G.A.S. «Made in Uruguay»

 

La presentación de G.A.S. del día martes 2 de mayo fue el punto de partida del ciclo “ENCUENTROS CON EL JAZZ – Made in Uruguay” organizado por Jazz Tour. Este ciclo contará con una presentación mensual de aquí a octubre.

G.A.S. tocó un martes y el resto de las actuaciones al parecer serán entre lunes y miércoles. Es una contribución muy generosa de parte de Jazz Tour para quienes amamos escuchar jazz el poder darle a un día de semana un toque de deleite musical, con músicos uruguayos excelentes. De mi parte agradezco que se valore el talento de los músicos de jazz de nuestro país y que se valore a la audiencia, permitiéndonos asistir a estos momentos musicales en una sala tan íntima y exquisita como es la Zavala Muniz del Teatro Solís.

Los músicos que integran G.A.S. son:

Manuel Contrera en teclados. Antonino Restuccia en bajo eléctrico. Mateo Ottonello en batería acústica.

Hubo dos grandes músicos invitados: Jhonny Neves en percusión y Santiago Olariaga en guitarra eléctrica.

La formación de trío es posiblemente mi tipo de formación preferida a la hora de escuchar jazz. Sucede que habiendo tres instrumentos me siento que puedo hacerles un lugar en mí a todos los sonidos. Esto no quita que después se van agregando instrumentos y sonidos, como sucedió hoy, y me atrapa mucho también, y admito que mi nivel de entusiasmo aumenta notoriamente, pero el trío tiene sus peculiaridades especialmente fascinantes, que hoy, antes de saber que habría invitados, fue algo que agradecí explícitamente. Ese juego creativo entre tres instrumentos tan diferentes en cuanto a su sonoridad me resultó un deleite.

El comienzo del show fue muy bien pensado y plasmado. De alguna manera sentí que la música iba llegando, como nosotros, los de la audiencia, y se iba armando gradualmente, generando una atmósfera muy interesante y muy atrapante que iba acompañando ese ajuste que uno necesita al venir de la calle y sentarse a escuchar por primera vez algo completamente nuevo.

Por el primer minuto de música a mí ya me quedó claro que iba a ser una noche excelente. Me acomodé en la butaca y me permití aflojarme para recibir eso que se notaba que iba a estar muy bueno. Pero ni sospechaba lo que vendría.

La música en su totalidad me enganchó porque si bien es jazz, con algún elemento de fusión también, tiene una personalidad específica, que hasta el momento yo no había escuchado en ninguna formación. Por un lado, es netamente lenguaje de jazz. Por otro, tiene dos condimentos notorios que podrían llegar a ser opuestos, a algún nivel: una gran dulzura y unos momentos destemplados, disonantes, que juntos arman un combinado interesantísimo de escuchar. Y también existe un componente de juego, percibible, que se agradece.

Hasta el momento había escuchado a Manuel Contrera en proyectos ajenos y no propios y hoy le encontré un ángulo nuevo. Me sorprendió muchísimo cómo conviven en su música una gran firmeza y decisión, un manejo bellísimo del fraseo, de los matices y evidentemente del lenguaje del jazz, y el ingrediente ternura, pero también otro del que hablaré más adelante. La integración de todos esos elementos se siente completamente natural y nada forzada y el viaje al que te invitan es uno en el que hay una paleta extensa de emociones. Al preguntarle después del toque, nos contó que la mayoría de los temas tocados hoy son de su autoría y luego trabajados con el resto del grupo. Su propuesta, entonces, abraza un rango interesante de emociones y eso la hace, en mi opinión, muy viva, muy dinámica y muy atrapante.

Hoy mientras tocaban me llamaron especialmente la atención las manos de Manuel y de Antonino. Las de Manuel expresaban mucho de todo esto que les conté antes, a través de diferentes grados de tensión, de estiramiento y de un movimiento por momentos muy veloz y por otros momentos más distendido. Las manos de Antonino Restuccia me atraparon también. ¿Vieron que los bajistas tienen que tener su mano izquierda  bastante recta todo el tiempo? Me sorprendió muchísimo cómo, con esa postura, sus dedos iban y venían arqueados combinándose en nuevas y nuevas posiciones. Mientras lo observaba se me vino a la memoria una expresión que le oí a Aznar: “aquello era como una araña pollito”. Lo más loco del asunto es que en esas acrobacias digitales el rey seguía siendo el tiempo, con una exactitud de relojería y con una onda impresionante. La verdad que para aplaudir de pie. Y, ahora que digo eso, no pudimos aplaudir alguno de sus solos porque no queríamos perdernos ni una nota de lo que seguía surgiendo.

Otro aspecto que resalté en este toque fue que las composiciones a pesar de ser composiciones de jazz, que me da la impresión de que contienen mucho lugar a la libertad y a la improvisación, igual incluyen una cierta repetición de algunas frases melódicas y rítmicas que para quien escucha lo hacen algo muy disfrutable. Percibí un movimiento interno diferente a, por ejemplo, cuando escucho una jam. En ese caso, generalmente, la conversación es algo deshilvanada y difícilmente una se quede tarareando un tema. Con los temas de G.A.S. sí existe ese elemento unidad melódica, unidad rítmica, unidad de sentido, que está muy bueno de vivir.

Quiero creer que aunque la batería no fuera mi debilidad, Mateo igualmente me hubiese hechizado. Lo suyo es auténticamente descollante. Acá me van a perdonar pero voy a tener que detenerme y explicarles por qué me parece esto. Y les pido que me sigan con algo de paciencia. ¿Cuál es el camino más común al tocar la batería? Primero ir a clases, aprender diferentes patrones (ritmos), luego empezar a copiar a algún baterista que a uno le guste, ir cambiando de baterista favorito, ir buscando tener un set que suene medio parecido al de ese ídolo, seguir copiando, y de a poco ir soltándose a permitir que lo que hay adentro fluya y finalmente, un día, cuando ya se tiene buena experiencia, sucede que alguien escucha y dice que hay un estilo propio. Se gana confianza en ese estilo y un día se asume esa realidad. Bueno, Mateo Ottonello es un veinteañero que encontró su estilo propio muchísimo antes de haber comenzado a estudiar. Sin saberlo, me animo a decir que jamás se le cruzó por la cabeza copiar a ningún baterista. Y ahora, en este trío fantástico, está mostrando lo que para mí es su mejor versión musical hasta el momento. Pero claro, con la edad que tiene, su carrera musical apenas comienza y la imaginación me explota pensando a los lugares que puede llegar.

En la presentación de G.A.S. daba la impresión de que Mateo tiene una información musical sin límites y que la procesa de alguna manera tal que la vive con el cuerpo y el alma y se traduce con completa naturalidad en movimientos de manos y pies, que a su vez se transmiten al instrumento creando algo completamente original. Por una vez no voy a exagerar: lo de Mateo es demencial. Casi que no cabe en la cabeza. Y no estoy hablando de la técnica, no. La capacidad de ejecución es asombrosa pero ya sabemos que eso no hace a un músico. Mateo es un Músico, así, con mayúsculas. No hubo frase del teclado, de la guitarra, del tambor o del bajo en la que no estuviera completamente por dentro. Un diálogo permanente con todos los instrumentos pero sin esa verborragia imparable que a veces sufrimos por ahí. Todo lo “dicho” tenía lugar, y tenía un lugar de creación, de coconstrucción, de interpretación absolutamente inteligente y sensible. Si bien su volumen natural tiende a ser muy fuerte (si yo lo tuviera en una banda le pondría una de esas pantallas que achican un poco el volumen), con G.A.S. se lo aprecia capaz de matizar y tocar bien chiquito en algunos momentos, así como de componer con silencios inesperados.

Bueno, el adjetivo “inesperado” va con G.A.S. en más de un sentido. Primeramente, una no espera que estos tres músicos tan jóvenes manejen ese vocabulario musical y tengan esa soltura y libertad que tienen. Además, la música como unidad es inesperada. Como les decía más arriba, contiene dulzura y ternura. También es una música nada dubitativa, decidida, firme. Y, como ingrediente exótico, si se quiere, eso que les anticipé que mencionaría: un toque de fricción. Sonidos chirriantes, provenientes de cualquiera de los instrumentos. La sensación que experimenté fue como que me estaban hablando con dulzura en un oído y por el otro me estaban hablando con algo/bastante de agresividad. La combinación me generó un efecto tan diferente, nunca antes experimentado, que me hizo detener a observar de qué se trataba. Llegué a la conclusión de que esta música me invita a hacer resonar simultáneamente emociones que en la vida solemos sentir separadas, y eso se me antojó como una invitación generosa a beberse la vida completa, con todo lo dulce, lo amargo, lo cálido y lo congelante que tiene. Vivirlo desde la música está buenísimo.

Mateo no toca patrones. Mateo no toca ritmos prefabricados. Mateo hace música, de una forma impresionantemente creativa y original.

Queda mucho más por contar, pero lo más generoso que puedo hacer por ustedes es proponerles que por un lado, compren su disco y que, por otro lado, estén muy atentos a cuándo tocan otra vez y no pierdan la oportunidad de ir a verlos. Me atrevo a decir que G.A.S. me dio la misma sensación de por fin escuchar algo valioso y diferente, a base de jazz, que cuando escuché a Esbjörn Svensson Trio por primera vez. No es que sean comparables estas dos bandas. No, no digo eso. Lo que estoy diciendo es que G.A.S. está haciendo una propuesta jazzera de tal originalidad y valor que verdaderamente sorprende. Y es responsabilidad de nosotros, el público, que propuestas como esta sigan gozando de buena salud. O sea, tenemos que ir a verlos cuando toquen, por favor.

Al trío se le sumaron dos invitados fenomenales. Santiago Olariaga en guitarra y Jhonny Neves en percusión (tambor repique y cajón). Recibimos comentarios de que hay grandes posibilidades de que continúen su participación en la banda. Ambos se acoplaron perfecto a la propuesta del trío, con dos roles muy importantes en el crecimiento de la expansión sonora. No hubo una sola nota de Santiago que no fuera inesperada, en el mejor sentido del término. En esta presentación mostró cierta predilección por esos sonidos disonantes a la vez que sus frases conversaban genialmente con el resto de los sonidos.

Lo de Jhonny me dejó completamente extasiada, especialmente con el Repique. Y tuve la misma sensación que con Mateo: que la música iba directo de su cuerpo al tambor y que había una unidad orgánica entre instrumentista y sonido. Un capítulo aparte fue la interacción entre Jhonny y Mateo… pero bueno, es imposible contarles todo.

Ya saben: si no los van a ver, marcan bobera.

Y recuerden que el ciclo continúa. La próxima fecha es el 19 de julio con Marcos Caula Quinteto.

 

Foto: mía.

Para ver más fotos, de un fotógrafo de verdad, Javier Fuentes, ir a la entrada original, en COOLTIVARTE.