Fattoruso – La gira continúa

 

Es imperdible. Pero imperdible, imperdible. Tanto si sos uruguayo como si no lo sos. Tanto si sos músico como melómano, o ninguno de los dos. Tanto si conocés la música de Hugo Fattoruso como si no la conocés. Tanto si te gusta la música de Hugo Fattoruso como si no te gusta nada. Tanto si peinás canas como si sos un adolescente. Cualquiera sea tu condición, esta película te va a interesar.

Debo admitir que fui sin expectativas. El cine uruguayo suele tirármelas abajo y por esa razón ya voy sin ellas. Para mi enorme asombro salí de ver la película con el deseo profundo de volver a verla, cosa que haré ni bien tenga la oportunidad. ¿Por qué? Porque era tal el nivel de excitación emocional mientras la miraba que quiero volver a verla más tranquila, sabiendo lo que vendrá y saborearlo más lentamente. Algo así como la torta de cumpleaños que sobra y te la comés tranquila con el café del desayuno del día siguiente.

Me pareció muy bien lograda. El comentario que se repetía en los pasillos, de gente que supo algo del proceso de creación, era la dificultad que seguramente habrá pasado el Director para seleccionar el material. Es que la vida y obra de Hugo Fattoruso ha sido muy prolífica y muy interesante. Bueno, la selección tiene que haber sido excelente pues una sale del cine con la sensación de saber todo lo que vivió e hizo Fattoruso. También se sale con un nivel alto de adrenalina.

No quiero arruinarles las sorpresas a quienes todavía no la vieron, así que no les contaré casi nada. Espero que me crean que es imperdible y que lo mejor que pueden hacer es ir a verla y recomendarla, llevar a amigos y parientes de cualquier edad.

La reflexión que sí dejaré por acá es que impresiona y cala muy hondo en el corazón sentir el respeto y la admiración que tienen por él músicos referentes de Uruguay y de países vecinos. Es una picardía decirles cuáles, pues forma parte de la magia de la película que todo eso llegue de sorpresa. Por eso, a pesar de que me dan muchas ganas, no les contaré los detalles.

Es maravilloso que esto se haya hecho en vida del homenajeado. Es hora de que como sociedad cambiemos esa torpe costumbre de demostrar mayor admiración una vez que los artistas o profesionales se despidieron de su cuerpo físico. Esta película es un gran ejemplo en este sentido, que aplaudo de pie. Que alguien tan enorme como Hugo Fattoruso pueda recibir este homenaje y disfrutarlo es un acto de sabiduría y generosidad, en este caso de parte del Director, Santiago Bednarik.

Durante el preestreno hubo también un aplauso caluroso, lleno de respeto, admiración y agradecimiento profundo para Osvaldo Fattoruso. A mi alrededor se sintió muy, muy fuerte ese momento y de solo pensarlo se me vuelve a nublar la vista. Hay poca gente que se extrañe como Osvaldo en la escena musical. Tanto él como Hugo son insustituibles, irremplazables e incomparables.

Luego del peliculón, Hugo Fattoruso hizo eso que hace tan genialmente: música. Con sus hijos (Francisco, Christian, Alexander y Luanda) y nietas (Luana y Mía Fattoruso), con Martín Ibarburu, Sara Sabah, María Bentancur, Patricia Duarte y Anna Pimentel, con Albana Barrocas, los hermanos Silva y, de yapa, toda la comparsa C1080, que llegaron de sorpresa para el propio Hugo Fattoruso.

La película es dinámica, interesantísima y logra con el espectador lo que debe lograr una buena película: transformarte. No sos el mismo cuando entrás a verla que cuando salís de haberla visto. Qué transformación tendrás tú quizás tenga un tinte personal, pero de ninguna manera te será indiferente.

Mi especie de reclamo personal hoy es: valoremos a los músicos, artistas y profesionales que tenemos ahora, mientras están acá. Y valorémoslos por lo que nos hacen sentir y vibrar. Que no tengan que venir personas de afuera para decirnos: “che, mirá que entre los tuyos hay un genio”, o “mi referente es tu compatriota”, para que podamos valorarlos en su real medida. De todos modos, en este caso, si todavía no te sucede de ver a Hugo Fattoruso como el genio que es, tenés la oportunidad de ir a ver la película y darte cuenta de quién es ese ser que ves dos por tres tocando en las calles montevideanas, ya sea en un teatro, en una cuerda de tambores, o en una plaza, tocando sus músicas y acompañando a una infinidad de otros músicos.

Hace un tiempo tuve el enorme honor de entrevistar a Hugo Fattoruso y a Albana Barrocas. Los astros se alinearon para esto en un par de ocasiones. La primera vez yo estaba muy nerviosa, porque sin conocerlo personalmente me inspiraba un respeto tan enorme que me costaba imaginar preguntas que estuvieran a su altura. Me recibió con una enorme amabilidad. Fue tan generoso con las respuestas y las anécdotas que por momentos se me olvidaba que estaba entrevistándolo, aunque enseguida caía en la cuenta de que estaba frente a un gigante de nuestra música –aunque sea feo comparar, en este caso no hay duda de que es el más gigante de todos- y me volvía a temblar la voz. Al terminar la entrevista me regaló un gesto maravilloso, que siempre honraré y llevaré en mi corazón. Disculpen que no lo cuente. Para mí eso ya fue tocar el cielo con las manos. Y cuando yo ya no podía creer lo que estaba viviendo, y me estaba despidiendo por respeto al valor del tiempo de este ser increíble, me detuvo y me hizo un regalo que conservo como uno de mis más grandes tesoros: ocho, ¡ocho! de sus discos. Lo que quiero transmitir con esta anécdota es que Hugo Fattoruso además de sentirse como un músico excepcional también se siente como una persona excepcional.

Este peliculón se está exhibiendo en las siguientes salas:

 

En Montevideo:

Movie – Movie Center Montevideo Shoping
A partir del 18/05 todos los días a las 17:30 y a las 20:30hs

Sala B – Sodre- Auditorio Nelly Goitiño
18 de mayo – 19:30 y 21:15
25 de mayo – 21:15
Horarios de Junio a confirmar

En otras ciudades:

Cine 4d Spathermaldayman – Paysandú
18 al 24 de mayo a las 20:00hs

Cine Doré
19 al 22 de mayo a las 20:00hs

Cine Teatro Municipal – Treinta y Tres
19 al 22 de mayo a las 20:00hs

Movie Club Durazno. – Durazno
26 al 28 de mayo 20:30hs

Movie Club – San José
26 al 28 de mayo 20:30hs

Cine Club – Rocha
11 y 13 de julio 20:30hs

 

 

Foto de portada: Pablo Meneses. Tomada en la Avant Première.

Álbum completo: AQUÍ

Chris Cain & Chapital Grooving the Blues: What a Night!

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Insólitamente genial el toque de Chris Cain & Chapital Grooving the Blues.

Además de su música, de la que ya hablaremos, tengo que agradecerle a Chris Cain el haber tenido mi primer contacto con Chapital Grooving the Blues. Esta formación es: Juan Pablo Chapital (guitarra), Valentín Cabrera (bajo), Gerónimo de León (bata), Sebastián Zinola (teclado) y Camila Ferrari (voz).

Siento gran debilidad por la música que toca Juan Pablo. Le he dado vueltas al asunto para tratar de dilucidar qué es lo que me engancha tanto y la conclusión es que cuando toca cada nota, toca cada nota. O sea, no está en ningún otro lado ni pensando en ninguna otra cosa. Está presente, en ese aquí y ahora, en ese preciso instante, creando música. Eso es mucho menos obvio de lo que puede parecer al leerlo. Lo más común entre los mortales de 2017 es estar haciendo una cosa y estar pensando en otra. “El Chapa” tiene una calma y una aceptación del momento que es maravillosa. Y como todo se contagia desde el escenario hacia las butacas, es un placer estar de público porque se puede experimentar un poco de esa conexión. En cuanto a la formación entera: suena muy, muy pro. Tocaron dos temas al inicio del show, antes de que se les uniera Chris Cain. En apenas unos segundos, el público estaba colocado en el lugar emocional en el que nos necesitaban. Camila Ferrari despliega una dosis de confianza que influye mucho en que una se tire para atrás en la butaca, tranquila de que el barco irá por buena senda. La confianza proveniente de una cantante modifica por completo la experiencia del que oye. Camila en ese sentido hace una contribución muy importante. Además, canta muy bien.

Para quien pueda no saberlo, Chris Cain es un guitarrista de blues y jazz, nacido en San José, California, en el año 1955. Su primer disco, “Late Night City Blues” (1987) recibió 4 nominaciones del premio W.C. Handy Blues, incluyendo “guitarrista del año”. Además de guitarra, toca piano, bajo, clarinete, saxo alto y saxo tenor. Creció escuchando blues y sus estudios musicales anduvieron por el área del jazz. En la Sala Camacuá, agradeció y homenajeó especialmente a B.B. King, Albert King y Ray Charles. Joe Bonamassa dijo de él: “Uno de mis músicos de blues favoritos de todos los tiempos, y no debidamente valorado.  Chris es una de mis influencias desde que tengo guitarra. Tono y fraseo mágicos, voz y temas matadores”. Y B. B. King dijo: “¡Ese chico sí que sabe tocar la guitarra!”.

Así fue que sucedió que un jueves 11 de mayo de 2017, en esta sala de tamaño y disposición tan pero tan agradables, la Sala Camacuá de Montevideo, tuvimos esta oportunidad digna de mucho agradecimiento: trasladarnos por un par de horas a un mundo sonoro intenso y muy emocional.

Una no sabe los entretelones pero puede adivinar que demasiado tiempo de ensayo no pudieron tener. Sin embargo, el toque tuvo un profesionalismo y una contundencia que para quien no sepa que uno era de California y los otros eran de Montevideo, bien podría creer que se trata de una banda estable con años de experiencia conjunta. Es muy admirable esa capacidad que tienen los buenos músicos de entrar en eso que ellos están creando y que a su vez los está creando a ellos de algún modo. Es muy hermoso vivir eso desde el público.

Chris Cain fue pura simpatía, amabilidad y alegría. Generó una gran fiesta de tributo a la música, con mucha comunicación, con muestras de agradecimiento hacia los músicos que lo acompañaron y también hacia el público y hacia la vida. La música creada por él traía también todos esos elementos: felicidad de estar ahí, respeto por todo, comodidad y mucha, mucha presencia. Me impresionó la intensidad de sus frases en la guitarra y de sus solos. Su música genera una fuerza impactante. Cantando, otro tanto. Tiene una gran fuerza y se canta todo. Deja el alma en cada nota y la encuentra en la siguiente. Es admirable su poderío y su entrega.

No cualquiera puede acompañar a este hombre y les digo la verdad, yo me pasé todo el toque admirando al bajista, a Valentín Cabrera. Lo de Valentín fue verdaderamente asombroso. Los temas parecían suyos; daba la impresión de que había tocado con Chris toda la vida, y la onda increíble que le metió a cada nota fue bestial. En un par de temas funkies (no me pidan los nombres), yo me hubiera parado y le hubiera tirado pétalos de flores si hubiera llevado. Me tuvo boquiabierta todo, todo el toque. ¡Y el sonido de ese bajo lo que fue! Una maravilla, admirable, recomendable por demás.

Gerónimo de León en la batería también estuvo impecable. Ya lo conocemos y sabemos que se toca todo pero me dejó admirada que pudiera tocar blues con esa intensidad y atención durante todo el toque, siempre dentro del vocabulario bluesero y teniendo el protagonismo justo que el Blues requiere de la batería. Que es un tema no sencillo, porque el blues pide una batería con protagonismo acotado pero muy exacto. En los momentos en que se le pide a la batería destacar, tiene que destacar y sin error alguno, y Gerónimo lo maneja muy, muy bien. Con hermosos fills, y una llevada firme y dulce a la vez.

En cuanto a los teclados, una disfrutaba con el goce de Sebastián Zinola. Contagiaba esa alegría de estar haciendo lo que evidente ama. Dialogaba con Chris y con el resto de los instrumentos con total soltura. Se lo sentía contagiado de la propuesta de Chris, pura alegría de vivir. Sus solos estuvieron muy bien articulados con el resto de la música y su contribución general todo el tiempo fue lo que esa música necesitaba.

Les voy a pedir que me acompañen en un intento de transmitirles algo de lo que se percibió kinestésicamente. No sé si lo lograré… ya veremos. Imagínense una sala semicircular completamente llena de público y en total oscuridad. En el centro izquierdo del escenario, tres focos entrecruzados de luz blanca por la que atraviesa bastante humo. Debajo de esos focos, una figura humana inclinada sobre su guitarra con todos los sentidos alertas y con un nivel máximo de calma y conciencia. A su alrededor se intuyen las otras figuras, inclusive la de Cain, y se las siente algo nerviosas, algo excitadas. Esta, debajo del foco, en cambio, se para como un guerrero  de la paz. A cada nota que emerge de sí le dedica todo un acto de creación: le regala la vida, le regala la duración exacta y el ánimo perfecto. Por ese lapso lo único que existe es esa nota, que a ti, que estás sentado en la butaca, te atraviesa el alma, recordándote que tu existencia es de índole divina. Sí, Juan Pablo Chapital. Mi reverencia hoy es para ti.

 

Fotos: María Magdalena Paredes

Para ver más fotos, ir a la entrada original en COOLTIVARTE.

 

G.A.S. «Made in Uruguay»

 

La presentación de G.A.S. del día martes 2 de mayo fue el punto de partida del ciclo “ENCUENTROS CON EL JAZZ – Made in Uruguay” organizado por Jazz Tour. Este ciclo contará con una presentación mensual de aquí a octubre.

G.A.S. tocó un martes y el resto de las actuaciones al parecer serán entre lunes y miércoles. Es una contribución muy generosa de parte de Jazz Tour para quienes amamos escuchar jazz el poder darle a un día de semana un toque de deleite musical, con músicos uruguayos excelentes. De mi parte agradezco que se valore el talento de los músicos de jazz de nuestro país y que se valore a la audiencia, permitiéndonos asistir a estos momentos musicales en una sala tan íntima y exquisita como es la Zavala Muniz del Teatro Solís.

Los músicos que integran G.A.S. son:

Manuel Contrera en teclados. Antonino Restuccia en bajo eléctrico. Mateo Ottonello en batería acústica.

Hubo dos grandes músicos invitados: Jhonny Neves en percusión y Santiago Olariaga en guitarra eléctrica.

La formación de trío es posiblemente mi tipo de formación preferida a la hora de escuchar jazz. Sucede que habiendo tres instrumentos me siento que puedo hacerles un lugar en mí a todos los sonidos. Esto no quita que después se van agregando instrumentos y sonidos, como sucedió hoy, y me atrapa mucho también, y admito que mi nivel de entusiasmo aumenta notoriamente, pero el trío tiene sus peculiaridades especialmente fascinantes, que hoy, antes de saber que habría invitados, fue algo que agradecí explícitamente. Ese juego creativo entre tres instrumentos tan diferentes en cuanto a su sonoridad me resultó un deleite.

El comienzo del show fue muy bien pensado y plasmado. De alguna manera sentí que la música iba llegando, como nosotros, los de la audiencia, y se iba armando gradualmente, generando una atmósfera muy interesante y muy atrapante que iba acompañando ese ajuste que uno necesita al venir de la calle y sentarse a escuchar por primera vez algo completamente nuevo.

Por el primer minuto de música a mí ya me quedó claro que iba a ser una noche excelente. Me acomodé en la butaca y me permití aflojarme para recibir eso que se notaba que iba a estar muy bueno. Pero ni sospechaba lo que vendría.

La música en su totalidad me enganchó porque si bien es jazz, con algún elemento de fusión también, tiene una personalidad específica, que hasta el momento yo no había escuchado en ninguna formación. Por un lado, es netamente lenguaje de jazz. Por otro, tiene dos condimentos notorios que podrían llegar a ser opuestos, a algún nivel: una gran dulzura y unos momentos destemplados, disonantes, que juntos arman un combinado interesantísimo de escuchar. Y también existe un componente de juego, percibible, que se agradece.

Hasta el momento había escuchado a Manuel Contrera en proyectos ajenos y no propios y hoy le encontré un ángulo nuevo. Me sorprendió muchísimo cómo conviven en su música una gran firmeza y decisión, un manejo bellísimo del fraseo, de los matices y evidentemente del lenguaje del jazz, y el ingrediente ternura, pero también otro del que hablaré más adelante. La integración de todos esos elementos se siente completamente natural y nada forzada y el viaje al que te invitan es uno en el que hay una paleta extensa de emociones. Al preguntarle después del toque, nos contó que la mayoría de los temas tocados hoy son de su autoría y luego trabajados con el resto del grupo. Su propuesta, entonces, abraza un rango interesante de emociones y eso la hace, en mi opinión, muy viva, muy dinámica y muy atrapante.

Hoy mientras tocaban me llamaron especialmente la atención las manos de Manuel y de Antonino. Las de Manuel expresaban mucho de todo esto que les conté antes, a través de diferentes grados de tensión, de estiramiento y de un movimiento por momentos muy veloz y por otros momentos más distendido. Las manos de Antonino Restuccia me atraparon también. ¿Vieron que los bajistas tienen que tener su mano izquierda  bastante recta todo el tiempo? Me sorprendió muchísimo cómo, con esa postura, sus dedos iban y venían arqueados combinándose en nuevas y nuevas posiciones. Mientras lo observaba se me vino a la memoria una expresión que le oí a Aznar: “aquello era como una araña pollito”. Lo más loco del asunto es que en esas acrobacias digitales el rey seguía siendo el tiempo, con una exactitud de relojería y con una onda impresionante. La verdad que para aplaudir de pie. Y, ahora que digo eso, no pudimos aplaudir alguno de sus solos porque no queríamos perdernos ni una nota de lo que seguía surgiendo.

Otro aspecto que resalté en este toque fue que las composiciones a pesar de ser composiciones de jazz, que me da la impresión de que contienen mucho lugar a la libertad y a la improvisación, igual incluyen una cierta repetición de algunas frases melódicas y rítmicas que para quien escucha lo hacen algo muy disfrutable. Percibí un movimiento interno diferente a, por ejemplo, cuando escucho una jam. En ese caso, generalmente, la conversación es algo deshilvanada y difícilmente una se quede tarareando un tema. Con los temas de G.A.S. sí existe ese elemento unidad melódica, unidad rítmica, unidad de sentido, que está muy bueno de vivir.

Quiero creer que aunque la batería no fuera mi debilidad, Mateo igualmente me hubiese hechizado. Lo suyo es auténticamente descollante. Acá me van a perdonar pero voy a tener que detenerme y explicarles por qué me parece esto. Y les pido que me sigan con algo de paciencia. ¿Cuál es el camino más común al tocar la batería? Primero ir a clases, aprender diferentes patrones (ritmos), luego empezar a copiar a algún baterista que a uno le guste, ir cambiando de baterista favorito, ir buscando tener un set que suene medio parecido al de ese ídolo, seguir copiando, y de a poco ir soltándose a permitir que lo que hay adentro fluya y finalmente, un día, cuando ya se tiene buena experiencia, sucede que alguien escucha y dice que hay un estilo propio. Se gana confianza en ese estilo y un día se asume esa realidad. Bueno, Mateo Ottonello es un veinteañero que encontró su estilo propio muchísimo antes de haber comenzado a estudiar. Sin saberlo, me animo a decir que jamás se le cruzó por la cabeza copiar a ningún baterista. Y ahora, en este trío fantástico, está mostrando lo que para mí es su mejor versión musical hasta el momento. Pero claro, con la edad que tiene, su carrera musical apenas comienza y la imaginación me explota pensando a los lugares que puede llegar.

En la presentación de G.A.S. daba la impresión de que Mateo tiene una información musical sin límites y que la procesa de alguna manera tal que la vive con el cuerpo y el alma y se traduce con completa naturalidad en movimientos de manos y pies, que a su vez se transmiten al instrumento creando algo completamente original. Por una vez no voy a exagerar: lo de Mateo es demencial. Casi que no cabe en la cabeza. Y no estoy hablando de la técnica, no. La capacidad de ejecución es asombrosa pero ya sabemos que eso no hace a un músico. Mateo es un Músico, así, con mayúsculas. No hubo frase del teclado, de la guitarra, del tambor o del bajo en la que no estuviera completamente por dentro. Un diálogo permanente con todos los instrumentos pero sin esa verborragia imparable que a veces sufrimos por ahí. Todo lo “dicho” tenía lugar, y tenía un lugar de creación, de coconstrucción, de interpretación absolutamente inteligente y sensible. Si bien su volumen natural tiende a ser muy fuerte (si yo lo tuviera en una banda le pondría una de esas pantallas que achican un poco el volumen), con G.A.S. se lo aprecia capaz de matizar y tocar bien chiquito en algunos momentos, así como de componer con silencios inesperados.

Bueno, el adjetivo “inesperado” va con G.A.S. en más de un sentido. Primeramente, una no espera que estos tres músicos tan jóvenes manejen ese vocabulario musical y tengan esa soltura y libertad que tienen. Además, la música como unidad es inesperada. Como les decía más arriba, contiene dulzura y ternura. También es una música nada dubitativa, decidida, firme. Y, como ingrediente exótico, si se quiere, eso que les anticipé que mencionaría: un toque de fricción. Sonidos chirriantes, provenientes de cualquiera de los instrumentos. La sensación que experimenté fue como que me estaban hablando con dulzura en un oído y por el otro me estaban hablando con algo/bastante de agresividad. La combinación me generó un efecto tan diferente, nunca antes experimentado, que me hizo detener a observar de qué se trataba. Llegué a la conclusión de que esta música me invita a hacer resonar simultáneamente emociones que en la vida solemos sentir separadas, y eso se me antojó como una invitación generosa a beberse la vida completa, con todo lo dulce, lo amargo, lo cálido y lo congelante que tiene. Vivirlo desde la música está buenísimo.

Mateo no toca patrones. Mateo no toca ritmos prefabricados. Mateo hace música, de una forma impresionantemente creativa y original.

Queda mucho más por contar, pero lo más generoso que puedo hacer por ustedes es proponerles que por un lado, compren su disco y que, por otro lado, estén muy atentos a cuándo tocan otra vez y no pierdan la oportunidad de ir a verlos. Me atrevo a decir que G.A.S. me dio la misma sensación de por fin escuchar algo valioso y diferente, a base de jazz, que cuando escuché a Esbjörn Svensson Trio por primera vez. No es que sean comparables estas dos bandas. No, no digo eso. Lo que estoy diciendo es que G.A.S. está haciendo una propuesta jazzera de tal originalidad y valor que verdaderamente sorprende. Y es responsabilidad de nosotros, el público, que propuestas como esta sigan gozando de buena salud. O sea, tenemos que ir a verlos cuando toquen, por favor.

Al trío se le sumaron dos invitados fenomenales. Santiago Olariaga en guitarra y Jhonny Neves en percusión (tambor repique y cajón). Recibimos comentarios de que hay grandes posibilidades de que continúen su participación en la banda. Ambos se acoplaron perfecto a la propuesta del trío, con dos roles muy importantes en el crecimiento de la expansión sonora. No hubo una sola nota de Santiago que no fuera inesperada, en el mejor sentido del término. En esta presentación mostró cierta predilección por esos sonidos disonantes a la vez que sus frases conversaban genialmente con el resto de los sonidos.

Lo de Jhonny me dejó completamente extasiada, especialmente con el Repique. Y tuve la misma sensación que con Mateo: que la música iba directo de su cuerpo al tambor y que había una unidad orgánica entre instrumentista y sonido. Un capítulo aparte fue la interacción entre Jhonny y Mateo… pero bueno, es imposible contarles todo.

Ya saben: si no los van a ver, marcan bobera.

Y recuerden que el ciclo continúa. La próxima fecha es el 19 de julio con Marcos Caula Quinteto.

 

Foto: mía.

Para ver más fotos, de un fotógrafo de verdad, Javier Fuentes, ir a la entrada original, en COOLTIVARTE.