El miércoles 22 de abril Nardis Cool Jazz presentó su disco “Mr. Cool” en Tractatus.
La vista del lugar me transportó a otros países: una plaza arbolada y agradablemente iluminada. Detrás nuestro puerto con su actividad sin pausa. Una grúa apilaba contenedores de diferentes colores formando ese paisaje que se me antojó extranjero, por nada más que porque hasta ahora en esta ciudad yo no había tenido la oportunidad de tomar algo rico observando esa vista tan inspiradora. Si bien hoy hay otros medios de transporte, tanto para personas como para mercaderías, el puerto fue por mucho tiempo el punto de arribo de nuestros pobladores y de intercambio de mercancías y en mí genera una fascinación significativa.
Identifico el sonido de Nardis con Roberto Parietti. Beto, como le dicen los otros músicos, es una figura del jazz montevideano muy admirado por su conocimiento del lenguaje del jazz y de su instrumento y porque tiene una característica muy especial: con varias decenas de años en su haber sigue tomando clases y perfeccionándose. Gracias a la tecnología, toma clases con un profesor que vive en Estados Unidos. Si no fuera por el aplomo envidiable que le ha dado la experiencia, sería difícil creerle la edad que tiene. Muchos lo consideramos un gran ejemplo. En los momentos de sus solos la percepción que se tiene es de manejo absoluto del lenguaje del jazz y mucha delicadeza y armonía, no solo musical sino también con la vida.
En la base, Carlos Laicovsky y Lucas Soria demostraron una gran comunicación y sintonía. La capacidad de escucha es quizás la más importante entre los músicos y Carlos estuvo todo el toque realmente escuchando, acompañando desde adentro de la música y soleando con comodidad y muy buen sonido. Lucas está tocando tan pero tan musicalmente. Hace ya rato que cada vez que lo voy a ver quedo encantada con que su participación musical es netamente en pos del bien de la co-construcción entre todos. A todos los músicos les pasa cuando son jóvenes pero quizás se nota más en los bateristas una necesidad de demostrar cuánto tocan, o lo último que aprendieron, y a veces eso arruina la creación conjunta. Si bien ese es el peor extremo de las opciones, hay variedad de matices y es muy raro encontrar a un baterista que deje completamente de lado el ego y que solo toque aquello que colabora verdaderamente con el fin musical, apoyando las melodías de la manera más indicada, usando sus escobillas con arte pero con sutileza, etc. etc. Lucas está hoy en día en este extremo y desde acá y desde mi atrevimiento ya conocido, lo felicito.
Facundo del Campo está últimamente en varios de los comentarios que se oyen por ahí. “Toca bárbaro” es lo que más se repite. Y sí. Sorprenden más que nada tres cosas. Por un lado, su sonido que tiene una combinación de cualidades de dulzura, calidez y nitidez que no son nada comunes en alguien tan joven. En segundo lugar, sus notas hablan de un jazz de este tiempo (en algunas oportunidades me hizo pensar en el jazz de Esbjörn Svensson, que tanto deseo que se continúe con otros músicos). Por otro lado, algo aún menos común, toca con gran precisión, decisión y firmeza. Estas últimas características a mi entender son los elementos que a la audiencia le permiten escuchar con total comodidad y entrega. La confianza del músico se vibra desde el público (así como la falta de confianza) y como espectadora siempre la agradezco.
El saxo es un instrumento que yo considero jugado. Tiene, por su volumen, una presencia que realmente hay que tener los pantalones muy bien puestos para ser la vía para que ese sonido se exprese. Américo del Giorgio tocó fantástico, fantástico. Con un enorme respeto hacia los otros músicos, hacia el público y hacia los temas. Y qué condimento maravilloso que es el saxo en una banda de jazz. Realmente me encantó cómo tocó, lo que tocó y toda su actitud en general. Me saco el sombrero. Y quiero hacer una mención especial a sus habilidades como presentador.
Sebastián Gindel, a quien venimos escuchando cantar hace ya unos años, fue invitado en dos temas de la banda y le impartió a todo el toque un empuje de alegría y vitalidad que hizo una diferencia muy interesante y bienvenida. Sebastián tiene una energía que inyecta bríos y frescura. Fue una gran elección, verdaderamente.
El público de Tractatus esa noche fue muy pero muy respetuoso de la música. El ideal de una situación de show musical es que los músicos y el público estén concentrados por igual. Yo creo que el miércoles sucedió exactamente eso. Me llamó especialmente la atención que el público esperara hasta que se extinguiera la última nota para aplaudir. Eso fue fantástico, porque además cada uno de los finales de los temas fue diferente en su dinámica y realmente exquisitos y fue una buena decisión escucharlos verdaderamente.
Hablando de aplausos, uno especial se merece el sonidista. El volumen general estuvo perfecto, pudiéndose escuchar cada una de las notas del toque, lo cual es una bendición.
Estos fueron los temas:
Walking
Soul Eyes
Emily
Who can I turn to
Dolphin Dance
Funkallero
Two lonely people
Very Early
Birk’s Works
Round Midnight
Black Nile
Moon and Sand
Nardis
Los músicos:
Roberto Parietti: piano
Carlos Laicovsky: bajo
Facundo del Campo: guitarra
Lucas Soria: batería
Américo del Giorgio: saxo
Sebastián Gindel: voz