Pedro Aznar: amor, justicia social y conciencia

 

El viernes 12 de julio de 2019 sucedió que pudimos escuchar en vivo a Pedro Aznar por segunda vez en tres meses. Viviendo en Uruguay eso es un hito, una bendición. Es de esos regalos que sería un sacrilegio vivir sin detenerse a agradecerlos.

La vida combina el azar y el destino de una manera aparentemente caprichosa. El 26 de abril la mejor ubicación que encontré fue la mesa 21, un poco atrás pero al centro. En julio me tocó la misma mesa y silla. Así que el punto de vista espacial era el mismo y el climático también, con una noche fría, invernal, muy húmeda. Sin embargo, el punto de partida emocional nunca es el mismo.

El acto musical es un acto de resonancia entre el músico, la música y el público. En palabras de Pedro, “remite a una interacción. Cuando dos cuerpos resuenan, uno genera y el otro resuena a su manera, con sus propios armónicos, color, característica”. Y si al cuerpo físico le agregamos el cuerpo emocional, el caleidoscopio de interacciones y sus posibilidades se vuelve más infinito aún. Así es que un mismo músico, ejecutando una misma secuencia de notas, que parta de un lugar emocional diferente, nos lleva en otra dirección. Y esto a su vez varía según el lugar emocional de quien escucha.

Con lo anterior, entre otras cosas, queda claro que ninguna reseña es objetiva, por lo que convendría no esperar encontrar en las palabras de otro lo que uno vivió en un toque. Es apenas otra experiencia.

Haciéndome cargo de los colores de mi propia resonancia, sentí que anoche Pedro Aznar comenzó con cierta rigidez, con cierto malestar. Las notas sobre el teclado e inclusive su canto me llegaban duros, quizás molestos o preocupados. Soy consciente de que esos ingredientes podían residir en mí únicamente.

Sabido es que no se puede sentir mucho y pensar a la vez, ni viceversa. Ese principio de show –que por una vez no me secuestró emocionalmente– me permitió una mirada desde otro ángulo.

Por ejemplo, me detuve en los ejes temáticos de su obra:

-el amor
-la justicia social
-la conciencia

¿El amor observado desde qué lugar?
Desde el análisis introspectivo que denota conciencia.

Por saberlo todo me olvidé lo que aprendí
que el que no escucha es solo víctima de sí
Por querer cambiarte casi casi te perdí
por enjuiciarte desde mí

¿Qué mirada de nuestra sociedad?
Una que reclama dignidad para todos y se rebela ante la indiferencia del hombre distraído. Esa que sacude a su audiencia pidiéndole que despierte, se levante y haga algo por detener a quienes abusan de su poder y por ayudar a quienes sufren. Esa que desea la convivencia respetuosa y solidaria de todos los humanos sobre el planeta.

Los chicos de la calle
dónde viven, nadie sabe
sus historias nunca nadie guardará
con el viento volarán

Los chicos de la calle
se imaginan desde el margen
que en el centro de la hoja alguien podrá
escribir “felicidad”

Andando entre los autos
nadie acierta con su edad
Sus ojos, piedra como la ciudad

Los chicos de la calle
no eligieron lo que hacen
ni el futuro les permitirá elegir
quiénes ser o adónde ir

Andando entre los autos
lo que esperan no es piedad,
apenas enfrentar un día más

Los chicos de la calle
dignidad en rotos trajes
pobre Dios en carne viva y sin altar
no los baja de su cruz solo rezar

Los chicos de la calle
no tendrán adulto el talle
más de veinte casi nadie cumplirá,
rara vez algunos más

Los chicos de la calle
son un grito aunque los callen
ya son tantos que serían un país
donde nadie fue feliz

Los chicos de la calle
dignidad en rotos trajes,
pobre Dios en carne viva y sin altar
no los baja de su cruz solo rezar
no los libra de su cruz solo rezar
no los salva de su cruz solo rezar

¿Qué conciencia?
La que para empezar busca no “morir antes de saber vivir” y se sabe una con todo lo que la rodea.

Quiero decirte que sí,
como aquel árbol que muere de pie,
como esta tierra que lucha por ser,
como el constante fluir de los ríos.
Como un guerrero que vuelve al hogar,
como sendero que deja pasar
desde el primero hasta el último día.

La primera canción del toque en la que lo sentí conectar más con lo divino fue en su canción “Fotos de Tokyo”. Quizás su ánimo (o el mío) andaba más por ahí que por “Because” (aunque otra vez su juego de voces en “Because” fue magistral).

Con “Fotos de Tokyo” pasan muchas cosas. Aquí conviven una letra espectacular, que es universal e íntima a la vez; una melodía que no tiene nada para ser pegadiza, sin embargo se te instala y no te suelta; y ese ritmo bestial tocado en la guitarra de doce cuerdas, que transmite hartazgo y dolor, firmeza y profundidad.

“Lo más loco de todo” es su mano derecha y esa voz tan expresiva sucediendo simultáneamente. La combinación del ritmo brutal con sus melodías trabajadas es, para mí, una de las marcas de agua de la música de Pedro Aznar. Eso, el sonido de su bajo de siempre y el de la guitarra de doce cuerdas.

Entre muchas otras, nos regaló “Cuerpo y Alma”, canción que le presentó Hugo Fattoruso mientras viajaban por los campos nevados de Japón. Contó que esa canción lo conmovió de tal manera que decidió ponerle ese título a su siguiente disco.

Con una enormidad de emociones encontradas en la voz cantó “Buenos Aires”, ese poema de J. L. Borges que Aznar musicalizó de forma fenomenal, incluyendo unos pasajes hermosos de tango en el teclado y ese final potente, a cappella, que repite “no nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto” a medida que él se aleja del micrófono, se gira a mirar su ciudad proyectada y abre los brazos.

Gracias al cielo tocó “Muñequitos de Papel”. ¡Y cómo! Es inexplicable la percusión que logra en las cuerdas del bajo eléctrico con un destornillador. Y no es solo con la derecha que hace magia… la mano izquierda es un viaje aparte.

“Voy a hacer ahora otra canción más de Eduardo Mateo. Esta es una canción que es un ‘candombe pitagórico’, por así decirlo. Mateo tenía esa manera hermosa de componer, que era una mezcla de intuición genial con altísima arquitectura, con una matemática exquisita y profunda. Este es un candombe en 6/4 y… me hace acordar a una frase que leí una vez en una entrevista que le hicieron a Joni Mitchell. Le preguntaban de dónde salían esos ritmos tan lindos y tan extraños que ella hacía. Ella dijo que era algo así como Senegal pero de Marte. Esta canción de Eduardo Mateo tiene un poquito de eso”. Y sonó “El Tungue Le”.

Pedro cambió de instrumento casi en cada canción. Del teclado a la guitarra, al bajo, a la guitarra de 12 cuerdas, de 6, de nylon, de acero, otro bajo, otra guitarra… y así toda la noche.

Uno de los misterios para mí fue esa mano tan suelta, relajada, que genera esa firmeza sonora tan rotunda. En “Quiero decirte que sí” hubo, por ej., momentos en los que el rasgado hacia abajo sonaba tal cual como si fuera un platillo tipo crash de una batería.

La cualidad de Pedro Aznar como músico excepcional es reconocida internacionalmente. Internamente muchos lo reconocemos además como ese ser especial que nos viene acompañando hace años, ayudándonos a sanar heridas y a abrir los ojos y la cabeza en varios sentidos.

Al momento de los bises, ante los muchos pedidos de la audiencia, sugirió: “tranquilicémonos”, y nos leyó el contexto de un tema nuevo.

“Vivimos en una época en que las corporaciones tienen más poder que los gobiernos.

Un puñado de megamillonarios empuja al planeta a una ruina inhabitable, como si no hubiera otra opción.

Y los medios de comunicación son manipulados para adormecernos y hacernos olvidar que, como ciudadanos, somos los protagonistas de la historia. Y que en nuestro trabajo y en los frutos de la generosa tierra reside la fuente de toda riqueza.

Hoy la democracia, la dignidad humana, la vida misma están en peligro.

La “Corpoland”, la tierra al servicio del dinero sangriento, se tiene que acabar.

Nuestra mejor herramienta, como siempre, es la conciencia”.

A continuación, otra vez una letra consciente y comprometida con la humanidad, tocada con su bajo legendario y con bellísimos slaps. La sensación fue casi como si tocara un tambor pero con el bajo. El mensaje fue muy claro: estamos en el horno; a ver si nos despertamos.

¿Qué dicen?

¿Nos despertamos?

 

Foto: Andrea Silvera

Posdata: Aquí mi reseña de Resonancia en abril.

 

Estas reseñas fueron escritas para el portal COOLTIVARTE.

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