Charlie Watts: ya te estamos extrañando

Foto: Martín Pereira

Hay noticias como esta que no querríamos leer jamás: falleció Charlie Watts.

Resulta muy difícil aceptarlo y a medida que vamos cayendo en el verdadero significado de esto, va emergiendo una tristeza muy particular. Sentimos como si hubiera fallecido un miembro de la familia a quien por alguna razón no nos cruzamos nunca.

Desde aquí, primero que nada, le elevamos un enorme gracias por haberle dedicado su vida a la música, y con eso haberle ofrecido a millones de personas horas y años de esa compañía tan particular que significa la música de The Rolling Stones.

Hay sonidos que acompañan el enamoramiento, otros la tristeza o la depresión, o la alegría superficial y en una categoría aparte está la música de The Rolling Stones, que nos fue acompañando a lo largo de los años en una amalgama única de sentires que nos identifica a las generaciones de los 50, 60 y 70: la rebeldía y euforia controladas, la bronca por las injusticias, la decisión de poner límites, y la necesidad de emancipación y de un amor más libre.

Tanto Keith Richards como Ron Wood y Mick Jagger han expresado que Charlie Watts era el motor de la banda, que sin él no habría The Rolling Stones. En el aspecto musical no cabe dudas de que la banda habría tenido un sonido y un espíritu diferentes si el baterista hubiese sido otro. Es fácil imaginarse que en su lugar cualquier otro podría haberse visto tentado en ese contexto musical y en tal coyuntura exitosa a un mayor desenfreno percutivo y el resultado total no habría sido el mismo. En el aspecto humano sus compañeros de camino también han dicho que Watts fue un cable a tierra.

Ya lo anterior bastaría para que nos doliera mucho su partida pero al colectivo de los bateristas hoy nos impacta, además, que se fue uno de los referentes más originales de la historia del instrumento y en particular de la batería en el rock.

Watts fue un músico autodidacta. Desde joven se sintió atraído especialmente por el jazz y el blues. La originalidad genial de Watts en la batería en buena parte tiene que ver justamente con su habilidad para permitir emerger en el rock elementos de esos géneros que condimentaron la obra de los Stones sin llegar a desvirtuar, en lo más mínimo, el estilo; de hecho, lo potenció y creó un sello propio de rock and roll.

Entre las conversaciones que se dieron al conocer su partida, Diego Bartaburu (baterista de NTVG) comentó: “Pensá en la bata de Angie. ¿A qué otro tipo se le habría ocurrido algo así? La expresividad es insuperable. La mordida del hi-hat luego de decir Angie o el fill anterior, que empieza en el hi-hat y termina en el tambor”. Estos ejemplos que mencionó Diego, así como sus shuffles, son sonidos que logran una emoción muy particular y que a ningún otro baterista se le había ocurrido, antes de Watts, generar en un contexto musical de este tipo. Su estructura jazzera le otorgó una libertad de apoyos diferente, una creatividad melódica original y él tuvo la habilidad artística para desarrollar eso de una manera única.

Para Watts la batería siempre fue un instrumento de acompañamiento. No le encontraba sentido a hacer solos de batería y su prioridad estaba en el acompañamiento necesario para la canción, en lograr que hubiera swing y la gente bailara. ¡Vaya si lo logró!

Blopa Drummer, desde Vancouver, nos comentaba: “Es imprescindible decir que tocar simple no es fácil”. Para el público general que no haya estudiado nunca un instrumento musical puede parecerle que tocar menos notas es más fácil que tocar muchas pero la realidad es lo opuesto. Sostener un groove simple en forma pareja a lo largo de los minutos es de los mayores desafíos que tiene un baterista, pues eso implica mantener la intención del golpe, la intensidad, la relación sonido-espacio (tocar justo en el tiempo, o siempre anticipado, o siempre pospuesto), y definitivamente atención y concentración plenas. El nivel de dificultad de todo esto en un groove simple, con los golpes imprescindibles, es mucho mayor que en un toque abigarrado.

Otra originalidad del sonido generado por Watts está marcada por su forma de agarrar el palillo izquierdo, con el llamado “traditional grip”, típico del jazz y, hasta donde sé, no utilizado consistentemente en el rock hasta Watts. Para quien conoce del instrumento es realmente algo que vuela la cabeza imaginar cómo a un baterista de una banda como The Rolling Stones se le pudo ocurrir tocar con traditional grip. Y cómo con ese grip pudo ser uno de los bateristas de groove más sólido de la historia de la música. Otra particularidad de este genio es no tocar el hi-hat cuando toca el redoblante. Lo típico es el unísono entre el redoblante y el hi-hat y a este ser se le ocurrió modificar eso, generando ese espacio sonoro tan amplio para el tambor, que emociona de acá a Saturno y que tiene que haber tenido gran significado tanto para la decisión y pasión del canto como para el baile de Jagger en sus temas.

Si bien es una comparación extraña, es llamativo que su set de batería y su vestimenta fueron igualmente tradicionales. Trajes clásicos, mayormente hechos a medida por su talla pequeña, y una batería Gretsch, de 1957, compuesta por la mínima cantidad posible de cuerpos: tambor, bombo de 22” x 14”, un tom de pie de 16” x 16” y otro tom de 12″ x 8”. No endorsó ninguna marca de platos. Su hi-hat y su único ride de 18” no mostraban marca.

Además de haber sido miembro de The Rolling Stones desde 1963, Charlie Watts tuvo sus propios proyectos de jazz, de los cuales existen las siguientes grabaciones:

1986: Live at Fulham Town Hall (Charlie Watts Orchestra)
1991: From One Charlie (Charlie Watts Quintet)
1992: Tribute to Charlie Parker with Strings (Charlie Watts Quintet)
1993: Warm & Tender (Charlie Watts)
1996: Long Ago & Far Away (Charlie Watts)
2000: Charlie Watts/Jim Keltner Project (Charlie Watts y Jim Keltner)
2004: Watts at Scott’s
2010: The ABC&D of Boogie Woogie – The Magic of Boogie Woogie
2012: The ABC&D of Boogie Woogie Live in Paris
2017: Charlie Watts meets the Danish Radio Big Band (Live at Danish Radio Concert Hall, Copenhagen / 2010)
Huelga decir que a Charlie Watts no le interesaban las luces ni la farándula. Su interés era tocar música y así lo hizo. En este año, 2021, se va de esta tridimensionalidad dejando tras de sí una estela de enorme respeto y agradecimiento de los músicos y del público en general. Por supuesto, y por suerte, también nos deja su legado gigante en sus grabaciones.

de P.S.

Foto de portada: The Rolling Stones Montevideo – 16 de febrero 2016 – Estadio Centenario Foto © Martín Pereira

Nota escrita para Cooltivarte por Patricia Schiavone y editada por Alejandro Moya.

Mundo Eduardo Elissalde

Cada músico crea un mundo sonoro particular. Esto es así para todos los instrumentos pero pareciera que fuera más todavía en el caso de la batería, quizás porque son varios instrumentos en uno solo, o quizás sea porque el ritmo es algo que nos llega muy directamente.

Como algunos de ustedes saben, con el Club de Bateristas del Uruguay estamos entrevistando a bateros desde diciembre de 2020. Cada entrevistado es creador de un mundo sonoro propio, original y fascinante, en el que nos vamos zambullendo antes de cada entrevista y nos metemos hasta el cuello durante cada charla.

Comparto hoy, aquí, parte del mundo sonoro de Eduardo «Chancha» Elissalde, un mundo atrapante e imperdible.

Este «Autores en Vivo» es una locura:

El disco «A Quemarropa». Por lo que dicen los comentarios, no está completo, pero da para gozarse todo.

Con Abuela Coca. Para mí tiene un plus de disfrute desde que escuché de Eduardo de qué forma bastante azarosa se generó el estilo tan particular de este grupo.

Con Carlos Quintana, «Canciones Transparentes». Para escucharlo con detenimiento, de ser posible de noche, con auriculares y la luz apagada.

Cómo no compartir esta explicación simple y perfecta:

Por último les comparto la entrevista que hicimos el 8/8/2021, donde Eduardo cuenta acerca de su camino con la batería, con el candombe y con las diferentes bandas y músicos con quienes ha tocado y sigue tocando.

Entrevistas del Club de Bateristas del Uruguay II

El Club de Bateristas del Uruguay sigue haciendo entrevistas súper interesantes.

Les sugiero pasar por el canal de Youtube.

Las últimas tres entrevistas, al igual que las anteriores, no tienen desperdicio.

Entrevistamos a:

Sergio Faluótico (uruguayo radicado en Canadá desde 1989)

Nicolás Correa (uruguayo radicado en España desde principios de los 90)

Diego Piñera (uruguayo radicado en Alemania desde 1994)


Quienes estamos en esta tarea bella estamos encantados con la impronta que vienen teniendo estas charlas. Siendo informales, cómodas y amenas, se tratan temas de profundidad para los músicos profesionales y se comparten experiencias, dificultades, foco de estudio, encares musicales, etcétera.

Esperamos que signifiquen un aporte para bateristas principiantes y profesionales.

Continuamos el próximo sábado, 26 de junio, con una entrevista a Miguel Romano.

El link a la Página del Club, donde hacemos los videos en vivo es: https://www.facebook.com/clubbateristasdeluruguay

Entrevistas del Club de Bateristas del Uruguay

Amigos de Atresillado:

Ustedes conocen bien mi apasionamiento por la batería y mi curiosidad por los secretos del acto musical en sí, así que se imaginarán el nivel de disfrute que está habiendo en lo que paso a contarles.

Está sucediendo algo MUY MÁGICO: los administradores del Club de Bateristas del Uruguay nos organizamos para hacer un ciclo de entrevistas informales y muy jugosas, a músicos que admiramos muchísimo.

El Club ahora tiene una Página de Facebook y desde esta página estamos entrevistando en vivo, con una frecuencia sostenida de dos entrevistas por mes, a bateristas interesantísimos.

Además, ha nacido el Canal de Youtube del Club de Bateristas del Uruguay en el que vamos subiéndolas también.

Les dejo aquí algunas y les sugiero que si les parece bien, se suscriban a la página de Facebook y al canal de Youtube para no perderse las que vendrán.

Abrazos!!

Patricia

Feliz Nochebuena y Navidad

El significado de felicidad ha ido mutando muchísimo adentro mío.

Hoy es un lugar tranquilo, con claridad mental y emocional, al que llego de a ratos y en otros momentos se me escurre por entre los dedos.

Les dejo esta música que acabo de encontrar (una versión acústica de Last Train Home de mi tocayo Pat) y que pone en formato sonido lo que para mí es la felicidad a diciembre 2020.

Abrazos,
Patricia

Charlas de Juan Pablo Chapital con músicos uruguayos

El músico Juan Pablo Chapital ha estado transmitiendo charlas maravillosas con músicos uruguayos fundamentales para la música de este país.

Les dejo los links de las charlas que ha subido hasta el momento. Irán agregándose más, seguramente, así que visiten el canal y suscríbanse para recibir las novedades directamente.

Juan Pablo Chapital charla con Gustavo Etchenique

Hola, amigos:

Charlas del músico Juan Pablo Chapital con diversos músicos uruguayos. En esta primera edición el gran Gustavo «Cheche» Etchenique cuenta los inicios, sus influencias y sus historias como baterista y percusionista, desde fines de los años 60.

 

Chapital adelantó que próximamente nos acercará a Pitufo Lombardo y a Leonardo Amuedo. Las charlas son los días miércoles, a las 21:00 horas, en el Instagram de Juan Pablo Chapital

Imperdible esto.

CD «Andamiento», de Martín Muguerza

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Hoy quiero contarles un poco del CD «Andamiento», del baterista Martín Muguerza. Este disco vino conmigo del Festival Jazz a la Calle, en la ciudad de Mercedes, y esperó casi dos meses hasta que tuviera tiempo de escucharlo bien. Le puse play por primera vez una noche de verano. La luz tenue de la habitación era la que entraba por las ventanas abiertas. Ya estaba baja, grande y roja la Luna creciente. Nuestro satélite volvió dos veces al mismo lugar y yo sigo escuchándolo en estado de asombro y fascinación.

Es un disco con tal riqueza musical que pedirá muchísimas escuchas hasta que puedas decir que realmente lo conoces. Presenta capas y más capas de significados, climas, interacciones, intenciones y demás, que es imposible captar de inmediato. Te ocurrirá que lo que captes de primera se irá desplegando y transformando infinitas veces.

Ninguno de los temas está compuesto por el líder y productor del disco, el gran baterista Martín Muguerza, y en el transcurso de los tracks participan varios músicos diferentes. Sin embargo, el disco tiene un hilo conductor, resulta una unidad de timbres y principalmente de impronta intencional y energética.

Me fascina el hecho de que a pesar de que a esta altura lo he escuchado muchísimas veces completo, este objeto tan finito aún me deparará horas y horas de descubrimientos y disfrutes.

Creo que en este disco más que hablar de «temas» tenemos que hablar de «obras», pues cada uno de los tracks se vive como una obra musical completísima. Ocho de las obras son de autores uruguayos (Andrés Bedó, Sergio Fernández, Pedro Ferreira, Aïdita Martínez y Artigas Leal) y una es de un extranjero: Bob Mintzer.

Resumiendo algo que no es resumible, se trata de un disco que involucra una enorme madurez musical, profundo, hecho a conciencia, súper profesional. En cuanto a lo que dispara emocionalmente, tiene generadores de introspección que conviven con un espíritu positivo, tendiente al optimismo y por momentos a la alegría.

Cuando pensamos en un disco de un baterista siempre tememos –al menos yo– que se trate de un disco muy ruidoso o agresivo. Cuando el baterista líder de un disco tiene como prioridad la musicalidad, se da algo que me fascina: las elecciones musicales pueden responder a un sinfín de emociones e intereses personales pero el aspecto rítmico es tratado con impecabilidad. Que sea así marca una diferencia que me resulta muy disfrutable. Supongo que porque si lo rítmico es inmaculado, una puede dejarse llevar tranquilamente a sabiendas de que todo irá cuadrando en el lugar y momento indicados. Pero si además ese ritmo es amable, cuidadoso con la sensibilidad de quien escucha y profesa amor por la música y creatividad gozosa, entonces la experiencia pasa a ser aún más rica y valiosa. En este caso, además, Muguerza es un músico muy completo, quien tocó jazz desde su temprana juventud y luego se dedicó profesionalmente a tocar música clásica. “Andamiento” resulta ser, para mí, una obra de arte en el sentido más literal de la expresión, donde la música se despliega al máximo con todas sus posibilidades.

«El borderline» es el primer track, que fue compuesto por Andrés Bedó. Lo grabaron Bedó, Roberto De Bellis, Martín Muguerza, Javier Olivera y Artigas Leal. Es una obra que los primeros dos días me pidió escucharla vez tras vez una treintena de veces.

Lo primero que me impactó fue la impronta masculina, firme, sin pizca de duda, con una energía de certezas. Creo yo que esto está dado por el aspecto rítmico, que en este tema está llevado con igual prioridad por todos los instrumentos.

Es una obra inteligente y sensible a la vez, que contiene una cuota de virtuosismo en cada instrumento… pero porque así se requiere, no por ningún egotrip. Me parecen muy bellos los solos e igualmente hermosos el apoyo o diálogo de los otros instrumentos con el solista, generando así esa superposición de significados que decía al principio. Hay una conjunción permanente, donde toda frase presentada por un instrumento solista es apoyada y condimentada por los demás. La presencia de trompetas y trombones le da una fuerza y una amplitud genial como apertura del disco.

Bedó se pasa. Desde la claridad cristalina de sus notas a gran velocidad, el manejo rítmico espectacular, la capacidad para transmitir una sensibilidad exquisita en un tema que lo lleva rápido y, lo más llamativo: que suena nuevo, que suena original, que dice algo que no parece haber sido dicho antes, con lo difícil que sabemos que es eso.

Roberto De Bellis en el contrabajo se luce todo el tiempo. Cuando acompaña a otro solista, interactúa con ternura y pasión respetuosa. En su solo de tempo impecable me llamó la atención la articulación de las notas, lo cual permite una claridad de escucha que no es tan común con su instrumento, a la vez que es pura expresividad, en este tema con una buena cuota de alegría.

El solo de M. Muguerza aquí es genial pues siendo un solo del productor del disco, lo que se oye en él es el tema en sí: la melodía, intención musical, etc. Un solo profesional de verdad. Por otra parte, un detalle pero que para mí es llamativo: el trabajo de Muguerza con el Hi-Hat en todo el tema y especialmente durante el solo de bajo es fascinante: cómo sostiene la intención, el volumen, el sonido durante todo el acompañamiento. Y sé que no es un truco del estudio pues los vi tocar así mismo en vivo. Otra belleza es el acompañamiento que le hace al piano, tocando patrones insólitamente melódicos y originales.

Todos los sonidos de los instrumentos están impecables y el balance de volúmenes está genialmente logrado. Cuando un instrumento solea, los volúmenes de los demás instrumentos están algo más bajos y cuando están co-construyendo una parte, están perfectamente balanceados. El disco fue grabado en Berequetum Estudio y las tomas, mezcla y masterización son de Luis Ravizza, quien está claro que hizo un excelente trabajo.

El segundo track, «Cuidador de Sombras» es una composición de Sergio Fernández, de más de 6 minutos de duración, frente a la cual hay que sacarse el sombrero. Felizmente no es posible encasillarla en ninguna categoría. Bien podría tratarse de la banda de sonido de una película. A lo largo de su evolución va contando una historia que se siente avanzar por distintos paisajes. La música te va llevando a lugares móviles, como si estuvieras observando realidades a través de la ventana de un tren, o más aún, como si entraras y salieras de diferentes habitaciones donde pasan cosas diferentes. Ocurren virajes inquietantes que te detienen en lugares oscuros. Entre experiencia y experiencia se pasa por una escena circense, que extrañamente tiene aires candomberos y aroma a flamenco, y que tiene la peculiaridad de ser introducción y estribillo a la vez, que distiende tensiones, aunque te ofrece un sinfín de estímulos que te sostienen alerta. Los climas que se generan en los diferentes momentos de este track son perfectos para una película, o por qué no al revés: así como hay sonidos que se componen para acompañar las imágenes de una película en este caso creo que haría falta unas imágenes para acompañar a este track. Se me ocurre que este track necesita una “banda de imagen” al estilo de «The Straight Story» de David Lynch. Aquí también los sonidos se disponen en millones de estratos interrelacionados, entrecruzados, con una cantidad tal de información que una vez que termina, tenés que escucharlo de nuevo. El sonido de la guitarra tocada por S. Fernández es exquisito. Te infunde emoción intravenosa. Muguerza toca la batería y el vibráfono y es brutal cómo la presencia del vibráfono le inyecta a la música un matiz aún más mágico, con significados más intrincados. Aquí además hay capas generadas por varios saxos (Gustavo Villalba, Ricardo Figueira, Gonzalo Levin y Alejandra Genta), aunque de un modo muy discreto, subterráneo. El contrabajo, que aquí también está en las manos de Roberto De Bellis, proyecta pura sensibilidad, a la vez que demuestra un dominio técnico y un profesionalismo musical que por un lado es admirable y por otro hacen el viaje de escucha algo realmente cómodo y apasionante. La firmeza, la convicción, la limpieza de cada nota y el buen gusto son para prestarles real atención. Otra vez, al igual que en el track 1, los diálogos entre los instrumentos son maravillosos.

El tercer track es el candombe «Biricunyamba» (de Pedro Ferreira). Lo grabaron Ricardo Nolé (piano y arreglo), Miguel Pose (contrabajo) y Martín Muguerza (batería). Es una composición mucho menos densa de información que las dos anteriores. Genera ese efecto de uruguayez en notas que disfrutamos tanto. Vuelvo a admirarme de la regulación de los volúmenes de grabación que permiten escuchar cada uno de los sonidos a la perfección y encontrar, por ejemplo, que platillos y piano se amalgaman por momentos en sus timbres, y que parece que las cuerdas del contrabajo resonaran ante algunos martillos del piano. La impronta de las notas tocadas por Nolé es siempre de vitalidad, de actitud positiva y de confianza. Y su manejo del ritmo es genial, porque sabe ser decisivo sin imponer ningún componente violento. El timbre del contrabajo de Pose es un poco más agudo que el de de Bellis y ese cambio en el transcurrir de la escucha del disco está interesante, porque nos corre un poco dentro del espectro sonoro y nos hace renovar la atención. Es buenísima la dupla de Muguerza y Pose en este candombe. Todo se siente infinitamente cómodo y gozado. De alguna forma el bajo con su cadencia y fluir evoca una parte sutil de los tambores del candombe. El trabajo de platillos de Martín es hermoso en todo el disco y en este tema también. La llevada de candombe de los tres juntos es genial. Da la impresión de que hubieran horas de ensayo atrás, pero conociendo un poco a los músicos uruguayos eso es muy poco probable, con lo cual es aún más llamativo.

El track 4 se llama «Una brisa». Es otra obra de arte de Andrés Bedó. Tiene una intro y un final tocada a piano (¡por Martín Muguerza!), contrabajo (De Bellis) y batería (Muguerza) y en medio un festejo de sonidos del piano, tremendamente sentidos y generadores de emociones, que por momentos se afirman y son amplificados con los platillos de la batería. En la intro y el final, en la que hay más distancia entre los sonidos, se puede sentir claramente cómo el piano se apoya en la firmeza sólida de los sonidos del contrabajo. En la sección central del tema, a solo piano, se genera algo muy bello. Yo encuentro que con esa parte central vuelo e imagino muchísimas realidades alternativas y todo con amabilidad y belleza. Una hermosura muy especial, que agradezco tener la suerte de conocer e incluir en mi vida de ahora en más como un lugar al que acercarme de vez en cuando.

El track 5, «Imágenes ocultas», es composición de Sergio Fernández. Este track tiene también unos toques de aire que se me ha dado por llamar circense, como el track 2 (también suyo), y comparte de alguna manera la forma general del track 4 de Bedó. En esto último me refiero a lo siguiente: la introducción y el final son más activos, con una impronta más polifónica (con excelentes momentos de unísonos de instrumentos, incluyendo cortes), y la parte central del tema es, en este caso, casi solo guitarra. En realidad es solo guitarra y únicamente aparecen los platillos en esa función que les otorga Muguerza de ensalzar el clímax de las cuerdas. Me resulta original que sea así. Me parece que estamos más acostumbrados a que un tema vaya creciendo en estímulos y esta forma que es quizás opuesta me resulta una novedad. Se siente especial cómo la composición pasa abruptamente de un lugar de mirada más externa, si se quiere con distracciones, a un lugar totalmente introspectivo y archisensible y me admira el sonido, el fraseo, la intención, el cuidado y la libertad que llegan con esas notas de la guitarra.

El track 6, «Lo que ya no es», es una composición de Aïdita Martínez. En este track los músicos son: A. Martínez en voz, Ignacio Labrada en piano, Gerardo Alonso en contrabajo y Martín Muguerza en batería. Te invita a un viaje introspectivo, dulce y algo triste, con un ritmo lento y firme. Al foco de mi atención se lo robaron los juegos melódicos de un instrumento y otro. La voz de Aïdita se siente muy dulce y profunda y una se queda con ganas de que el track tenga el doble de duración para conocer más de esa historia que llega en ese formato sonoro y que genera curiosidad. Vaya, un tema sin letra compuesto por una cantante… que elije en su composición participar con su voz como un instrumento musical más. Otra vez estamos delante de un hecho musical propiamente dicho, donde el mensaje nos atraviesa y nos transforma. Dudo que alguien pueda escuchar este tema y ser el mismo antes y después de hacerlo, porque abre posibilidades, invita a mirar en lugares nuevos de uno mismo y del otro.

“Quartet #2 in three movements” (de Bob Mintzer) nos llega de parte de Gustavo Villalba (saxo soprano), Ricardo Figueira (saxo alto), Gonzalo Levin (saxo tenor), Alejandra Genta (saxo barítono) y Martín Muguerza (batería). Es maravilloso escuchar el arreglo del tema y el entrecruzamiento sonoro que se da entre todos estos metales, con sus diferentes texturas, y la batería. El sonido de cada uno de ellos está profundamente trabajado y aquí se confirma lo que se viene escuchando en todo el disco: el profesionalismo, la firmeza, la confianza, la destreza de los músicos y ese trabajo conjunto para un fin común. También el balance perfecto de los volúmenes que nos permite identificar con claridad cada nota.

“Seba” (de Artigas Leal) es el track 10. Los músicos que tocan este tema son: Martín Acosta (piano eléctrico), Gerardo Alonso (bajo eléctrico), Martín Muguerza (batería), Miguel Leal (trompeta), Artigas Leal (bombardino y trombón) y Natalia Castellini (flauta). Se trata de un tema que genera alegría y ternura y que, en la misma línea del resto del disco, está impecablemente presentado, con fraseos certeros, con melodías inteligentes y un entretejido sonoro que te genera ganas de volver a escucharlo. Es un tema bien jazzero, con solos de casi todos los instrumentos. Me encantó, obviamente, como suele suceder, el solo co-creado por el bajo y la bata con escobillas… es muy hermoso el resultado de esa combinación. El sonido general de este tema es de esos que te hace sentir el sol de la primavera, que te hace recordar momentos felices, aunque te encuentres en medio de una cuarentena por pandemia internacional.

Martín Muguerza es de los bateristas uruguayos que emocionan. Tiene una técnica asombrosa que encima solo usa con fines musicales y que le permite hacer con su instrumento básicamente lo que quiera. Ese es uno de los objetivos mayores de cualquier músico pero Martín ha logrado además algo que ni siquiera todos los músicos son conscientes de buscar: ser uno solo con su instrumento. Al verlo presentar este disco en vivo (en la ciudad de Mercedes) pude notar que él y su instrumento son una unidad, los palos son extensiones de sus brazos y cada sonido que emite con la batería es un reflejo exterior de un sonido interno que habita en él y que, por suerte para nosotros, se ve que pide ser expresado hacia el exterior. Bienvenido sea.

El último track, llamado “El mundo sin mal” es el tercer tema de Sergio Fernández en el disco pero sin guitarra, tocado a fiscorno (Javier Olivera), piano y platos (Martín Muguerza). Tiene una dinámica circular. Me resultó algo contradictorio su sonido y su título. Es complicado de explicar pero siento que el sonido incluye “el mal”. Hay algo en la armonía que no me evoca un mundo despojado de maldad sino más bien un mundo… como el que tenemos, con todos los colores. Me genera algo de incomodidad celular… me lleva a un lugar un poco diferente al recorrido de los diez tracks anteriores. La combinación sonora está muy buena y el tema es suficientemente inquietante como para pararse a pensar en qué mundo vivimos, en qué mundo queremos vivir y qué podremos hacer al respecto.

No son demasiados los discos que me han generado la necesidad de parar y retroceder, para volver a escuchar pasaje tras pasaje, o que una vez terminado un tema necesite volver a escucharlo entero varias veces antes de seguir con el siguiente. Sinceramente creo que este disco es una genialidad como pocos. Un aplauso de pie para Martín Muguerza y todos los músicos que participaron en él. Una masterpiece. ¡Gracias por regalarnos esta gozadera a quienes escuchamos!

«Tocar en vivo es incomparable, estamos todos en un mismo viaje». Entrevista a Fernando Cabrera

Foto: Eduardo Fisicaro

 

Los montevideanos siempre festejamos la noticia de un nuevo concierto de Fernando Cabrera. Personalmente considero que este músico uruguayo es parte integrante de un puñado de músicos que tienen la característica muy poco común de ser insólitamente originales y a la vez y sin embargo identificarnos en nuestra uruguayez.

El show que podremos ver y escuchar el 15 de febrero en el Teatro Solís tiene además la particularidad de que será en conjunto con el excelente músico rosarino Jorge Fandermole.

A continuación podrán encontrar una conversación en formato entrevista con Fernando Cabrera, realizada a partir de la noticia de este concierto, que dio la oportunidad de indagar un poco acerca del mismo y también de hurgar sobre algunos aspectos de la relación de Fernando Cabrera con la música.

 

¿Qué te entusiasma del concierto con Jorge Fandermole?

Me entusiasman muchas cosas a la vez. La primera de ellas es haberlo conocido hace pocos meses. Fue el año pasado, con motivo de un recital que hicimos en Buenos Aires, en el Teatro Ópera. Unas semanas antes nos juntamos para organizarlo, hacer el repertorio, elegir las canciones y ensayar. Para mí fue una sorpresa muy linda conocer su obra más en profundidad y además conocerlo a él, que es una persona muy rica, en todo sentido. Así que me entusiasmó eso, abrí un poco mi cabeza a otras formas, otras maneras de encarar el fenómeno de la canción. No tengo los suficientes elogios para describirlo porque es un autor de primerísima calidad. Fue muy lindo para mí aprender su obra y también muy desafiante, porque es un compositor complejo, profundo, y meterme en sus canciones me significó un gran trabajo porque si bien sus canciones son muy fluidas y muy agradables de escuchar, esconden también muchas dificultades y muchas complejidades técnicas, que tuve que estudiar y profundizar. O sea que para mí fue todo un desafío. A su vez, me gusta mucho cómo toca la guitarra, cómo canta, como escribe las letras y cómo compone la música.

Si tuvieras que decirle a alguien que no se ha acercado a la música de ustedes en qué se parecen sus músicas, ¿qué dirías?

En unas cuantas cosas y también somos muy diferentes, si no el espectáculo sería muy aburrido. Hay unas cuantas cosas que nos unen. Por ejemplo, el tipo de ciudad en la que hemos nacido: Rosario y Montevideo, que tienen características en común. Nos unen las inquietudes que tenemos los dos por tratar de ser músicos de nuestra región, de nuestro entorno, de nuestra cultura, y por consiguiente investigar en nuestros géneros, en nuestros ritmos, como él ha hecho y yo también. Y yo creo que una profunda convicción, necesidad o ganas de comunicarnos con la gente de una manera sensible y que no sea banal. Que nuestro trabajo no sea pasajero, sino que la gente cuando escuche nuestras canciones tenga ganas de volver a escucharlas un tiempo después y de algún modo integrarlas a su vida y a su memoria. Creo que todo eso nos empareja y nos hace dos músicos parecidos. También somos parecidos en la edad que tenemos.

¿Qué te aporta grabar y qué te aporta tocar tus canciones en vivo?

Bueno, tocar en vivo es incomparable, porque estás en contacto con una cantidad de personas que están vibrando en la misma sintonía de onda al mismo tiempo. Estamos todos como en un mismo viaje. Eso es lo que más lo distingue o diferencia de grabar.

Grabar es un acto, no sé cómo llamarlo… mucho más de laboratorio, más de cabeza fría, en donde uno tiene la posibilidad, por ejemplo, de repetir algo todas las veces que sea necesario hasta que quede bien. Además no hay público, entonces hay ciertos canales emocionales que no están presentes; uno tiene que arreglarse consigo mismo, ¿no? Tratar de encontrar la inspiración y la emoción uno solo, que no es tan fácil, porque no hay retorno. Son las máquinas, el sonidista, un vidrio, los micrófonos… es otra cosa completamente diferente.

Pero no quiero con esto decir que sea un acto del todo frío ni mucho menos porque fijate que en las grabaciones también nos estamos jugando las futuras escuchas de la gente que nos va a oír en los discos, o en la radio, o por internet, entonces ahí tenés que ponerte en un lugar espiritual muy fuerte, también, ¿no? Porque eso va a quedar… va a quedar para siempre. Entonces ahí también entra en juego una enorme responsabilidad.

A mí los dos procesos, que son muy diferentes, me gustan mucho, porque exigen mucho de mí. Y bueno, con tantos años ya de trabajo, se han convertido en las dos cosas, junto con una tercera —que es la composición, que es absolutamente privada, ¿verdad?— en las tres patas que le dan a mi vida más fundamento y más razón de ser.

Me da la impresión de que cuando cantás alternás bastante entre la ternura y el desahogo. ¿Hay algo de eso en tu vida personal o es algo que aparece en la música pero no necesariamente en tu vida?

Bueno, yo pienso que algo de reflejo tiene que haber. Sería imposible hacer composiciones musicales y poéticas ajenas a lo que yo soy. Las podría hacer pero sería un acto como de desdoblamiento.

Quizás es una percepción mía y vos me decís que no, que de desahogo no hay nada.

Puede haber. Lo que pasa es que vos nombraste dos cosas: desahogo y ternura. Pero yo creo que aparecen esas dos cosas y otras muchas cosas más también. No solo esas dos. En pequeñas proporciones yo creo que aparecen muchas facetas del interior de uno. A veces el desahogo, a veces la alegría, a veces el querer comunicar algo o describir algo, a veces la ternura, a veces no la ternura. A veces pueden aparecer sentimientos más negativos, también, ¿por qué no? Yo creo que en la composición aparece todo lo que uno tiene.

¿A veces te das cuenta y a veces no?

Sí, exacto. Porque a veces es también un acto de catarsis, de abrir la canilla para que el inconsciente salga y uno no siempre tiene un absoluto control del inconsciente, ni un panorama exactamente claro de qué pasa en la cabeza de uno. Los que nos dedicamos al arte tenemos ese privilegio de poder hurgar y sacar para afuera muchas cosas.

¿Te ha pasado que hayas volcado algo de tu inconsciente en una canción y que lo notaras después?

Sí. No toda la canción pero de repente una frase, una línea, un breve momento. En cada canción seguramente hay cosas que salen de manera automática y al tiempo uno se da cuenta o empieza a comprender por qué, cuál es el origen de eso.

¿Tuvo alguna ventaja para vos que el reconocimiento masivo te llegara más bien tardíamente en tu carrera?

Bueno… la otra cosa no la conocí. El reconocimiento desde mis inicios y en la juventud no lo conocí así que no puedo opinar cómo hubiera sido o cómo me hubiera caído. Pero esto que me pasa ahora me resulta más que interesante, porque fijate que en la vida del ser humano cuando avanzan los años, que uno se acerca a la vejez, las expectativas se empiezan a achicar, los horizontes se empiezan a cerrar. Se acerca la época llamémosle de la jubilación, en que las fuerzas y los entusiasmos disminuyen. En cambio a mí, por un extraño privilegio, me ha tocado lo contrario, o sea, que cuando yo voy envejeciendo me van pasando cada vez cosas más lindas relacionadas con la profesión.

Tampoco es que yo sea una persona sumamente famosa ni célebre, ni que me haya hecho rico con esto ni nada que se le parezca, ¿no? Es apenas que soy un poco más conocido que antes pero que sea así me parece bárbaro, porque también te agarra maduro, ya nada te puede confundir. A veces pienso que la persona que en la juventud, a los dieciocho o veinte años, se hace mega famoso y adquiere un poder enorme, capaz que es todavía muy joven e inmaduro para poder manejar eso.

En algunas canciones, que me parece que son especialmente las últimas, parece que hicieras un estilo de música de película. Como que la guitarra genera climas o termina frases que vos arrancás con la voz o la palabra. ¿Vos lo ves así?

Bueno, me resulta muy interesante que me digas eso y también muy satisfactorio, porque me encantaría que fuera así. Porque también disfruto de ciertas transformaciones que me parece que yo he ido haciendo a lo largo de mi vida en el acto de tocar la guitarra y cantar. Yo ahora no toco y canto igual que hace treinta años. Y bueno, eso que vos describís, que no lo había pensado así pero me parece que tenés razón, tiene que ver con esos cambios, con el hecho de tratar de tocar el instrumento de una manera menos convencional, y por supuesto muy ligada, muy matrimoniada con el canto, ¿no? Que todo sea una misma cosa.

Foto: Eduardo Fisicaro

Tomada de la página web del Teatro Solís, reproducimos la siguiente información:

Jorge Fandermole y Fernando Cabrera por primera vez en Uruguay. Dos referentes de la canción iberoamericana, en un concierto que recrea buena parte de sus repertorios.

Jorge Fandermole nació en enero de 1956, en Rosario, formó parte del movimiento de la Trova Rosarina y su primer disco “Pájaros de fin de invierno” salió en 1983. Tiene siete trabajos editados como solista, y dos como parte de diferentes grupos. El último, “Fander” de 2014, ganó el Premio Gardel a Mejor Disco de Folclore Alternativo. Además, tocó con Lucho González, Carlos “Negro” Aguirre y Juan Quintero, entre otros. Algunas de sus composiciones más conocidas son: Era en Abril, Canción del Pinar, Cárcara, Oración del Remanso y Sueñero. “La canción es el vehículo de la intuición poética. La primera experiencia de lo poético. Por lo general esa intuición no llega leyendo sino escuchando una canción”, afirma Fandermole.

Fernando Cabrera nació también en 1956 pero en diciembre y en Montevideo. Es un artista único, referente de la identidad del Río de la Plata con una trayectoria de más de treinta años, premios en festivales internacionales, una producción de más de diez discos propios y otros tantos en calidad de productor y de arreglador. Ha hecho bandas sonoras para cine, documental y teatro. Entre sus composiciones se destacan El Tiempo Está Después, Viveza, Por ejemplo, Te abracé en la noche, Puerta de los dos, Dulzura distante y La Casa de al Lado, entre otras.

Confluyeron en el Teatro Opera de la ciudad de Buenos Aires en el marco del FestiBAl de Otoño 2019, ofreciendo un espectáculo que el público que colmó la gran sala de la calle Corrientes disfrutó expectante.

El santafesino y el montevideano le han sumado al prestigio de sus respectivas obras un reconocimiento masivo cada vez mayor. La reunión ante una multitud dispuesta al disfrute ratificó un camino que es también un alegato acerca del impacto de la canción.

Coinciden en el año de nacimiento, en sus notables herramientas líricas y expresivas, en la paulatina y segura popularidad de sus obras, pero lo que destaca de esta unión es la audacia para encontrarse desde sus enriquecedoras diferencias.

“Somos autores con un lenguaje propio y una familiaridad en nuestras músicas que nos permite sentirnos cómodos”, señala Jorge Fandermole. Agrega Cabrera: “la canción no es letra y música; es una tercera cosa que surge de esa mezcla. Por algo la canción es uno de los formatos artísticos más populares del mundo. Viaja en la memoria. No necesita otro vehículo”.

Fotos: Eduardo Fisicaro.

Concierto: Fernando Cabrera y Jorge Fandermole
Lugar: Teatro Solís (sala principal)
Fecha: 15 de febrero de 2020
Hora: 21:00
Entradas: Tickantel y boletería del Teatro Solís

 

Entrevista hecha por Patricia Schiavone para Cooltivarte.com

 

Sesiones Sondor. Diálogos de jazz.

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A María Noel Taranto la escuché cantar por primera vez en el año 1988. Recuerdo que me impactó cómo una uruguaya podía vibrar de esa manera con el jazz y transmitirlo como si estuviéramos en New York o New Orléans. A partir de ahí la he escuchado en vivo muchas veces, en diferentes propuestas musicales (Jazz por supuesto, música Gospel, repertorio de Édith Piaf, etc.) y siempre me sorprende su garra, su comodidad en el escenario, su nivel de energía y su capacidad de colocarse interna y actitudinalmente en el lugar exacto que el estilo musical requiere.

Este CD y yo nos encontramos en un evento mágico que sucede en la ciudad de Mercedes, en el que por diez días pululan por sus calles músicos de jazz provenientes de diferentes países, quienes ofrecen conciertos alucinantes tanto en el escenario principal, como en la jam y en los toques callejeros. Claro… era el mejor contexto para que este objeto sonoro entrara en mi vida.

Así y todo me tomó desprevenida. Puse el CD en el equipo y le di play con un gesto automático. Pero el efecto inmediato de ese primer tema fue sacarme del automatismo y transportarme a un tiempo y espacio que me habría gustado habitar: New York, años 20-60.

Sesiones Sondor contiene 11 clásicos del jazz interpretados maravillosamente por María Noel Taranto (voz) y Raúl Medina (piano).

 

  1. Aint’ Misbehavin’
  2. Cry Me a River
  3. L.O.V.E.
  4. Every Time We Say Goodbye
  5. On The Sunny Side Of The Street
  6. I Can’t Give You Anything But Love
  7. Misty
  8. Do Nothing Till You Hear From Me
  9. Embraceable You
  10. My favorite Things
  11. Georgia On My Mind

 

Todos somos únicos pero no todas las voces son únicas. María Noel Taranto tiene una voz completamente identificable con un par de notas. Por un lado, tiene una característica ronca, que se asemeja a las voces de las hermosas cantantes negras de jazz de Estados Unidos, y por otro tiene una cristalinidad vibrante y libre de cualquier ronquera cuando se desplaza hacia las zonas más agudas. Y por algunos momentos suceden ambas características simultáneamente, cosa que genera en quien escucha una sensación física nueva, cuyo efecto más notorio es el impulso a la acción, al movimiento, a la vida.

Hay mucho más que voz en lo que pone aquí Taranto. Su gran contribución incluye una enormidad de elementos, algunos fácilmente perceptibles de primera y otros quizás más sutiles. Lo primero que llama la atención es su estrecha conexión con el espíritu del jazz: tanto el dominio de los diferentes ritmos de la voz del jazz y los más variados fraseos cantados de taquito, como la expresión de la diferente gama de sentimientos e improntas (como ser introspección, celebración, amorosidad, inocencia o picardía). Otra característica particular de su canto es su característica vital, energética, de pura vibración de vida. Todo esto unificado a partir de una forma de vivir la música, con el alma puesta en el goce, conectando con el juego y el amor.

En el tema número 11, «Georgia on My Mind», Taranto invitó a Julieta Rada, quien canta hermoso este tema con María Noel, aportándole sus matices. Ambas ofrendan un espacio de confianza y calma, desplegando sus rangos vocales y tratando toda la canción con un cuidado y amor que hacen muchísimo bien. Es muy bello escucharlas tanto a cada una en su parte como juntas el interjuego final de voces.

La enorme participación del Maestro Raúl Medina en este disco es brillante. Su dominio absoluto del lenguaje del jazz hace que pasen cosas diferentes, y más cosas, todo a lo largo del disco. Su toque tiene muchísima certeza y soltura, evidentemente dadas por los años de experiencia profesional. Los climas generados por el piano son exquisitos y son completamente cómplices de la voz. También se siente que con Taranto hay un conocimiento musical mutuo que hace todo tan fluido que bien podría ser una sola persona en piano y voz.

Creo que fue una decisión muy acertada que este disco fuera solo voz y piano pues nos permite escuchar y disfrutar cada uno de los sonidos con claridad y plenitud.

Por último, hay que decirlo: maravillosa la pronunciación de «La Taranto» en inglés. Ese plus no es nada menor a la hora de escuchar un disco de jazz. Es la cereza necesaria para poder acomodarse con una luz baja, una copa de vino y abandonarse placenteramente a viajar en tiempo y espacio.

 

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