Nardis Cool Jazz en Tractatus

El miércoles 22 de abril Nardis Cool Jazz presentó su disco “Mr. Cool” en Tractatus.

La vista del lugar me transportó a otros países: una plaza arbolada y agradablemente iluminada. Detrás nuestro puerto con su actividad sin pausa. Una grúa apilaba contenedores de diferentes colores formando ese paisaje que se me antojó extranjero, por nada más que porque hasta ahora en esta ciudad yo no había tenido la oportunidad de tomar algo rico observando esa vista tan inspiradora. Si bien hoy hay otros medios de transporte, tanto para personas como para mercaderías, el puerto fue por mucho tiempo el punto de arribo de nuestros pobladores y de intercambio de mercancías y en mí genera una fascinación significativa.

Identifico el sonido de Nardis con Roberto Parietti. Beto, como le dicen los otros músicos, es una figura del jazz montevideano muy admirado por su conocimiento del lenguaje del jazz y de su instrumento y porque tiene una característica muy especial: con varias decenas de años en su haber sigue tomando clases y perfeccionándose. Gracias a la tecnología, toma clases con un profesor que vive en Estados Unidos. Si no fuera por el aplomo envidiable que le ha dado la experiencia, sería difícil creerle la edad que tiene. Muchos lo consideramos un gran ejemplo. En los momentos de sus solos la percepción que se tiene es de manejo absoluto del lenguaje del jazz y mucha delicadeza y armonía, no solo musical sino también con la vida.

En la base, Carlos Laicovsky y Lucas Soria demostraron una gran comunicación y sintonía. La capacidad de escucha es quizás la más importante entre los músicos y  Carlos estuvo todo el toque realmente escuchando, acompañando desde adentro de la música y soleando con comodidad y muy buen sonido. Lucas está tocando tan pero tan musicalmente. Hace ya rato que cada vez que lo voy a ver quedo encantada con que su participación musical es netamente en pos del bien de la co-construcción entre todos. A todos los músicos les pasa cuando son jóvenes pero quizás se nota más en los bateristas una necesidad de demostrar cuánto tocan, o lo último que aprendieron, y a veces eso arruina la creación conjunta. Si bien ese es el peor extremo de las opciones, hay variedad de matices y es muy raro encontrar a un baterista que deje completamente de lado el ego y que solo toque aquello que colabora verdaderamente con el fin musical, apoyando las melodías de la manera más indicada, usando sus escobillas con arte pero con sutileza, etc. etc. Lucas está hoy en día en este extremo y desde acá y desde mi atrevimiento ya conocido, lo felicito.

Facundo del Campo está últimamente en varios de los comentarios que se oyen por ahí. “Toca bárbaro” es lo que más se repite. Y sí. Sorprenden más que nada tres cosas. Por un lado, su sonido que tiene una combinación de cualidades de dulzura, calidez y nitidez que no son nada comunes en alguien tan joven. En segundo lugar, sus notas hablan de un jazz de este tiempo (en algunas oportunidades me hizo pensar en el jazz de Esbjörn Svensson, que tanto deseo que se continúe con otros músicos). Por otro lado, algo aún menos común, toca con gran precisión, decisión y firmeza. Estas últimas características a mi entender son los elementos que a la audiencia le permiten escuchar con total comodidad y entrega. La confianza del músico se vibra desde el público (así como la falta de confianza) y como espectadora siempre la agradezco.

El saxo es un instrumento que yo considero jugado. Tiene, por su volumen, una presencia que realmente hay que tener los pantalones muy bien puestos para ser la vía para que ese sonido se exprese. Américo del Giorgio tocó fantástico, fantástico. Con un enorme respeto hacia los otros músicos, hacia el público y hacia los temas. Y qué condimento maravilloso que es el saxo en una banda de jazz. Realmente me encantó cómo tocó, lo que tocó y toda su actitud en general. Me saco el sombrero. Y quiero hacer una mención especial a sus habilidades como presentador.

Sebastián Gindel, a quien venimos escuchando cantar hace ya unos años, fue invitado en dos temas de la banda y le impartió a todo el toque un empuje de alegría y vitalidad que hizo una diferencia muy interesante y bienvenida. Sebastián tiene una energía que inyecta bríos y frescura. Fue una gran elección, verdaderamente.

El público de Tractatus esa noche fue muy pero muy respetuoso de la música. El ideal de una situación de show musical es que los músicos y el público estén concentrados por igual. Yo creo que el miércoles sucedió exactamente eso. Me llamó especialmente la atención que el público esperara hasta que se extinguiera la última nota para aplaudir. Eso fue fantástico, porque además cada uno de los finales de los temas fue diferente en su dinámica y realmente exquisitos y fue una buena decisión escucharlos verdaderamente.

Hablando de aplausos, uno especial se merece el sonidista. El volumen general estuvo perfecto, pudiéndose escuchar cada una de las notas del toque, lo cual es una bendición.

Estos fueron los temas:

Walking

Soul Eyes

Emily

Who can I turn to

Dolphin Dance

Funkallero

Two lonely people

Very Early

Birk’s Works

Round Midnight

Black Nile

Moon and Sand

Nardis

Los músicos:

Roberto Parietti: piano

Carlos Laicovsky: bajo

Facundo del Campo: guitarra

Lucas Soria: batería

Américo del Giorgio: saxo

Sebastián Gindel: voz

MINIMALmambo en Lalá café con libros

MINIMALmambo en Lalá café con libros

 

Foto: Ivonne Morales y Agustín Cuervo

Foto: Ivonne Morales

 

Noche ventosa pero estrellada a más no poder. ¿Que eso no es antagónico? Puede ser, pero a mí me sorprendió que ese viento no trajese nubes.

Lalá café con libros es uno de los rinconcitos encantadores de esta ciudad. Muy poquitas mesas, propuestas ricas y ¡libros! Sí, sí, libros. Qué genial. Una se siente a gusto ahí.

Y en ese lugar íntimo anoche hubo ese banquete musical pantagruélico: MINIMALmambo, la gigante banda de Rossana Taddei y Gustavo Etchenique (Cheche) que nos deleitó con sabores muy variados, recorriendo sus discos MINIMALmambo y Pescando en el cielo.

Rossana y su despliegue de dotes me volvió a hipnotizar. Mire que he visto a estos dos seres chiquicientas veces ya, y siempre quedo embobada y admirada de todo el arte que ella domina al ponerse detrás de un micrófono. Es admirable su simpatía, sus permanentes ocurrencias que emergen como a borbotones y con un humor fantástico, su comodidad extrema con la voz, sus agudos hermosos, sus graves íntimos, los arreglos musicales endemoniados que se manda con todo tipo de parafernalia: corneta, shaker, castañuelas, semillas, un timbre (sí, un timbre), y su guitarra, que a mí me vuelve a impactar cada vez por el ritmo arrollador que logra en sus acompañamientos. Un capítulo aparte son las musicalizaciones de textos de poetas varios. Anoche, además, nos dio una clase cultural al respecto de la tarantella y hasta nos recomendó ver esta documental: https://youtu.be/dyDXNUeJ5_s.

Yo me sigo pellizcando en cuanto a la bendición que significa tener la oportunidad de ver y oír a Gustavo Etchenique a una distancia de 2 metros, haciendo la magia increíble que hace al crear a dúo con Rossana. El despliegue de sabiduría percutiva es muy fuerte. En primer lugar, tiene un metrónomo adentro del cerebro, lo cual ya es una característica esencial para un batero pero él logra que eso termine pasando a segundo o tercer plano. La creatividad y la sensibilidad que tiene es de otro planeta. Anoche, a mi entender, llegó al colmo del baterista genio: En un par de compases utilizó la vibración de la bordona para acompañar la voz de Rossana. Y como a la bordona se le ocurrió ir bajando su “redoble” natural quizás un par de tiempos antes de lo necesario, él se las ingenió para estimular el parche de tal manera de que siguiera sonando ese par de segundos extra. Chapeau, Etchenique. Pero esto es un detalle más de los suyos. Lo que impacta es la solidez sensible, los matices de volumen, el groove –mejor dicho la infinidad de grooves–  y bue, cuando le llega el turno al candombe, la mínima uruguayez que corre por mis venas bulle llevándome al éxtasis musical. Anoche en particular al sonar el tema “Uruguay” cerré los ojos y aquello sonaba a una cuerda de tambores y un baterista. ¿Cómo? Qué sé yo, pero así era. Y tanto era así que nos enteramos de que algún vecino “se quejó porque había tambores en la cuadra”.

Si quieres, en este enlace puedes leer un intercambio con Etchenique donde cuenta cosas que me parecieron muy interesantes, sobre sus comienzos, sus maestros, etc. https://clubdebateristasdeluruguay.wordpress.com/2012/09/19/entrevista-a-gustavo-etchenique/  y la reseña de la clínica espectacular que nos regaló ese mismo año, junto a Carlos Quintana, también con la participación de Rossana:  https://clubdebateristasdeluruguay.wordpress.com/2012/10/07/resena-de-la-master-class-de-gustavo-etchenique/

En marzo de 2013 yo escribía: “Si tengo que describir el disco [MINIMALmambo] en pocas palabras, elijo: fresco, positivo, optimista, creativo, diferente, auténtico, profesional, original, imprevisible, MUSICAL. Si tengo que describir el show en pocas palabras, elegiría las mismas y le agregaría: divertido, interesante, íntimo, generoso y con una energía divina contagiosa que se queda instalada por días en la piel”.

Sigo pensando y sintiendo lo mismo, y agrego una mención a un complemento de índole más energética: la química que tienen ellos dos es tan pero tan bonita de presenciar. El pecho de todos se expande al sentir ese amor que fluye en el escenario. Supongo que ese ingrediente tiene mucho que ver con el efecto que tiene la música en el alma de quienes nos acercamos voluntariamente para ser hechizados. Este video muestra alguito de esa magia: https://youtu.be/JRnbbvIURNM

Anoche comentaron sobre sus próximos toques:

25 de abril en la IMM con banda. Quinteto con Herman Klang, Santiago Montoro y Alejandro Moya.

Y en formato Minimalmambo: 8 de mayo en Casa de la Cultura de Maldonado y 14 de mayo en El Galpón.

Mi sugerencia a corazón abierto es que vayan.

Posdata:
Documental disfrutable a más no poder sobre la grabación de “Pescando en el cielo”:
https://youtu.be/803xuYf0GpE

Fito y Fitipaldis en Montevideo (2015)

¡Hola! Vengo de ver a Fito y Fitipaldis en La Trastienda. ¡Fue tremendo show! Estoy un poco como anestesiada porque duró dos horas completas, bailé buena parte del show, canté, coreé y me fasciné con mil y un detalles de la noche. El silencio de mi casa se siente muy pero muy raro en este momento… y quiero comer algo dulce pero no hay, así que a endulzarme escribiendo este relato de una noche muy disfrutada.

Antes de que empezara la música había que encontrar algún lugar de donde se pudiera ver medianamente el escenario. Yo mido 1,60 m, lo que significa un verdadero problema ir a ver toques de parado, máxime cuando el piso del lugar es llano (voto ya por inclinar ese piso). Como no todos los días se tiene la posibilidad de ver a estos seres tocando en Montevideo, mi juego fue irme colocando detrás de cada uno que pasaba avanzando por al lado mío y logré quedar en una ubicación relativamente buena, de donde veía claramente al bajista, al saxofonista y al baterista, de a ratitos veía a Fito, adivinaba al tecladista, y con un poco más de frecuencia veía al guitarrista. Estaba repleto de gente. En la planta baja alfileres quizás cabían pero personas ni una más. Mucho calor humano y mucha alegría.

Fito Cabrales, líder de la banda, me dejó realmente admirada y una vez más confirmé que no hay nada como ver música en vivo. Los había escuchado muchas veces y visto en varios videos pero hoy me llevaron a un lugar nuevo, que todavía no conocía con su música. Volviendo a Fito: tiene enorme fuerza, tremenda garra que convive con momentos de gran dulzura. Sus temas son realmente bonitos, con acordes y melodías que llegan a uno despertando tanto esa necesidad de exteriorizar pasiones como la reflexión. Las letras son muy pero muy buenas y en los momentos solistas en que él tocó la guitarra, se pudo sentir una enorme sensibilidad producida por sus dedos.

Carlos Raya, en la otra guitarra, se puso al público en el bolsillo. Es que realmente toca con tremenda decisión y convicción y es una de las figuras más notorias junto con Fito sobre el escenario. En los momentos en que hicieron dúo con el saxofonista, Javier Alzola, como decimos por acá: “la rompieron”. Además, se nota que se gozan haciendo lo suyo. Es muy, muy genial de presenciar. Alzola también tocó percusión y se veía completamente alineado con la banda y con el show. Él, así como Raya, el bajista Alejandro Climent y el tecladista Joserra Semperena colaboraron con coros en varias oportunidades. El baterista, Daniel Griffin, fue otra de las figuras que la gente vitoreó especialmente en sus intervenciones más llamativas. Cada vez que tocaban Raya o Griffin, entre el público se oía: “Es una bestia”; “la tiene clarísima”; “no se puede creer”, etc. Aparentemente el tecladista no pudo tocar con un Hammond y tuvo que conformarse con un piano. Desde mi rincón yo no lo notaba especialmente metido emocionalmente en la dinámica de la banda, pero imagino que quizá la falta de su instrumento le habrá incomodado un poco.

Todos cantamos y bailamos toda la noche. En el poquito espacio personal que cada uno tenía, no había manera de quedarse quieto. Fue muy bonito ver cómo gran cantidad de jóvenes levantaban a sus parejas para que, por unos segundos, vieran un poco mejor. Hubo canciones especialmente festejadas y acompañadas por el público. En mi caso, agradecí muy especialmente la oportunidad de oír en directo “Entre la espada y la pared”, uno de mis temas favoritos desde hace meses, que no pasa muchos días sin sonar en mi casa. Pero cada uno ahí tenía su favorita y era hermoso ver las caras de la gente fascinada con la oportunidad de ver a estos “tíos” por estos lares. En el aire estaba esa expectativa de tantos… se sentía esa emoción colectiva de estar viendo a músicos admirados que, como el propio Fito dijo, vienen de lejos. Me dio la impresión de que hoy de noche él quedó un poco sorprendido de la recepción que tuvo en Uruguay. Sobre el final dijo algo así como: “¡Pero cómo sois, che! Nosotros venimos de muy lejos. Ni puta idea de a cuántos les gustará nuestra música… y nos encontramos con esto”. Fue muy bonito sentir todo ese fluir de aceptación, energía y vitalidad en ambas direcciones entre el público y los músicos.

En cuanto a la calidad del show en sí y en cuanto a la performance de los músicos quedé muy bien impresionada. En algún momento del show, en que sentía que todo fluía cómodamente y todos estábamos disfrutando, pensé: “¿Qué hace que estas personas, viniendo de tan lejos, sin conocer el lugar ni el público, puedan hacer un show tan profesional?” Llegué a la conclusión de que los dos ingredientes que estaban decidiendo buena parte de eso eran la gran concentración y la total convicción de lo que estaban ofreciendo. Algunos saben que “mi palo” no es el rock y hoy quedé encantada con varias cosas: Por un lado la alegría razonable del público. (¡Voto por bailar en los conciertos de jazz! Je… es un divague, sí, pero si sos de los que hace rato no vas a un toque de rock, mi consejo es que no la pienses y vayas ya a uno… después me contás). Claro, no faltó el que había tomado de más o el que tiró sobre el final una lata de refresco bañando con agua azucarada a los que estaban por ahí, pero en su enorme mayoría la gente disfrutó en una muy buena, con sonrisas, abrazos, besos. Ups, me fui por las ramas. Decía, en cuanto a la música en sí, la contundencia de cada una de las notas que se tocaron esta noche fue lo que generó la buenísima calidad musical de lo que vimos. Ninguno de los músicos dudaba ni por un instante que su nota sería esa nota eficiente, polenta, que iba a entrar directo en cada uno de nosotros. La combinación de las notas de Raya y Alzola fue lo que me regaló los momentos musicales que más me impactaron. Griffin ¡me hizo bailar! Qué maravilloso que es nuestro vínculo primario con el ritmo.

A quien aún no conozca la banda, le sugiero que les dé una ojeada a las letras de sus temas. A mí me parece que es algo muy importante en el éxito musical del grupo. Están muy bien hechas, tienen un contenido relevante, son poéticas, sensibles y compartibles. En su página web para darles una leída a todas las que quieran: http://www.fitoyfitipaldis.com/fitipaldis/discos

Fito Cabrales la pasó bien, creo yo. Cantó genial (me temo que hoy dejó parte de su garganta en ese escenario), interactuó con el público, bailó, hizo corear a la gente, le dedicó un tema a “Emi” (Emiliano Brancciari) y le agradeció al grupo No te va gustar, con quienes tocó en Buenos Aires tres días atrás, en el estadio de Vélez. La gente les pidió bis y luego les volvió a pedir bis. No querían dejarlos ir.

En resumen, una noche gozada, con una propuesta musical relevante, con un Fito cercano que dijo muchas verdades que fueron bailadas, cantadas y aplaudidas a más no poder.

Posdata: Durante el toque me acordé muchas, muchas veces de mi amiga Belén, quien ha compartido parte de mi disfrute de esta banda.

Entre la espada y la pared:

Mike Stern in La Trastienda (March 21st, 2015) with Dave Weckl, Tom Kennedy and Bob Franceschini

A drummer I admire (*) says that it is very important not to forget breathing while one is playing. Today, during the formidable show that we had the luck to witness, I reminded his* words to myself: “Do breathe, Patricia”. And I added from my own: “Do allow the music to go through you; do feel the happiness that all your cells have”. And I silently thanked Dave Weckl for having come, Mike Stern for having called him, the bass player for being from another planet and the sax player for giving me the opportunity to feel that thing, so special, that I felt with his music.

Also, during the show, for a second I thought: “Today María Noel suggested I could maybe write an account… it would be a huge audacity to talk about this. This is to be lived, to be felt, but not to be spoken about, because one runs the risk of spoiling it”.

And here I am writing about it, because, in the first place, as a good human being, I’m contradictory; secondly, I want to be able to return here in 5 or 10 years and better remember the feelings that I lived today; and thirdly, I needed to land a little bit more. Even if I returned on foot and verbally overwhelming the drummer who came with me, I still can’t go to sleep with this total craziness that I feel right now. All my cells are vibrating as if I were plugged in to 220 watts.

While waiting outside, joking a little and also meaning it, a friend and I said: “Today, let’s have Mike Stern doing a basis for Weckl to show off”. The thing is that even if I have always loved Mike Stern, to see Dave Weckl for the first time generated so much expectation in me that during the past 4 days I have been nervous, thinking about today. On the way to La Trastienda today I felt incredibly excited and all my body vibrated as if I were going to a blind date or to some super important event. “Don’t make such a fuss, calm down”, I told myself on the bus, but I found no way to do that. I was clearly anticipating it.

Some relaxed compasses started to sound and a very short while later Weckl played a fill with a little more presence and the generalized commotion was clearly felt. The presence of those sounds was of such power that I started tripping right there. I did not want to get out of my centre because I wanted to live it all and to remember it later (if one gets too excited, one doesn’t remember anything afterwards), and all that flowed based on breathing and allowing myself to be taken by music and beauty.

Mike Stern is still the most pleasant guitar player from abroad that I have seen. I know that he probably says the same phrase everywhere, but it gives the impression that he really enjoys coming to play here. His melodies are all affectionate pieces. They have that mix of complete sweetness and joy, a not so common and very appreciated combination. There were a couple of sadder songs but I welcomed them because they helped me ease a little and prevented me from exploding in a million particles and leaving La Trastienda filled with cells and blood drops. [A horrible image, right? But that’s what was avoided, so it’s not so bad].

I can’t and I don’t want to talk about each piece, but here is what I want to remember:

Immediately after they started, each one had their solo moment. It was then that my jaw dropped open with the bass player and never closed again. Holy shit, that man, Tom Kennedy, is from another galaxy. What he plays and how he plays it is of an overwhelming virtuosity and beauty. Wow.

At some later moment, Tom Kennedy and Dave Weckl made something absolutely wonderful together. It was not a solo of one or the other, it was something composed between bass and drums. Composed or improvised, but a creation of the two. Each of them was incredibly free and had fun individually, creating together something that may be what I liked most from the show. I felt like dancing, like yelling, like going to hug them… it was something huge. I have always paid special attention to what the drums do while the bass is soloing. There are several schools on this: that the drums don’t have to bother the bass too much, that the drums have to “talk” with the bass player, that the drums only have to do a basis for the bass to play at ease, that the drums has to lower the volume for the bass to be heard better or not to do that because the bass can get the volume up… that’s it, theories. Today’s was a master class of how bass and drums together can make a fantastic unrivalled musical piece. AAAh. That was something! I want to have it filmed, I want to be able to watch it a thousand times more and to get into the same emotion several other times. It’s something to play on Monday mornings then go and eat the world. The speed of Kennedy’s fingers is unbelievable. But it’s not speed for speed’s sake and for demonstrating anything. It was speed at the service of music and, I don’t know… my heart stopped every five seconds. Here I found a video that gives you an idea, though it was filmed five years ago. It seemed to me that today’s sounded much better.

https://youtu.be/IIuMscbpHFg

What Dave Weckl and Mike Stern did together was something magical too. Let’s see what I want to remember about what this master Weckl did? I want to remember the powerful presence simultaneoulsy coexisting with delicacy and sweetness in his playing. I want to remember his melodies on the toms, and how wonderful his floor tom-tom sounded. I want to remember the beauty of his crash sound, which he played very often when Mike played higher-pitch notes. I want to remember how nearly each time he played a crash or a splash he accompanied it by a soft but firm hit on the bass drum. Also the beauty of the sound that he made with the sticks on the snare drum’s ring and the volume hues with which he accompanied each note from Mike. How he pressed with his left stick one of the small toms for it to sound different (higher pitch, I believe). And please, Patricia, don’t you ever forget about that other piece, which they played near the end, only drums and guitar, and Dave played with his fingers. The sound he produced with his fingers! The hues of volume he managed! The sound combinations, the outstanding rhythm, the accompaniment of melodies, the fun that man had while he created. And the brushes? He did something similar to a train… or something like that, I don’t know, but it sounded absolutely delightful and it flowed and flowed, and one went further away, higher each time.

I loved Bob Franceschini too. His sound is so wonderful, sweet, clean, frontal, and it combines wonderfully with Mike Stern’s music. His sound gave me goose bumps. Saxes are lately hypnotizing me very much. And this man does not only play wonderfully but he also knows when not to play. I loved his long silences which generated a greater delight when he retook his music. The value of silence in music: something else to remember.

When the show was over I had the impression that it had lasted half an hour. It seemed too short. But no, it lasted a normal length of time… evidently my perception was altered. Thank God they played three encores and, in fact, nobody wanted to let them leave.

Not long ago I read that it’s not convenient to clap at the end of a musical show that you really enjoyed because in that clapping you let go the accumulated energy and you loose it. Today I consciously clapped quite a lot because I needed, exactly, to throw out some of that energy because it was difficult to resist such an accumulation.

Let’s hope they come again and, especially, Weckl. It was really a luxury to be able to live that today. I am super happy to have gone.

Last night I wrote:

One goes to bed, right? just like at the end of any given day. And tomorrow starts another day, right? Just as if it were any other day. But it happens that tomorrow will be far from being any other day. Tomorrow Master Dave Weckl will play the drums in a closed site where I will be too. I mean, my ears will receive the sound produced by the hitting of his sticks on the skins and that sound will reach my being through the air. Dave Weckl and I will breathe the same air tomorrow night, so I will have some of his essence and he will have some of mine. No, it won’t be any day.

And it was a different day, indeed. This concert will remain in that little corner of my heart where I keep a few very special concerts.

Here there is something very similar to what we lived last night, for those who may not have been able to go or for who, as is my case, may need to repeat the dose. https://youtu.be/h5a-shtMqzc

P.S. Good work, La Trastienda. Both the sound and the volume were great.

(*) Peter Erkine’s (I thought it was too weird to start a review about Weckl mentioning Erskine).

Alfonsina: «El bien traerá el bien y el mal traerá canciones»

Hoy fui a ver un show diferente y me di cuenta de que me hizo mucho bien el cambio. Salí por un rato de mi zona de confort y me encontré en una zona nueva que me resultó fascinante. Fui a ver a Alfonsina que hoy viernes 10 de abril de 2015 presentó su disco «El bien traerá el bien y el mal traerá canciones».

Ya de pique fue un placer volver a entrar a la Sala Vaz Ferreira después de la friolera de 26 años. Fue entrar ahí, ver los paneles en el techo, los paneles de madera en las paredes laterales y recordar una enormidad de cosas y especialmente la admiración total que tenían todos los músicos por la acústica de esta sala. Así que entré, busqué la consola del sonidista, y me senté exactamente adelante.

En el escenario había mucho que llamaba la atención. Además de los instrumentos se veía un despliegue muy importante de equipos de amplificación y de monitoreo. Poco rato después esto daría lugar para mí a una ironía muy interesante de la noche.

Mientras iba llegando el público, de edades muy variadas, la música ambiente me encantó. Yo no la habría elegido diferente. Y el volumen era perfecto: se oía pero permitía que la gente se pusiera al día con sus cuentos, al encontrarse quizás después de tiempo de no estar juntos para ver este espectáculo.

Bajaron las luces, la gente se silenció y Alfonsina salió al escenario directo al micrófono a recibir la noche con una tremenda poesía. Ese comienzo fue impactante, fascinante, intrigante. Yo pensaba: «hay que tener tremenda garra para arrancar así y que no te tiemble la voz». Y no le tembló… y arrasó. En ese lapso mínimo se puso al público en el bolsillo. A mí, sin duda.

Inmediatamente tomó la guitarra y comenzó su primer tema, que le presentaría a ella y a todos los presentes un enorme desafío y, como siempre, si hay desafío, hay oportunidad aprovechable. La amplificación de la guitarra no funcionó (he aquí la ironía a la que me refería antes) y Alfonsina se había lanzado con un comienzo super poderoso a presentar su disco. ¿Saben qué? Por unos cuántos acordes yo no me di cuenta de que la guitarra no estaba amplificada. Estaba tan prendida de su voz, de su estampa, de su presencia, de su garra, que sinceramente me conformaba con ese sonido ronco que tenía la guitarra desenchufada en comparación con la voz de Alfonsina. Cuando me di cuenta, yo no salía de mi asombro del manejo maravilloso de la situación que hizo esta mujer poderosa. Cantó, no sé decir cuánto de la canción de esa manera y en un momento parece que le incomodó la diferencia de volúmenes y se separó del micrófono. Y ahí se acercó al borde del escenario, todo sin perder ni por un minuto su conexión con su música, y generó una intimidad gigante entre ella y su canción y entre ella y el público, el cual con un respeto absoluto le seguía cada movimiento y cada sonido. No creo que muchos artistas de larga experiencia pudieran manejar una situación así con el profesionalismo que lo hizo ella. Sinceramente: chapeau, Alfonsina. Me quedé pensando en la enorme importancia para un artista de su propio convencimiento y de la conexión con su arte para poder atravesar este tipo de imprevistos que siempre pueden darse.

Al terminar el tema se retiró del escenario para dejar que otras personas solucionaran la falla técnica. Pasaron unos cuántos minutos y el que recogió el guante del desafío fue el público: mantuvo el respeto, un silencio relativo, y mucha paciencia. El sonidista tuvo el buen tino de volver a poner un poco de música ambiente para el público que casi llenó completamente la sala. Me divirtió ver llegar a alguien a las 21:44 y mirar sorprendida a su alrededor. Esa persona tuvo una enorme suerte hoy de noche. Un minuto después, recomenzaba el concierto.

El primer tema tenía mucho de tango y yo tengo un problema personal con el tango, así que no puedo ni opinar al respecto, pues estoy en otro canal. Pero claro, me asusté un poco, pensando que quizás el concierto sería todo homogéneo en ese tenor y yo no la pasaría muy bien. Sin embargo, ese miedo desapareció de inmediato con el segundo tema, que me encantó. Y ahí empecé a notar: el baterista es especialmente bueno [hasta esta noche nunca había tenido el placer de escuchar a Francisco Etchenique], el bajo [Antonino Restuccia] hace buena yunta con la batería y la voz de Alfonsina, en mi opinión, es muy pero muy agradable, especialmente cuando expresa dulzura. Su trato con la guitarra está buenísimo también y le saca un sonido «guerrero» que me impresionó.

El tercer tema fue pura sensualidad. Esta mujer tiene unos graves absolutamente bonitos y unos agudos muy brillantes y disfrutables. El tema rítmico para este tercer tema ya se estaba poniendo muy pero muy interesante. Como dijo Sting, un buen baterista te levanta o te destruye un show y en este caso el baterista aportó mucho al show. Musicalmente, sin ninguna duda, y también -desde mi asiento- parecía estar absolutamente atento a cada detalle y super metido en el alma de las canciones. Una dupla excelente con la cantante.

Creo que fue para el cuarto tema que entró Juan Pablo Chapital, a quien muchos tenemos el placer de haber escuchado varias veces. Salada fuerza y enorme buen gusto el de su participación.

A esta altura perdí la cuenta del orden de las canciones, pero me quedaron especialmente en la memoria y en el cuerpo tres temas que tocaron Alfonsina, Juan Pablo Chapital y Antonino en el contrabajo. Chapital hizo un solo hermoso y «sobre él» Alfonsina improvisó con la voz. ¡Ay! ¡Me dieron ganas de escuchar muchísimo más de esa combinación! Realmente una hermosura.

En el tema siguiente, vi ahí, en Alfonsina, primero bastante de Ella Fitzgerald y al avanzar el tema también algo de Esperanza Spalding. Y en varios momentos del show pensé «tiene pasta para ser otra Madonna». Qué tres mujeres, ¿no? Algo que llama mucho la atención es que uno la ve y parece que está viendo y escuchando a una persona de larga experiencia y si bien puede ser que haga muchos años que esté creando, sin duda es muy joven y esta parece haber sido su primera experiencia en una sala importante, por algo que dijo durante el show. Teniendo todo esto en cuenta, yo la considero, a partir de hoy, una capa.

Las dos críticas de mi parte para lo que presencié hoy, que buscan ser constructivas, son que quizás el volumen de la batería debería estar una pizca más bajo (o el resto de los instrumentos y voz más altos) como para no protagonizar tanto el toque y otra cosa que me llamó la atención fue que los comienzos de todos los temas tienen una seguridad impresionante, arrolladora, que te mete en un par de segundos donde la artista quiere tenerte, pero a los finales les falta un poco de esa misma seguridad, certeza, firmeza. Al menos a mí me hizo falta ese mínimo ajuste de convicción en los finales para quedar completamente boquiabierta.

Las letras de Alfonsina son un mundo aparte. Al haber sido hoy mi primer encuentro, no les presté toda la atención que hubiese querido, pero lo que llegué a agarrar de ellas me generó ganas de incluso leer las letras como si fueran capítulos de un libro y poder apreciar completamente la belleza que sospecho que tienen. Hoy se me escaparon, pero tuvo que ver con que mi foco estaba más en las notas, en las luces, en el rojo, el negro, el blanco, en lo no verbal.

Fue muy disfrutable también el hecho de que nos paseara por diferentes estilos de música y mucha dinámica musical. Teniendo todo esto en cuenta, desde este rinconcito, delante del sonidista, mi deseo personal es que Alfonsina toque mucho más rock and roll y mucho más blues, porque le quedan muy pero muy bien. El poder de los compases rockeros y bluseros que escuché hoy sinceramente me dejaron con ganas de mucho más.

Cuando el público le pidió un bis, tocó y cantó un tema muy bonito ella con su guitarra y su voz. En todo el show tocó con mucha conexión con su creación y con su instrumento. La verdad que me quedé muy contenta de haber ido. Habrá que volver a verla varias veces.