«Guazuvirá Viejo» de Nico Sarser

Hay música que «está buenísima» y hay música que «hace bien». Esta está buenísima y hace bien. O sea: es el tipo de música que amo escuchar. Hoy los invito a escuchar este tema «a la Patricia». ¿Me siguen en el viaje?

Primero, antes de ponerle play, respiren profundo, que la panza se les llene de aire, y luego suelten el aire despacito por la boca. No piensen en nada más que en la sensación física de recibir ese aire nuevo y soltar el aire que ya no sirve. Repitan 3 veces.

Ahora lleven la atención al contorno de su cuerpo (o sea, de la piel para afuera, una franja de 50 cms aprox). ¿Qué sienten? Observen, perciban.

Sostengan la atención ahí, en el contorno del cuerpo, y pongan «play». Observen qué sienten con los sonidos de la guitarra en esos primeros poquitos compases antes de que entre la voz. Pónganle nombre a la sensación. Si sienten parecido que yo, encontrarán una mezcla de sensaciones muy agradables (*).

Acá, les propongo parar después de las primeras 2 estrofas cantadas y volver para atrás. Esta vez para, al escuchar por segunda vez, observar el centro de su pecho. Al sonar las notas más graves, el Chakra del Corazón vibra bellísimamente, se abre a recibir.

(Siento/creo que el Chakra del Corazón recibe eso tan abierto porque previamente estuvieron esas notas que nos generaban confianza, alegría, agradecimiento y nos abrieron a recibir).

En «un chapuzón» entra el bajo.

Observen qué maravilla cómo ahí se moviliza notoriamente el Chakra del Plexo Solar (4 dedos encima del ombligo) sumándose a la vibración notoria del Chakra del Corazón.

Después (min 0:48 al 1:11) viene una parte más «agitada» (estribillo). Observen su Chakra de la Garganta. 🙂 Se moviliza, ¿eh? ¡Y a la vez se mantiene toda la belleza en el contorno del cuerpo!

Y así sigue la cosa.

Me encantaría saber si perciben algo similar a lo que percibo yo.

En cuanto a la estrofa final:

«Me quedo con tu calor,

sigo con tus movimientos,

llevo en mi alma tu amor,

tu reinado en el bosque

de mis sentimientos»

fíjense si también sienten un manto de cariño envolviéndoles.

Es interesante porque esta estrofa está por el medio del tema también pero ahí se siente diferente a como se siente la estrofa final, siendo que es «la misma».

Y volviendo a la estrofa final: ¿qué sienten cuando termina y se termina el tema? ¿Qué sienten en cada chakra? ¿Y alrededor del cuerpo?

Voilá el efecto de la música en nuestras vidas.

A esta belleza de experiencia la hicieron Nico Sarser y Gerardo Alonso. Aquí los créditos que aparecen en el video de Youtube:

Guitarra acústica, coros y voz : Nicolás Sarser

Producción , Bajo, Cavaquinho , Tres Cubano y Programación : Gerardo Alonso

Grabado y Mezclado por Gerardo Alonso en su estudio.

Masterización: Marco Busso

(*) A mí esos primeros compases me hacen sentir alegría, agradecimiento, plenitud… me elevan la vibración general de manera amable y bella.

Mimos para el alma: Carmen Pi

Foto: Fati Velazco

Foto: Fati Velazco

 

Hay músicas montevideanas que funcionan como cables al cielo. Son esenciales para mantenerse conectado al universo, para no caer en la trampa de creernos que lo que vemos es lo que es, o que los días tienen sentido por cualquiera de las tareas —en definitiva nimias— que nos tocan hacer. Cerebro y corazón a veces se despistan uno de otro y lo mejor del mundo para alinearlos es un toque musical que a uno le colme de felicidad. La alineación es inmediata y el efecto dura por horas y horas.

Tengo un listadito de “píldoras musicales montevideanas para el alma” y Carmen Pi está entre mis “top 4”. Cuatro músicos uruguayos a los que no podría rankear entre sí. Están allá arriba en el ranking de mi alma. Bendigo su existencia.

Carmen Pi suele presentar sus canciones en diferentes formatos. La he visto a dúo, a trío, con una banda enorme y un coro fantástico. Anoche me tocó verla y escucharla por primera vez en formato cuarteto, con un grupo de músicos hermosos: Nacho Imbellone en guitarra, Gerardo Alonso en bajo y Juan Ibarra en batería. Eso sucedió en El Tartamudo, un lugar que está teniendo una gran oferta musical, que además de ser amplia, es buenísima para mi gusto.

Carmen hizo un recorrido por los temas de sus dos discos: Puntos Cardinales y  Jardín Carmín y también nos regaló algunos temas inéditos.

Hasta acá venimos bien, digamos. Una descripción razonable… “periodísticamente” hablando. Les aviso que lo que viene ahora no es tan razonable. Siempre pueden parar de leer aquí mismo. Pero aquí es donde yo empiezo a revivir y divertirme, así que.

La última vez que había visto a Carmen había sido desde la primera mesa, justito en frente a ella. Me fui de aquel toque sintiendo que ella me había cantado solo a mí. Anoche me tocó sentarme en el punto más lejano al escenario, desde donde tenía una perspectiva perfecta del local lleno de gente y toda la banda. Me fui pensando que habría que poder ver todos los toques desde ambas perspectivas.

Comenzó con “Blue Cadillac”: solo Carmen con Juan. Este es uno de los inéditos y es impresionantemente bello. Carmen tiene una versatilidad estilística impresionante y con Blue Cadillac muestra una de sus tantas aristas mágicas. Ahí nos colocó donde nos quería tener y a partir de ahí nos configuró y desconfiguró a su antojo. Fueron pasando las canciones y tuvimos que parar de respirar, amar con locura, lagrimear (¡tengo que recordar no maquillarme la próxima vez!), creernos coristas por un ratito y reírnos con ganas.

Me detengo un instante en Juan en la batería. El mismísimo Juan Ibarra. Juan no es un baterista más de la ciudad. Yo imagino que todos ya lo saben, pero por si hay cualquier ser humano por ahí que todavía no lo tiene claro: si ven que toca Juan, no se lo pierdan. Tiene una musicalidad encima que emociona, rotundamente. Y le mete a todo el toque un ingrediente… que yo llamaría “amor optimista”. Los bateristas hacen música dando golpes, pero los golpes que da él son golpes amorosos. Lo juro. Es como si cada vez que desciende uno de sus palos, escobillas, hot rods y demás sobre un plato o sobre un parche, fuera más un mimo que un golpe. Aunque sea a volumen alto, ¿eh? Igual es con amor. Y eso para acompañar a Carmen, que es “música y amor” personificada, es algo que clarísimamente está arreglado desde el cielo.

El segundo tema fue “Canción Madre”, que es una canción en la que ella se pasea por notas que van desde los bastante graves a los grandes agudos con una comodidad insólita y todo se siente naturalísimo.

Cuando empiezan las notas de “Buen Día” a mí se me ajusta la existencia.  La dulzura hecha canción y la canción hecha dulzura. Y morí especialmente con la dulzura de Juan acompañando esta belleza. Aquí es cuando no tengo más remedio que parar y decirles GRACIAS. La vida es más fácil con músicos como ustedes.

El hit “Dance” no podía faltar y nos distrajo un poquito de la introspección. Pero no era más que una artimaña estratégica. Je.

“A Don Prudencio Navarro” es la canción por la que no puedo maquillarme más. Cuando la oigo es tan brutal la conexión que siento con la tristeza de las despedidas. Para mejor Carmen la canta con un grado de ternura, amor, ¡hasta toques de alegría! y acompañándose tan divinamente con esa guitarra que suena como los dioses… A mí me descalabra, y de manera muy extraña me conecta con ese hombre al que no conocí pero de quien escuché muchos cuentos a través de seres que quise mucho y que hoy ya no están cerca de mí.

Carmen se pasa toda la noche de la guitarra al piano, del piano a la guitarra, y así. Y, pffff, es hermoso ver cómo se acompaña con ambos instrumentos. “Esta vidalita” fue en el piano y es otra canción que si te agarra medio floja, te tambalea el corazón.

Nos pasamos la vida haciendo de cuenta que las emociones son controlables. Pero entonces vas al Tartamudo, te sentás a ver a Carmen, y ta, sin escape, te conectás con todas y cada una de tus alegrías, tristezas, pasiones, miedos, amores, etc. Ni te cuento con “Si supiera” de Galemire. Es algo muy enorme ese tema en sí y la versión de Carmen, con guitarra y batería. Lamentablemente este todavía tampoco está grabado y es imperioso que lo esté, porque dan muchas ganas de escucharlo en loop. Ojalá lo grabe pronto, junto con Blue Cadillac.

Luego cantó un tema de Jaime Roos, que se llama “Una vez más”. Yo particularmente no le había encontrado hasta el momento el punto a esta canción. Es como que no me llega. Y no me alegra que no me llegue, porque es probable que si no me llega es porque yo no estoy suficientemente conectada con la emoción concreta que esta canción transmite… y eso no está bueno de mi parte. Anoche le puse más empeño que nunca a recibir sus notas y con lo único que pude quedarme, pero que no fue poco, fue la belleza infinita que transmitieron las notas tocadas al unísono por Gerardo en el bajo y Nacho en la guitarra. Ya me llegará esta canción por otro lado algún día, pero anoche esos unísonos me hicieron vibrar de manera muy especial.

¿Viste cuando admirás de acá a la luna a alguien? ¿Viste cuando estás extasiado mirando un show? Imaginate que en ese momento el objeto de tu admiración dice algo así como: “Este tema se lo quiero dedicar a una amiga…” y ahí suena tu nombre. Ahh. El tema que me dedicó este ser de luz es una versión de “Can’t Buy Me Love” que me da taquicardia de tanta admiración. Versionar a The Beatles ya no es sencillo, pero ¿hacerlo en clave de jazz? ¿A vos te parece que eso es de seres terrenales? Mmm, en Uruguay no tenemos “crop circles” hechos por platillos voladores pero tenemos a Carmen Pi versionando este tema como lo hace. Todo me emociona de esta versión. El piano de Carmen! El solo bestial de bajo de Gerardo!! Seguido de un solo pre-cio-so de Nacho en la guitarra!!! ¡El sonido de la guitarra en este tema fue algo brutal! Me encantó todo. Magia. Magia pura. Ídolos.

Como si nuestros corazones fueran invencibles, lo que siguió fue algo que al menos a mí me desborda de alegría: la unión de dos mundos que amo por completo, con ingredientes especiales. “Bring on the Night”, de Sting, en versión candombe. Sting en la voz de Carmen es algo muy, muy bello. Juan candombeando en la batería con sus hot rods, con el volumen exacto para no interferir con la voz pero lo suficientemente alto para que a una le dieran muchas ganas de pararse y bailar, y Gerardo y Nacho tocando bellísimo, bellísimo. La reflexión es: tenemos que traer a Sting a Uruguay. Lo que le falta a ese muchachito es conocer el candombe y componer en este ritmo por un rato. Hay que decírselo lo más pronto posible.

Haciendo gala de su comodidad musical, luego Carmen cantó “Angel Eyes”. Anoche ella venía saliendo de un resfrío y fue bien interesante escuchar su voz un poco transformadita.

Las letras de las composiciones de esta mujer son hermosas. Fluyen tan cómodas como sus agudos increíbles y cuentan historias con un contenido, con el que es fácil identificarse. Flor en 6/8 anoche me convenció tanto que aunque hice un esfuerzo no pude acordarme de Flor en 4/4 (que antes me gustaba más). Lo que sigue sonando hasta ahora, quince horas después, y dirán que estoy loca, es el HH abierto de Juan en esta canción. Una belleza absoluta ese sonido. Gracias, Juan.

“No tiene nada que ver conmigo”, dijo Carmen al presentar “Carmín”. Y ahí se cantó con la misma belleza y dulzura con la que canta Buen Día. Me viene el recuerdo de un ejemplo que ponía Wayne Dyer en sus conferencias: Si exprimes una naranja, ¿qué sale? Jugo de naranja. Y ¿por qué no sale jugo de zanahoria o de cualquier otra cosa? Porque lo que tiene adentro es jugo de naranja. O sea, no puede salir de uno lo que uno no es. Esta mujer obviamente es ternura y belleza. Y nosotros tenemos la suerte de tenerla tan cerca.

“Doctor” es un tema con inspiración brasileña, fresco, bonito, que se siente bien. Se nota que Gerardo Alonso lo disfruta a pata suelta y ese goce de él es contagioso. Sonó especialmente bello el bajo en este tema a ritmo de samba. Y Juan Ibarra se mandó un acompañamiento divinísimo con la mano izquierda (sin palo). El sonido de la guitarra de Nacho tiene una cuestión archi interesante, que lamento no tener mejores palabras para describir… es que hay cosas que no se explican, hay que escucharlas y dejarlas que se manden para adentro sin filtros.

Ahí pasamos a viajar por la luna: “Aire lunar”. Me quedé con lo siguiente como hitos: la combinación de la voz de Carmen con las notas en la guitarra… unísonos hermosísimos. Los agudos que otra vez me impactaron. Y una última nota imaginaria, que nadie tocó ni cantó, pero que Carmen marcó con su dedo en el aire, y que fue la nota que más presencia tuvo de todo el tema. ¿Suena muy loco, esto? Y bueno, quienes estuvieron saben que no miento.

Y ahí llegó, así, como agazapadito, “Puntos Cardinales”. Es uno de mis temas favoritos en la vida. Si Carmen fuera norteamericana, este tema estaría entre los más escuchados, sin lugar a duda. Acá ni lo pasan en la radio seguramente [digo “seguramente” porque no escucho radio jamás, así que me encantaría equivocarme]. El bombo y el tambor de Juan: ahh. Su toque con el “pompón”: ahh. Su palo en el aro: ahh. El acompañamiento de este tema grandioso de Juan en la bata fue increíblemente creativo. Y lo insólito fue ver la cara de Juan al final del tema, como pensando: “mmm, no sé…”. Come on, Juan! La des-co-sis-te.

“Pasos semifusos” se anda peleando adentro mío con “Puntos Cardinales” en cuanto al favoritismo. La versión de anoche fue buenaza. En esta canción Gerardo hizo un coro con una segunda letra que fue impresionantemente bueno.  Nacho tocó algo divinísimo en la guitarra, con una fuerza rockera que impulsaba a saltar de la silla (pero ta… lamentablemente estamos todos muy domesticados). Morí con esa guitarra. Y el ritmo de la bata era en seis pero con una impronta absoluta de rock and roll. Algo mágico, algo muy polentoso, muy atrapante. ¡Quiero escucharlo de nuevo, por favor!

Y ahí, cuando el corazón estaba en jirones, aparece ese tema del cual estoy absolutamente enamorada: “Completely Wasted”. No falla, cada vez que escucho a Carmen tocándolo, pienso: “Se impone un disco todo de rock hecho por ella”. En esta canción pasa algo rarísimo y transportador a otra dimensión: existen notas fantasmas. Si uno anota las notas que se tocan, juro que son un cincuenta porciento de las que uno percibe en el cuerpo. No entiendo cómo es que sucede eso pero juro que pasa y pasa. ¡Me siento el pájaro de Lenine que escuchaba notas antes de que sonaran! Qué sé yo… es raro, pero hace un efecto que… pffff, mi dios… es algo muy fuerte y ¡muy adictivo! Este tema en particular me transporta a una reunión que sucedió hace flojo 25-30 años, en la que había gente muy conectada con la vida, y las charlas eran fascinantes… iban de filosofía a literatura, a dioses, a cuestiones místicas y terminamos meditando. Cuál será la conexión emocional entre esas notas que suenan pero no y aquella reunión es un enorme misterio para mí… por ahora. Un detallito de este tema que me puede es la voz cargada de desgarro en un momento y el pasaje inmediato a una dulzura increíble en el piano y en la voz. Entre su compositor (Dany López) y Carmen que la versionó han creado una maravilla musical.

Terminó el show con “Cafet et Chocolat”, dos elementos que me habrían venido muy bien para acompañar la escritura de esta crónica pero que, sin embargo, no tuve a mano.

Hubo dos bises: “Petit Nounours” (en el que me reí a carcajadas por cosas que no quiero contar pero que fueron un deleite) y “Por Ejemplo”.

Ya termino. Solo déjenme contarles un detalle más. Cuando empecé a escribir este relato me dije: “esta vez, breve, Patricia”. Ja. Creo que no me salió mucho la brevedad.

Gracias a los cuatro seres que generaron esta magia anoche. Me hicieron viajar y viajar y viajar. Hacia adentro, hacia el cielo, hacia el pasado y el futuro. Gracias.

 

Foto: Fati Velazco

 

Esta crónica también fue publicada en COOLTIVARTE.