Domingo de jazz con Nolé – De Bellis – Romano

 

Vengo del Teatro Solís, pero bien podría venir del Lincoln Center en NY. El trío de Ricardo Nolé, Roberto De Bellis y Miguel Romano tocó hoy, en el marco del Ciclo Internacional de Piano de Montevideo, en la Sala Delmira Agustini, un hermoso repertorio de jazz, con localidades agotadas.

Comenzaron con un standard que fue compuesto en 1931: «Beautiful Love«. Esta primera ofrenda ya destacó por varios aspectos que se repetirían a lo largo del toque: un enorme respeto por la música y por la audiencia; una escucha atenta; una cohesión importante entre los tres y un ánimo enérgico, masculino y profundo.

Luego vino «Whisper Not«. Se dice que acerca de esta composición Golson contó: «La escribí en Boston, en el club Storyville de George Wein, cuando estaba con la big band de Dizzy Gillespie. La escribí en 20 minutos». Eso fue en 1956 y después fue grabada, por ej., por Art Blakey, Ella Fitzgerald, y el Lee Morgan Sextet (con Horace Silver y Hank Mobley). Y aquí estamos en 2019, emocionándonos hasta la médula con esa misma composición tocada por Nolé, De Bellis y Romano.

Lo primero que destacó fue lo tremendamente rítmico que es el trío. Si bien es una realidad que tanto piano, como contrabajo y batería son instrumentos percutivos, no todos los músicos llevan el ritmo tan en la sangre como escuchamos aquí. Ricardo Nolé en este tema «Whisper Not» dio gala de una combinación poderosa de dulzura y energía, y Roberto De Bellis y Miguel Romano le ofrecieron la base rítmica perfecta para que pudiera lucirse a gusto.

La música que surge del contrabajo tocado por De Bellis tiene peculiaridades bien bonitas. Por un lado, el ataque es en un timing perfecto y con una gran presencia, en el sentido más espiritual del término. Luego, las notas se sostienen claras y firmes, con mucha elegancia y una buena razón de existencia sonora.

En tercer lugar escuchamos «Celia«. Compuesto por Bud Powell para su hija, y grabado con Ray Brown y Max Roach en el año 1949 en una salida transitoria del hospital psiquiátrico donde estaba internado. Primero lo editaron en un single en 1950 y después fue parte del disco «Jazz Giant» que salió a la luz en 1956 [no sé ustedes, pero yo será a la década del 50 a la que iré en cuanto se pueda viajar en el tiempo].

Es fantástico el dominio técnico de estos tres músicos. Se lucieron tocando a una gran velocidad y a la vez con claridad y expresividad totales. Cada nota de tantas era distinguible y el conjunto sumamente disfrutable. Hubo aquí un solo de piano y un solo de batería espectaculares. Y el bajo «la rompió», pues inclusive a esa altísima velocidad, cada sonido estuvo repleto de musicalidad.

A continuación tocaron una balada que yo no conocía hasta hoy y ya habita en mi corazón: «Danny Boy«. Esta es una de las canciones más representativas de la cultura irlandesa y si bien no se sabe su origen, el primer registro que hay de ella dicen que se remonta a 1855. En 1910 Frederic Edward Weatherley compuso la letra de Danny Boy para una música diferente pero al conocer la tonada de «Londonberry Air», ajustó la letra para que se adaptara a ella. Comenzó Nolé en el piano, con tremenda expresividad, un excelente manejo de dinámicas, y con esa sensibilidad que solo puede surgir de quien ya hace rato que es una unidad con su instrumento. Se agregó De Bellis, aportando una magia muy especial con el arco en el contrabajo. ¡Un sonido dulce que va directo al alma! Y en tercer lugar, bastante avanzados los minutos, Miguel Romano y el embrujo de sus escobillas cálidas y certeras.

Luego de esa maravilla, el bajo y la bata se llamaron a silencio y Nolé nos ofreció un tema solo: «Chovendo Na Roseira» (de Tom Jobim). ¡Una cosa impresionante lo que tocó Nolé en ese Steinway! Es genial observar toda su expresividad corporal mientras toca. Hay una entrega completa en su ejecución. Y, como todo en esta vida, entonces una también se entrega completamente a escucharlo.

El siguiente tema fue «Black Nile«, perteneciente a «Night Dreamer», ese disco de Wayne Shorter (lanzado en 1964) en su etapa entre Art Blakey’s Jazz Messengers y Miles Davis. Fue emocionante escuchar este tema por este trío. Es muy admirable el fraseo de De Bellis en el contrabajo, siempre manteniendo la calidad de cada nota inclusive a esa velocidad exigente. Estuvo todo súper cuidado por los tres. Sobre el final del tema Miguel Romano nos regaló un precioso solo de batería, musical a más no poder.

Con el Nilo negro la adrenalina había llegado a niveles altísimos y entonces «I Loves You, Porgy«, de George Gershwin (1935), nos llevó a aguas más calmas pero no menos atrapantes. Ricardo Nolé se pasó todo el tema creando climas mágicos y recordándonos por qué nos gusta ir a escuchar música en vivo, Miguel Romano construía castillos con sus escobillas y platos maravillosos (unos Zildjian oscuros impresionantes), y Roberto De Bellis le puso todo el amor del planeta, primero apoyando con maestría la conversación del piano y la batería, y después con un solo buenísimo que tuvo todo lo que un solo profesional tiene que tener para ser grandioso: gran aplomo, presencia, una conexión musical total con el tema, y una elección de notas nada predecible pero que calzan como un guante.  El tema finalizó con el piano y la batería abrazándonos a todos con firmeza y calidez.

El último tema fue «Billy’s Bounce«, tema compuesto por Charlie Parker en el año 1945 (año oscuro para la humanidad). Es muy difícil escuchar este tema y quedarse quieto. Los arreglos de toda la noche estuvieron impecables y este tema no fue la excepción. Los tres instrumentos convivieron y se conjugaron de la mejor manera para ofrecer un final tan profesional como todo el concierto.

Por último Ricardo Nolé tocó solo en el piano un bis bellísimo, «Someone to Watch Over Me» (de Gershwin), que se vivió como demasiado breve y nos dejó con ganas de escucharlo a él y a este trío de nuevo lo más pronto posible.

Fue una tarde musical de lujo. Ojalá que esta reseña contribuya con que perdure de algún modo en la memoria de los que ahí tuvimos la suerte y sabiduría de estar.

 

 

Cd «El Fondito» – de Fede Righi

El_Fondito_de_Fede_Righi

Hacía flojo un año que este CD me esperaba en un estante a que yo lo escuchara entero. Todo un sacrilegio haberlo obligado a permanecer en silencio, siendo que encerraba estos sonidos tan bienvenidos.

Yo divido al mundo de los bajistas en dos grandes categorías: aquellos que disfrutan con un sonido gravísimo y aquellos que eligen un sonido más agudo. Fede está en el segundo grupo y eso me fascina.

El Fondito tiene todas composiciones suyas, excepto Naima (de J. Coltrane) y un tema que me puede, «Fuego Lento», cuya composición es de Fede, Nico Mora, Cachi Bacheta y Horacio Di Yorio.

La lista de músicos es más que jugosa:

Fede Righi: bajos, bolsa de nylon en 6
Martín Ibarburu: batería en 1,2,4,5,7,9,10 y cajón en 3
Nacho Labrada: Rhodes en 1,2,4,10; piano en 5,7,9
Benji Barreiro: saxo tenor en 1,4,7; saxo soprano en 2,9,10
Gustavo Montemurro: acordeón en 3
Mauro Pérez: armónica en 5
Alberto Magnone: piano en 6
Nico Ibarburu: guitarra en 4
Jorge Trasante: percusiones en 1,2,3,6 y 7
Fernando Lobo Núñez: tambor piano en 4 y 8
Noe Núñez: tambor repique en 4 y 8
Fernandito Núñez: tambor chico en 4 y 8

El viaje gozado te lleva a visitar 10 lugares especiales.

1 – Candombe raro es un candombe divinísimo, veloz y súper fusionado con jazz. Aquí se combina un ritmo bestial, con una melodía bonita e inteligente, y mil capas y subcapas de diálogos y comentarios. En este tema tocan nada más ni nada menos que Fede, Martín, Nacho, Benji y Trasante. ¿Qué más se puede pedir?

2 – Dale, dale también es un candombe y uno que obligatoriamente tenés que bailar. Es rapidísimo… posiblemente de ahí venga el nombre. Al escuchar esto se impone una reverencia a estos seres de luz que este país insólitamente alberga. ¡Tremendos todos! Algo impresionante el despliegue musical en todo lo que eso implica: buen gusto compositivo, conocimiento del lenguaje, dominio técnico de cada instrumento, arreglos impecables, sonido y volúmenes, maestría a la hora de transmitir a través de notas… una belleza multidimensional.

3 – El fondito tiene la presencia imponente del acordeón, la calidez del cajón peruano y ese bajo que emociona. El nivel de Fede tanto como compositor como bajista es brutal. Este track te llega profundo, te cuenta toda una historia llena de humanidad, de sentires, de imágenes que van pasando como si fueras atravesando un paisaje sentado en la ventana de un tren. A mí me habla de aconteceres del pasado, con un aire algo nostálgico pero con un toque optimista.

4 – Fuego lento. A este tema lo escuché en vivo hace un tiempo y me quedé admirada y con ganas de escucharlo mil veces más. ¡Para mí es perfecto! Tiene todo el swing del planeta, sonidos que te acarician el alma, ánimo alegre, y una buena razón de existir. De nuevo el sonido del bajo te emociona hasta la médula. La guitarra de Nico Ibarburu le pone el broche de oro a la gozadera del Rhodes de Nacho, el saxo tenor de Benji, la bata de Martín y los tambores de los Núñez. Este es mi tema favorito de todo el disco… bueno, o eso creo.

5 – Vals de Clarita es una dulzura. El piano de Nacho y la armónica de Mauro te contactan con asuntos muy internos y el bajo te arropa el alma, yendo en andas sobre las escobillas de Martín que te acarician y te arrullan. No es una canción de cuna pero tiene todo el carácter para serlo. Siendo aquí domingo pasada la medianoche, esta canción es perfecta para terminar el día.

6 – Naima (de J. Coltrane) es la única canción del disco que no fue compuesta por Fede Righi. Gran curiosidad me da qué hará que este tema sea tan importante para él como para que lo haya incluido en un CD de todas composiciones suyas. Hermosísima versión hicieron. Todo profundamente sentido: el bajo de Fede, el piano de Alberto Magnone y la percusión de Jorge Trasante. Una obra maestra, de verdad. Una versión que se ve que necesitaba existir.

7 – Que pasó? Un tema de ritmo latino para levantarle el ánimo a todo el que se exponga a él. Todos los músicos dan todo de sí y el resultado es grandioso. En lo personal, a priori estos ritmos latinos no me gustan, pero este tema me hace bien y lo disfruto.

8 – A Tiomono es tremendo candombe a bajo y tambores. Una belleza escuchar esta combinación no tan frecuente: tambor chico, repique y piano y bajo eléctrico. Las melodías en el bajo sobre el colchón rítmico de los tambores tienen un efecto realmente hermoso. De algún modo este tema es como un divino solo de bajo, sideralmente musical, con base de tambores. Bellísimo.

9 – Tarde de lluvia es una buenaza mezcla de samba, candombe y jazz con el saxo soprano y el piano liderando la melodía, con la bata perfecta detrás y el bajo on fire. (Y además, aquí y ahora llueve).

10 – Tintín (dedicado a Martín Ibarburu) es un candombe profundo, que arranca con un tinte de tristeza o de severidad y que va creciendo hacia un optimismo medido. Supongo (sin saber nada del asunto) que la armonía es menor, porque escucharlo me lleva más para adentro que hacia afuera, más a la introspección que al festejo. Al escucharlo no puedo evitar notar que esto suena, desde todo punto de vista, como algo que bien podría haber surgido de un Coltrane o un Miles Davis. Este track se pelea el primer puesto en mi corazón con «Fuego Lento». La combinación de bajo y batería en este track en particular es algo muy mágico. No parecen tocados por dos personas diferentes… parecen surgir de un mismo y solo sentir.

La verdad es que me arrepiento de haberlo tenido tanto tiempo esperando hasta que yo me decidiera a darle la oportunidad que se merecía. Pero me alegro de por fin haberlo escuchado en serio y de ahora en adelante poder contar con estos sonidos como compañía cotidiana.

Creo que es un disco hermoso que le aporta a la discografía uruguaya una personalidad y madurez especiales.

Información de producción, grabación y fotos:
Grabado por Daniel Báez en estudio Octopus en Abril de 2009.
Asistentes de grabación: Rodrigo Jasa y Nico Belisonda.
Tomas de armónica en estudio Monte por Gustavo Montemurro.
Mezclado y masterizado Daniel Báez en estudio Octopus entre Febrero y Abril de 2010.
Fotografías de Pablo Meneses y Rodolfo Fuentes.
Diseño gráfico de Rodolfo Fuentes.
Producido por Fede Righi y Ángel Atienza.

 

 

 

 

Pedro Aznar: amor, justicia social y conciencia

 

El viernes 12 de julio de 2019 sucedió que pudimos escuchar en vivo a Pedro Aznar por segunda vez en tres meses. Viviendo en Uruguay eso es un hito, una bendición. Es de esos regalos que sería un sacrilegio vivir sin detenerse a agradecerlos.

La vida combina el azar y el destino de una manera aparentemente caprichosa. El 26 de abril la mejor ubicación que encontré fue la mesa 21, un poco atrás pero al centro. En julio me tocó la misma mesa y silla. Así que el punto de vista espacial era el mismo y el climático también, con una noche fría, invernal, muy húmeda. Sin embargo, el punto de partida emocional nunca es el mismo.

El acto musical es un acto de resonancia entre el músico, la música y el público. En palabras de Pedro, “remite a una interacción. Cuando dos cuerpos resuenan, uno genera y el otro resuena a su manera, con sus propios armónicos, color, característica”. Y si al cuerpo físico le agregamos el cuerpo emocional, el caleidoscopio de interacciones y sus posibilidades se vuelve más infinito aún. Así es que un mismo músico, ejecutando una misma secuencia de notas, que parta de un lugar emocional diferente, nos lleva en otra dirección. Y esto a su vez varía según el lugar emocional de quien escucha.

Con lo anterior, entre otras cosas, queda claro que ninguna reseña es objetiva, por lo que convendría no esperar encontrar en las palabras de otro lo que uno vivió en un toque. Es apenas otra experiencia.

Haciéndome cargo de los colores de mi propia resonancia, sentí que anoche Pedro Aznar comenzó con cierta rigidez, con cierto malestar. Las notas sobre el teclado e inclusive su canto me llegaban duros, quizás molestos o preocupados. Soy consciente de que esos ingredientes podían residir en mí únicamente.

Sabido es que no se puede sentir mucho y pensar a la vez, ni viceversa. Ese principio de show –que por una vez no me secuestró emocionalmente– me permitió una mirada desde otro ángulo.

Por ejemplo, me detuve en los ejes temáticos de su obra:

-el amor
-la justicia social
-la conciencia

¿El amor observado desde qué lugar?
Desde el análisis introspectivo que denota conciencia.

Por saberlo todo me olvidé lo que aprendí
que el que no escucha es solo víctima de sí
Por querer cambiarte casi casi te perdí
por enjuiciarte desde mí

¿Qué mirada de nuestra sociedad?
Una que reclama dignidad para todos y se rebela ante la indiferencia del hombre distraído. Esa que sacude a su audiencia pidiéndole que despierte, se levante y haga algo por detener a quienes abusan de su poder y por ayudar a quienes sufren. Esa que desea la convivencia respetuosa y solidaria de todos los humanos sobre el planeta.

Los chicos de la calle
dónde viven, nadie sabe
sus historias nunca nadie guardará
con el viento volarán

Los chicos de la calle
se imaginan desde el margen
que en el centro de la hoja alguien podrá
escribir “felicidad”

Andando entre los autos
nadie acierta con su edad
Sus ojos, piedra como la ciudad

Los chicos de la calle
no eligieron lo que hacen
ni el futuro les permitirá elegir
quiénes ser o adónde ir

Andando entre los autos
lo que esperan no es piedad,
apenas enfrentar un día más

Los chicos de la calle
dignidad en rotos trajes
pobre Dios en carne viva y sin altar
no los baja de su cruz solo rezar

Los chicos de la calle
no tendrán adulto el talle
más de veinte casi nadie cumplirá,
rara vez algunos más

Los chicos de la calle
son un grito aunque los callen
ya son tantos que serían un país
donde nadie fue feliz

Los chicos de la calle
dignidad en rotos trajes,
pobre Dios en carne viva y sin altar
no los baja de su cruz solo rezar
no los libra de su cruz solo rezar
no los salva de su cruz solo rezar

¿Qué conciencia?
La que para empezar busca no “morir antes de saber vivir” y se sabe una con todo lo que la rodea.

Quiero decirte que sí,
como aquel árbol que muere de pie,
como esta tierra que lucha por ser,
como el constante fluir de los ríos.
Como un guerrero que vuelve al hogar,
como sendero que deja pasar
desde el primero hasta el último día.

La primera canción del toque en la que lo sentí conectar más con lo divino fue en su canción “Fotos de Tokyo”. Quizás su ánimo (o el mío) andaba más por ahí que por “Because” (aunque otra vez su juego de voces en “Because” fue magistral).

Con “Fotos de Tokyo” pasan muchas cosas. Aquí conviven una letra espectacular, que es universal e íntima a la vez; una melodía que no tiene nada para ser pegadiza, sin embargo se te instala y no te suelta; y ese ritmo bestial tocado en la guitarra de doce cuerdas, que transmite hartazgo y dolor, firmeza y profundidad.

“Lo más loco de todo” es su mano derecha y esa voz tan expresiva sucediendo simultáneamente. La combinación del ritmo brutal con sus melodías trabajadas es, para mí, una de las marcas de agua de la música de Pedro Aznar. Eso, el sonido de su bajo de siempre y el de la guitarra de doce cuerdas.

Entre muchas otras, nos regaló “Cuerpo y Alma”, canción que le presentó Hugo Fattoruso mientras viajaban por los campos nevados de Japón. Contó que esa canción lo conmovió de tal manera que decidió ponerle ese título a su siguiente disco.

Con una enormidad de emociones encontradas en la voz cantó “Buenos Aires”, ese poema de J. L. Borges que Aznar musicalizó de forma fenomenal, incluyendo unos pasajes hermosos de tango en el teclado y ese final potente, a cappella, que repite “no nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto” a medida que él se aleja del micrófono, se gira a mirar su ciudad proyectada y abre los brazos.

Gracias al cielo tocó “Muñequitos de Papel”. ¡Y cómo! Es inexplicable la percusión que logra en las cuerdas del bajo eléctrico con un destornillador. Y no es solo con la derecha que hace magia… la mano izquierda es un viaje aparte.

“Voy a hacer ahora otra canción más de Eduardo Mateo. Esta es una canción que es un ‘candombe pitagórico’, por así decirlo. Mateo tenía esa manera hermosa de componer, que era una mezcla de intuición genial con altísima arquitectura, con una matemática exquisita y profunda. Este es un candombe en 6/4 y… me hace acordar a una frase que leí una vez en una entrevista que le hicieron a Joni Mitchell. Le preguntaban de dónde salían esos ritmos tan lindos y tan extraños que ella hacía. Ella dijo que era algo así como Senegal pero de Marte. Esta canción de Eduardo Mateo tiene un poquito de eso”. Y sonó “El Tungue Le”.

Pedro cambió de instrumento casi en cada canción. Del teclado a la guitarra, al bajo, a la guitarra de 12 cuerdas, de 6, de nylon, de acero, otro bajo, otra guitarra… y así toda la noche.

Uno de los misterios para mí fue esa mano tan suelta, relajada, que genera esa firmeza sonora tan rotunda. En “Quiero decirte que sí” hubo, por ej., momentos en los que el rasgado hacia abajo sonaba tal cual como si fuera un platillo tipo crash de una batería.

La cualidad de Pedro Aznar como músico excepcional es reconocida internacionalmente. Internamente muchos lo reconocemos además como ese ser especial que nos viene acompañando hace años, ayudándonos a sanar heridas y a abrir los ojos y la cabeza en varios sentidos.

Al momento de los bises, ante los muchos pedidos de la audiencia, sugirió: “tranquilicémonos”, y nos leyó el contexto de un tema nuevo.

“Vivimos en una época en que las corporaciones tienen más poder que los gobiernos.

Un puñado de megamillonarios empuja al planeta a una ruina inhabitable, como si no hubiera otra opción.

Y los medios de comunicación son manipulados para adormecernos y hacernos olvidar que, como ciudadanos, somos los protagonistas de la historia. Y que en nuestro trabajo y en los frutos de la generosa tierra reside la fuente de toda riqueza.

Hoy la democracia, la dignidad humana, la vida misma están en peligro.

La “Corpoland”, la tierra al servicio del dinero sangriento, se tiene que acabar.

Nuestra mejor herramienta, como siempre, es la conciencia”.

A continuación, otra vez una letra consciente y comprometida con la humanidad, tocada con su bajo legendario y con bellísimos slaps. La sensación fue casi como si tocara un tambor pero con el bajo. El mensaje fue muy claro: estamos en el horno; a ver si nos despertamos.

¿Qué dicen?

¿Nos despertamos?

 

Foto: Andrea Silvera

Posdata: Aquí mi reseña de Resonancia en abril.

 

Estas reseñas fueron escritas para el portal COOLTIVARTE.