canción y de la escritura, que hacen el ejercicio permanente de sentarse todos los días a escribir o a agarrar la guitarra y luchar con una progresión de acordes, o con no sé qué. Cuando era muy chico capaz que lo hice un poquito, pero ahora no lo hago nunca… ni en cuete. La canción siempre aparece sola. No la voy a buscar nunca.
¿Y qué aparece normalmente primero, música o letra? ¿O no hay patrón?
Mmm, las últimas veces las dos cosas juntas, pero no aparece entero, aparece un hilito… a veces una frase. Apareció un pedacito de melodía con un verso y entonces tu tarea es ir tirando de la madeja e ir tirando y tirando. Lo que aparece en ocasiones es la necesidad de ir al encuentro de un instrumento porque… no sé, es muy raro, como algo corporal. Es una necesidad, un instinto, como un apetito. ¿Viste cuando te vienen ganas de comer una sustancia? Hoy quiero comer sambayón, ponele. Bueno, entonces pasa que sentís hoy quiero ir a la guitarra porque va a salir algo. Por lo general para componer a mí me gusta perderme en la guitarra. Como no es mi primer instrumento, es un instrumento donde fácilmente me pierdo. Me gusta no ir a los acordes que conozco. Voy y me pierdo. Voy a un lugar que no conozco, que no sé cuál es y ahí me meto e investigo. Eso cuando compongo desde el instrumento. Si, ponele, cuando estoy paseando, me viene una frase… cuando tenía perro me gustaba pasear el perro y siempre alguna cosa venía a revolotear. O cuando andás en auto. “Fauna” por ejemplo es una canción de tránsito. Estaba manejando, rodeado de muchos autos. Mucha gente muy demente, otra gente muy gentil, otra gente cruzando en la cebra, la típica madre que adelante pone el cochecito del bebé… la fauna, ¿no? Y bueno, empecé a pensar “Fa, somos una fauna tremenda”, y ahí me vino todo el tema que dice del sentimiento al cuete de superioridad que tenemos como especie y siempre esa cosa llamativa de hacer esa particular distinción de somos humanos como si fuera un reino distinto al animal… que no. Estamos en el mismo reino pero hacemos ese esfuerzo de “están los animales y nosotros”, que a mí me cuesta mucho creerme. Eso me hace mucha gracia, me genera mucha empatía con los animales y me da también una cierta compasión con los humanos que tenemos esa patética soberbia y que la padecemos en nuestras relaciones y bueno. Entonces, por ejemplo, “Fauna” bajó entera andando en auto desde el centro hasta mi casa. Vivía en esa época con mi mamá y ella tenía un piano de cola hermoso en el living. Llegué, me senté en el piano y salió entera. Después la grabé con guitarra porque me sonaba más para un costado folclórico, como una especie de chacarera.
Tengo la teoría absoluta de que la melodía es la reina. Bah, no. La reina es la canción. Es una monarquía matriarcal y la melodía es la princesa. Entonces, desde ese lugar que yo miro las cosas, aparece una melodía y la melodía manda. Después me ordena todo el resto. Va ordenando la progresión armónica, y todo va funcionando desde ahí. Después suceden todas las excepciones a la regla que se te puedan ocurrir.
“Libélula”, por ejemplo, bajó entera. Con texto y música. Estaba afuera, en casa de balneario, con la guitarra acústica en un living que resuena muy lindo, tiene un reverb muy bonito. Venía de la playa. Hay una estación del año en Punta del Este, entre febrero y marzo, que hay mucha libélula que ya le pasó la hora y las encontrás a todas con las alitas ahí, reposando en la arena. Y es una imagen muy linda, muy tierna… muy tremenda también. Y muy bella. Porque es un animalito absolutamente bello y como totalmente sutil y frágil. Bicho más metafórico que la libélula… que a parte vive toda una vida de capullo para volar creo que no más de un día o dos. Tiene una vida de vuelo, adulta, muy escasa. Llegué a casa, agarré la guitarra y bajó entera. En ese caso a la progresión en la guitarra la pedía la melodía, ¿no?. Es una progresión muy “acaetanada”. Yo me la imaginé como una especie de bolerito hecho por Caetano Veloso. Después le quité un poco ese tufo, lo dejé más como una especie de samba a lo Joao Gilberto, con una batida muy sobria y quedó así. Es una especie de samba melancólica de Joao Gilberto Caetanesca. La magia de esa canción es la melodía. La gracia está ahí. La melodía es como el vuelo del bichito. Para mí es la melodía la que como lengua de sapo fue formando la canción. O no sé cómo fue bien. Capaz que fue a partir de la palabra “libélula”, que es una palabra hiper sonora. Supongo que en ese caso la palabra libélula armó la melodía: Li-bé-lu-la… Sí, seguro.
Tus canciones, y cuando digo tus canciones digo todo, la letra, la música pero también el carácter que tienen, ¿te reflejan a ti en tu vida cotidiana o en las canciones salen aristas que no salen en la vida de todos los días?
Fa, creo que el que me conoce bien te diría que sí. El que me conoce poquito, capaz que dice “no… ese no es Dany”. Porque para el que me conoce así más rápido, soy una especie de tipo bonachón, simpático, así, permanente. Es que bueno, cuando me encuentro con gente por lo general mi actitud es esa. Pero soy bastante meditabundo; tengo un montón de pulsiones existenciales pasándome por dentro. Yo soy muy eso también: hipersensible, con una especie de antena que me duele todo. Reverbero con pila de cosas que pasan afuera y me paso sintiendo tocado. Yo soy mucho ese bicho que sí transitan las canciones. Y sí, soy un tipo que reflexiona mucho acerca del tiempo y esas cosas que hablan mis canciones. Pienso en eso.
¿Qué pensás del tiempo?
En realidad más que pienso lo padezco, en la mejor y en la peor. Yo soy muy de los vínculos, de mis quereres. Y mis quereres son las personas que quiero. El paso del tiempo, la gente que se te va yendo, tus viejos… yo qué sé. La gente que está en paralelo a vos y disfrutarla.
La contracara de que la gente se va es que la gente está.
Claro, y el disfrute de este momento. Creo que soy hiperconsciente de esas cosas. Hiperconsciente y eso me vuelve… estoy en carne viva todo el tiempo. Yo creo que me volví un tipo bastante más inteligente después de los veintisiete o veintiocho años, cuando entré más en conciencia de eso. Con esa ficha caída, yo me siento bastante un gourmet de la vida, la gourmeteo. Básicamente me cago de la risa todo el tiempo que puedo. Hago mimos y abrazo a todo el mundo cada vez que puedo y me gusta que me mimen. Tengo ese aspecto y después tengo el opuesto y, entonces, cada tanto saco mi bestia en algunas canciones. Mi bestia neurótica… no es un malo obvio, es un neuro. “Ya no me pregunto por qué siempre yo me pregunto por qué en cada rincón cada segundo…” Ah, es como agobiante ese bicho. Pero ese también soy yo, absolutamente. O “El tiempo vive en mí”: “Cada cosa en su lugar, cada cosa en su momento, siento que me falta algo, siempre que me sobra el tiempo. ¿Qué pasa? ¡El tiempo no para! Qué pasa con el tiempo que parece que no pasa, cuando si pasa el tiempo es pasado, pisado, siempre que algo ha pasado, pesado de tanta posibilidad pasada por alto en el momento. Y yo aquí me encuentro parado, sin saber qué hacer, mientras se pasa el tiempo”. Bueno, ese hiper neurótico estoy seguro de que soy yo también. O “Adrenalina”: «No me quedo amarrado a esta pena, a este mal de amor. Ya no quiero estar atado a esta pena, que me maten las espinas, que me moje el chaparrón». Esa es una frase de Anita Prada. Tenía la melodía pero no le encontraba la letra y apareció Ana y dijo eso, y yo dije: “Ah, pero ese soy yo tal cual; me pintaste”. Eso es una frase bien Anita, con mucha lucidez para escribir con los elementos: el chaparrón, las espinas… sanducera.
Dicen que todos los seres humanos tendemos a buscar seis valores fundamentales. Estamos como persiguiendo seis cosas: felicidad, plenitud, libertad, paz, amor y evolución.
Fa, sí, concuerdo.
Yo te las voy a decir de a una y quiero que me digas qué canción tuya se te viene a la mente.
Felicidad:
Capaz que “Lugar donde nunca fui”.
Plenitud:
Lo primero que me salió fue Nada” que dice: “Nada me alegra si vos no estás; nada me alerta si vos no estás; me desintegro si vos no estás. Todo parece si vos no estás. Nada como nada, nada como nadie, nada como nunca, nada como stop”. Y bueno… y capaz que tiene que ver con cómo yo encuentro la plenitud, yo soy mucho de encontrarla con otros. Me pintó por ahí.
Libertad:
De libertad hay varias pero “Lugar donde nunca fui” es de un neurótico que en un momento abre el plexo y sale. Después, “Nadie sabe lo que va a pasar”, que es una canción que me divierte mucho, que para mí es una especie de autoeslogan. Es indeterminista, es muy explícita. Yo realmente tengo ese credo: nadie sabe lo que va a pasar. No tengo ningún cálculo; no hago predicciones; trato de no condenar a nadie tampoco. Esa canción me resuena mucho.
Paz:
“Libélula” es una canción que me da paz. Después hay una canción del disco nuevo, que se llama “Milonga de arena”, que es muy bonita y me lleva ahí.
Amor:
Yo tengo mucha canción de desamor. Me ha resultado más fácil escribir desde el desamor que desde el amor. Pero “Perdido por perdido” es una canción de amor. Un amor medio tremendo, posesivo. Un tipo muy destrozado, muy desarmado… bueno yo fui así buena parte de mi vida. «Noche de San Juan», que es una canción de un amor extraño. En realidad en esa canción me posiciono frente al amor desde otro lugar, quizás también viendo en la vida muchos amigos que luchan porque su amor no sea mirado mal. Estoy hablando abiertamente del tema gay. La canción te habla de que todas las formas de amor valen la pena. “Musa” también es una canción de amor. Quizás de ese amor más adolescente, en el que siempre quiere esa cosa absolutamente ideal, ese abrazo con el infinito, de esa cosa completísima, la plenitud. “Milonga de arena” es una canción de amor. “Rubí” es de las más románticas; es para ganar chicas. Se la debo haber hecho a González.
Evolución:
Creo que en general mis canciones están paradas en ese lugar. Del tránsito de una persona en el nivel del tiempo y en este mundo real. Entonces, todas hablan del tiempo vivido, pero evolución a nivel de la vivencia, de cómo evolucionás en tu vida. Jung diría la individuación. “El tiempo vive en mí” habla de eso. Muchísimas… todas están hablando un poco de eso: “Vidala del tiempo”, “Baguala de la Piedra”, “Radical”. Este último disco habla mucho de eso.
En la canción Germinal, ¿qué es la gota de azul suspendida en el aire?
Es la canción entera. Esa es una de las canciones que más me gusta del disco. Vos sabés que estaba un día en la cabaña en Punta del Este. Es una casita de troncos y estaba solo con la guitarra. Compuse varias canciones esa semana. Esa cabaña suena precioso. Era uno de esos días como pesados, en que va a llover pero no llueve. Se siente el peso. Y en un momento parece como que el paisaje se congelara: todo quieto, hasta el último pastito. No se mueven las hojas de los árboles, nada. Hay una especie de pausa. Toda la canción habla de ese universo en pausa. Entonces es un poco ficción, también. Un poco disloco la poesía del lugar y hago un panorama un poco más seco para que me permita escribir.
¿Y no tiene nada que ver con el bar?
Bueno, acá viene el asunto. Tiene que ver con el bar, sí, pero muy lejanamente. Pero viene a propósito. Yo al principio muestro: “Ya viene llegando, puedo adivinarlo, en el aire quieto del lugar. Ni una hoja se mueve cuando calla el viento, cuando no habla el viento solo cabe esperar. Solo el tiempo sabrá lo que el viento traerá”. Es la suspensión del tiempo, es el tiempo suspendido. En este caso por el clima o por cómo vos te colocaste con el clima. En el segundo párrafo habla de una semilla: “La semilla espera bajo la tierra seca transformarse en piedra o germinar en un brote verde al fin. Solo el tiempo sabrá lo que florecerá».
O sea, en la primera estrofa te presento el anhelo de que pase algo. No se mueve nada. Después, ¿por qué ese anhelo? Bueno, hay cosas que están esperando para crecer. En este caso una semilla bajo la tierra seca esperando germinar. La canción se llamó “Sertão” durante mucho tiempo en mi maqueta en la computadora. Porque me imaginé una especie de nordeste brasileño. Una semilla mucho más desesperada porque cayera agua que una semilla uruguaya. Una semilla uruguaya es una semilla bastante feliz, con oportunidades [risas]. Entonces me puse en plan más dramático, una semilla en un lugar más árido. Termino la canción y al final le grabo una especie de final feliz. Entonces dice: “una gota de azul suspendida en el tiempo, una gota de azul suspendida, una gota de azul”. Le voy sacando palabras al verso. Voy haciendo poesía quitando partes y dejando la imagen, quitando el verbo. Quedándome con el sustantivo. El sustantivo es lo poderoso, la gota que está por caer pero nunca cayó. La canción termina y la gota no cayó, está ahí. A mí me pareció mágico poder hacer toda la canción sin que se resolviera. El asunto es que no le encontraba el nombre y uno de los ingenieros de sonido, creo que Nicolás, me dijo: “Dany, el bar de tu padrino, Germinal. Claro, la semilla, Germinal”.
En mi familia ese bar fue algo muy germinal; ese bar fue muy generoso. Mi padrino, inmigrante llegado de España a Argentina, y de Argentina a Uruguay, que se encuentra con mi abuelo, que también había venido a Uruguay, trabajan en una fábrica de vidrio como obreros, se deciden a asociarse para poner un negocio, con los ahorros que juntaron como obreros, en una época en que la ascenso social era más posible que ahora. Compran o alquilan la esquina de 8 de Octubre y Berro. Mi abuelo Rodríguez, que tenía un espíritu como socialista, había leído a Émile Zola, o le había llegado Émile Zola por algún lado, y de ahí viene “Germinal”. Y también el nombre de mi mamá, que es un personaje de una obra de Zola. De ahí viene todo eso. Entonces ese bar fue como una cuestión floreciente. Pusieron el bar, lo laburaron, salieron de una industria e hicieron su iniciativa personal. Prosperaron. Entonces, en el sentido familiar, el bar fue un pasito, pero importante… con una apuesta ganada. Capaz que también por ahí vino pero no habla de eso.
Te voy a cambiar de tema. ¿Qué hace un productor de discos?
Cuando se dice “Productor” se habla de muchas cosas a la vez y hay muchas formas de ser productor. Vos podés ser Productor Ejecutivo, que son los que ponen el dinero. Pero yo tengo más asimilado el nombre de Productor Artístico, que también puede hacer muchas cosas.
El primer productor de discos que hubo fue un tipo que iba a algún lugar donde había música que le interesaba, ponía algún sistema de grabación y recolectaba esa información, la juntaba en un medio vendible y la vendía, como para que estuviera en la radio. Era como un musicólogo interesado en distribuir. Después eso fue mutando. Cuando empezó a ser lucrativo el asunto, cuando encontraba esa gema que valía la pena grabar, se preocupó de grabarlo mejor y se empezó a cruzar con otros roles: ingeniero de sonido, etc. Yo notoriamente no soy un ingeniero de sonido. Me parezco más a un rol que empezó, te digo, George Martin, que es uno de los ejemplos más claros del productor. Él era empleado de la discográfica que contrató a los Beatles, EMI, y le pagaban un sueldo por producir. El tipo construyó el rol del productor independiente.
Mi forma de encarar la producción es que el artista abre su corazón, abre su casa de canciones y me dice “Che, Dany, tengo estas canciones, escuchalas” y ahí vamos trabajando. Leemos cuarenta mil veces estrofa por estrofa, línea por línea, palabra por palabra. Vemos si está resuelta la escritura, la poesía de la canción, la melodía, las partes… vemos si falta una parte. En muchas producciones he terminado siendo coautor porque faltaba una parte y no salía, y bueno. O me parece que está todo bien, estás bárbaro como músico pero te falta hacer crecer tu poeta… laburemos la poesía, a estudiar. Entonces cuando trabajás con gente que es muy joven está buenísimo poder hacer eso. “Estudiá… averiguá qué es la poesía concreta; metete con los brasileros”. Los mando a leer… O “estás siendo demasiado catártico en lo que escribís” o “tu literatura está plagada de verbos y no me mostrás nada del mundo”. Me meto mucho con la escritura; después me meto con la composición. “Bueno, sí, está todo bien pero aburre”. Todo esto ocurre en una buenísima, en la mejor. No está pasando nada porque en la A estás haciendo una melodía que es lineal y la B sigue siendo lineal. No cambia la métrica ni la interválica, ¿qué pasó?” Entonces, a mi gusto, la mejor forma de trabajar una producción es empezando por la canción. Pero eso no es compartido por todo el mundo.
Después de que vos hacés eso con la canción, de laburarla mucho, porque para mí es importante… porque la canción tiene que ser muy honesta y tiene que aguantar huracanes. La canción tiene que ser guapa. No tiene que ser una cosa que venga un productor que te la maquille. Me parece que le estoy vendiendo un decorador de tortas. Después de que la canción está fuerte sí hacemos todo lo que tiene que ver con cómo la vamos a grabar, con qué sonidos. Después arranca todo otro camino: los arreglos, en qué estudio, los músicos. En casi todos los casos yo me encargo de escribir los arreglos, manejar el groove. Después vienen los músicos, ensayan… y acompañé todo el proceso desde el principio hasta el fin, la mezcla, etc. Ese es el trabajo mío. No siempre se hace así. A veces el productor toma la canción como hecho consumado y de ahí parte.
¿Qué diferencias hay entre ser productor de tu propio disco o de un disco ajeno?
Hay muchas diferencias. El primer disco, “Acuario”, lo hice con dos productores más. Con Inés Saavedra, una gran amiga mía. Yo había producido dos discos de Inés antes y teníamos un vínculo muy confiado, entonces Inés me ayudó muchísimo a ver mis puntos ciegos. Después, con César Lamschtein, el ingeniero de sonido, que también hacía más producción de estudio, de cómo quería que sonara cada instrumento.
“Canciones cruzadas” y “Polk” los trabajé distinto. Canciones cruzadas lo produje yo, también con Marcelo Delacroix, el otro autor, y Polk fue una producción mía.
A Polk lo fui haciendo muy despacito. En cuanto baja una canción, la grabo lo antes posible de alguna forma. Entra la melodía a la máquina, y por lo general compongo de una forma en que la trama y melodías ocurren en simultáneo a esa melodía líder. Sucede de manera muy natural. Sale la canción, grabo la guitarra, la melodía, y empiezan a volar en mi cabeza un montón de voces que conversan con esta voz. Grabo un montón de elementos. En ese caso, como productor lo tengo un poco más organizado. Hay una etapa que la producción es la maqueta, después tengo que elegir el estudio, los músicos. El arreglo por lo general siempre está hecho y lo que tengo que hacer es pensar quién va a tocar. Después sí hago más de productor de estudio. Me divierto mucho. No lo disocio en nada a esta altura. La autoría se funde con el de arreglador y productor hasta que no me doy mucho cuenta. Me divierte mucho. Soy muy celoso de ese laburo. Soy una especie de mastín, soy un doberman con mi música últimamente. Acepto que me den miles de consejos pero con mis músicas estoy muy arriba. Me costaría mucho en este momento coproducir. Lo disfruto como loco. Soy como un nene agarrado a su juguete.
¿Qué va a pasar el 30?
El 30 de setiembre presento Polk en la Sala Hugo Balzo del complejo Adela Reta.
Viene una barra que es dream team. Te lo digo como si fuera un cuadro de fútbol: Martín Ibarburu en el arco. Tremendo arquero. No entra un solo gol ahí. Ahí tenemos el arco asegurado. Después de back tenemos a uno de los mejores bajistas de Uruguay, Gerardo Alonso. Luego de puntero derecho tenemos a Eduardo Mauris, que es un guitarrista finísimo, elegante, un coloreador, un tipo súper sutil. Va a tocar tres guitarras distintas. Después de puntero izquierdo voy a tener a Palito Elissalde, guitar hero, solo guitarra eléctrica. También de backs vamos a tener a Camila Ferrari y Janisse Richards, dos coristas que conocí en el show de Carmen Pi que me parecieron alucinantes, divinas ellas. Ahí se arma como la herradura de músicos. Yo no voy a tocar piano en este show, voy a tocar guitarra, porque me siento muy cómodo escénicamente con la guitarra, y también porque los conciertos son más fáciles de hacer sonar en este tipo de concierto en particular sin el piano de cola, que es difícil de microfonear en vivo, sobre todo cuando todo el mundo está tocando fuerte. Opté por sacar el piano. Toco la guitarra.
En el concierto se van a hacer muchísimas canciones Polk. Hay bagualas, milongas, zambas. Va a haber algunas de Acuario. Algunas van a sonar más a pop rock.
Tengo de invitada a Carmen Pi, que es una maravillosa cantante y amiga, con quien hemos compartido mucho. El año pasado laburamos en Jardín Carmín. A Samantha Navarro, otra amiga alucinante, una de las capas compositoras de Uruguay. Y Fabricio Guaragna, también conocido como Astromelia, es un performer audiovisual que nos va a sorprender. Waldo Melgar haciendo mapping sobre una superficie, diseñada por Alejandra Gonzalez Soca en colaboración con Fernando Foglino. Diego Viera en iluminación, en el sonido Diego Rey, Pedro Capote como asistente de escenario, producción Carolina López, y en el telón va a estar Pría, una artista uruguayo-brasileña que va a venir acompañada por dos músicos que los dos se llaman Camilo.
¿Dónde se compran las entradas?
Tickantel (eso es Abitab y Redpagos) y la boletería del Sodre.
Queda aquí una de las canciones que mencionamos en la entrevista: Germinal.
Entrevistadora: Patricia Schiavone